Opinión

¿Me pagan por hablar mal de los catalanes?

Un lazi cobarde murmura esto a mis espaldas en un conocido restaurante barcelonés. Por si hay dudas, lo explico.

  • Entrada a TV3

Comida de aniversario de mi señora. Restaurante de toda la vida en el popular barrio de la Barceloneta donde mi padre, el señor Miguel que Dios tenga en su gloria, se dejó la vida currando cuarenta años como camarero en uno de los chiringuitos que Borrell se cargó a sangre fría por los juegos olímpicos. Una mesa de cuatro detrás mío. Alguien dice “Mira, ahí está uno al que le pagan por hablar mal de los catalanes”. Pinta de convergente de colmillo retorcido, sonrisa cínica, labio descolgado, maneras de capataz sin escrúpulos, tez enrojecida por la ingesta vitivinícola. Yo no oigo lo que dice, pero mi señora sí. Se levanta, se va derechito al individuo y le espeta “¿Me lo repite? Estoy de aniversario con mi marido”. El tío se rila y yo, que me he dado cuenta, voy y lo emplazo. Se rila más. En su inmenso cinismo nos desea un feliz aniversario y como no tengo el Nabucodonosor para juegos florales, lo invito a salir, con lo que la rilada adquiere proporciones homéricas. Lo tildo de nazi diciéndole que, si dependiera de él, los catalanes no separatistas estaríamos en campos de concentración. Se va. No están acostumbrados a que les planten cara. Esta es la Cataluña pacífica de Sánchez, Illa, Iceta, Aragonés, Borrás y demás. Ser implacable con el separatismo es hablar mal de los catalanes. Tócate los mismísimos, María Manuela.

Pero como quisiera cumplir una de las siete obras de misericordia, enseñar al que no sabe, le voy a explicar al energúmeno quién me paga y en concepto de qué. A servidor le paga, en primer lugar, esta casa. No hay medio catalán que admita la más mínima discrepancia con el pensamiento único. Suerte tengo que existan lugares como Vozpópuli en el que los libre pensadores podemos expresarnos sin censuras. Gracias, querido Jesús. Es un honor escribir en esta casa que siento también como mía. Me paga COPE por mis colaboraciones con Carlos Herrera, del que juzgo inútil hacer elogio alguno puesto que no en vano es líder de la radio en toda España. Y también lo hacen para que diga lo que me parezca. Como cuando llamé mentiroso al portavoz del PSOE en el Congreso en directo. Podría continuar con el resto de medios en que colaboro, en algunos cobrando y en otros prestando mi modesta concurrencia por amor a la causa, como con Dolça Catalunya. Y se acabó el carbón. 

Diré dónde no me pagan. En ningún lugar sustentado por el bolsillo de todos los españoles, léase televisiones como TVE, TV3, emisoras como RNE, Cataluña Radio o RAC1, diarios como El Periódico, Avui, ARA, La Vanguardia, El Nacional, y sigan ustedes contando. No milito en ningún partido ni en sindicatos apesebrados, ni soy de fundaciones sin fundamento. Quienes me pagan saben que diré lo que me parezca sin más limitación que las impuestas por la legalidad y el decoro. Defiendo la Constitución, la libertad, España, la Corona y la justicia social. Punto. No hay trampa ni cartón. No hay artículos escritos al dictado, consignas, llamaditas “aconsejándome”. Soy libre, sin ataduras. Comprendo que a los de mentalidad totalitaria les moleste, pero es lo que hay.

Estando a punto de cumplir sesenta y tres años, si Dios quiere, tampoco voy a cambiar. El señor Miguel saldría de su tumba para afearme la conducta y eso sí que no. Me moriría de vergüenza. Porque él tampoco se calló ante la injusticia y, aunque servidor no le llegue ni a la suela del zapato, procuro seguir su ejemplo como mejor puedo.

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