Opinión

Hasta que la derrota les divida

Valencia tuvo que ser. Quedó probada la decisión de los dos grandes de reforzar su unidad interna “hasta que la derrota les divida”. Allí fue primero la convención del Partido

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez junto a los expresidentes Rodriguez Zapatero y Felipe Gonzalez. -

Valencia tuvo que ser. Quedó probada la decisión de los dos grandes de reforzar su unidad interna “hasta que la derrota les divida”. Allí fue primero la convención del Partido Popular, para escenificar la unidad en torno a Pablo Casado quien, “costara, lo que costara”, había de lograr in extremis la comparecencia de la crecida Isabel Díaz Ayuso rompiendo su propósito de brillar por su ausencia, como propone Gracián en El arte de la prudencia y le aconsejaba MAR, convertido en gurú al cuadrado después de la demolición de Iván Redondo. Para llegar a Valencia Casado hubo de descolocar a su antagonista Sánchez en la sesión de control del miércoles anterior ofreciéndole, por sorpresa, acordar la renovación de las instituciones que mantenía bloqueada sin venir a cuento. 

¿Pero qué broma es esta de proponer que el Consejo General del Poder Judicial sea elegido exclusivamente por los Jueces en un regreso descarado al corporativismo? Porque una cosa es, por ejemplo, que los generales y almirantes se designen de entre los coroneles y capitanes de navío y otra, muy distinta, que fueran los coroneles y capitanes de navío quienes designaran a los generales y almirantes. Y la carrera militar, iniciada por los nuevos oficiales al recibir del Rey sus despachos de tenientes y alféreces de Navío en las Academias de Zaragoza, Marín y Alcantarilla, concluye al alcanzar la graduación de coronel o capitán de Navío, mientras que el paso al generalato o al almirantazgo es, afortunadamente, una competencia reservada al Gobierno de la Nación tras el examen de su hoja de servicios y la evaluación de su idoneidad. 

Esa primera fila centrada en Pedro con Felipe a su izquierda y Zapatero a su derecha más Almunia y la viuda de Alfredo era inmejorable era la estampa de la unidad

Apenas días después, también Valencia fue la sede del 40 Congreso del PSOE. Ocasión para que Pedro Sánchez se redescubriera socialdemócrata y adicto a Alfredo Pérez Rubalcaba que motejó al primer Gobierno Sánchez de gobierno Frankestein. En todo caso, en el Congreso socialista se cumplió con creces aquello de que una imagen, la del abrazo con Felipe, vale más que las mil palabras que pudo tener el discurso de González. Esa primera fila centrada en Pedro con Felipe a su izquierda y Zapatero a su derecha más Almunia y la viuda de Alfredo era inmejorable era la estampa de la unidad. Y ya se sabe que el electorado penaliza en las urnas a los partidos que comparecen divididos y por el contrario premia a los que los que lo hacen “prietas las filas”. En lo que alcanza nuestra memoria nunca se vio un PSOE más unido, hasta el punto de que el presidente y anfitrión Ximo Puig se abstuvo de someter a votación la gestión de la Ejecutiva y la dio por aprobada teniendo en cuenta, a la usanza de Romojaro, los signos inequívocos de aprobación que percibía. Luego los nombramientos para la Comisión Ejecutiva y el Comité Federal fueron respaldados por un 95%, lo que antes se denominaba “a la búlgara”. Ni siquiera hubo un pepito grillo como aquellos de la corriente de “Izquierda Socialista” en línea con el compañero Santesmases. 

Ni Rajoy, ni Aznar

Volviendo a Pablo Casado, anotemos que en la plaza de toros no estuvo flanqueado por Mariano Rajoy ni tampoco por José María Aznar y que tampoco se vio por allí a Javier Arenas. Las menciones laudatorias que les dedicó sonaron también a hueco, habida cuenta de cuántas veces les ha negado, sin aceptar su herencia de la que se ha irresponsabilizado. En cuento a los discursos de clausura de ambos líderes aceptemos que estuvieron cortados por el mismo patrón. Ambos se ven como la única solución y dibujan a su rival como la encarnación de todos los desastres. El fervor de los partidarios de cada uno de ellos puede que haya galvanizado a ambas formaciones, pero profundiza el foso que los separa. Seguimos sin que nadie nos explique por qué estamos polarizados. Puede ayudar a despejar esa incógnita la lectura del libro de Ezra Klein, que acaba de editar Capitán Swing, donde se describen tres procesos políticos distintos que responden a esa etiqueta: la polarización ideológica, la polarización afectiva y la polarización social y territorial. Continuará.    

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