Max Weber en su libro La política como profesión escribe que nunca había tolerado que en una discusión le vencieran con la fecha de un certificado de nacimiento. Para él la edad no era un mérito; el mérito residía en haber aprendido a mirar sin reservas las realidades de la vida y en la capacidad para soportarlas. Pero Vasili Grossman en Vida y destino sostiene que “nada es más duro que ser hijastro del tiempo, que no hay destino más duro que sentir que uno no pertenece a su tiempo”. Añade que aquellos a los que el tiempo no ama se reconocen al instante en cualquier lugar donde coincidan y que “el tiempo solo ama a aquellos que ha engendrado: a sus hijos, a sus héroes, a sus trabajadores.
No amará nunca, nunca, a los hijos del tiempo pasado, así como las mujeres no aman a los héroes del tiempo pasado, ni las madrastras aman a los hijos ajenos”. Es decir, que así es el tiempo: todo pasa, solo él permanece. Todo permanece, solo el tiempo pasa. “Ayer mismo todavía confiabas en ti, alegre, rebosante de fuerzas, hijo del tiempo. Y hoy ha llegado un nuevo tiempo, pero tú, tú no te has dado cuenta”.
“Ayer mismo todavía confiabas en ti, alegre, rebosante de fuerzas, hijo del tiempo. Y hoy ha llegado un nuevo tiempo, pero tú, tú no te has dado cuenta”.
En política, el más severo intento de aplicación de este principio excluyente relativo a las edades del hombre estuvo a cargo de la inolvidada Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE que relevó a Margarita Robles como portavoz del grupo parlamentario en el Congreso hasta ser relevada a su vez por Héctor Gómez Hernández, quien tras un lapso de tiempo tan breve como anodino fue premiado en atención a su probada docilidad con la presidencia de la Comisión Constitucional. Luego, la designación como portavoz de Patxi López fue la vuelta a la casilla de salida. López ha mejorado el récord de sumisión a Sánchez llevándolo hasta cotas rayanas en el esperpento.
Sin desfallecimiento alguno se ha comportado como seguro servidor del Gobierno, que le utiliza con descaro como chico para todo. En esa función se ha prestado a derivar como proposiciones de ley aquellos proyectos de ley que bajo esa nueva tramitación quedaban exentos de ser sometidos al informe preceptivo del Consejo de Estado, del Consejo General del Poder Judicial y de otras instancias. Patxi ha probado la agilidad de su pluma, firma que te firma, encabalgando enmienda sobre enmienda para atender al instante cualquier insinuación de Moncloa, sin miedo al ridículo que pudiera sobrevenirle. También cumple a satisfacción como jefe de claque y sabe desencadenar los aplausos del hemiciclo de modo fulminante, al tiempo que vigila a quienes, faltos de calor en el elogio a Sánchez, son los primeros en dejar de aplaudir.
Adriana Lastra quiso apropiarse del tiempo, declararlo suyo, excluyendo a quienes consideraba predecesores fuera de época, invalidándoles como hijastros del tiempo.
Adriana Lastra quiso apropiarse del tiempo, declararlo suyo, excluyendo a quienes consideraba predecesores fuera de época, invalidándoles como hijastros del tiempo. Con la autoridad que le daba la fecha de su partida de nacimiento pretendió enviar a Felipe González al cuarto oscuro y negarle legitimidad para expresar su propio juicio sobre la situación política. Pero González no se dejó. Su réplica fue del siguiente tenor literal: "a mí nadie me manda callar. Yo no represento a nadie ni lo pretendo, pero no voy a consentir que nadie me mande callar". ¡Ojo! porque algunos se resisten a que les retiren de la circulación sin más argumentos que el calendario. Atentos.
YoNoSoyYo
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Patxi. Lastra... ¡Bobaños! ¿El nuevo trio Calavera?