Opinión

La oposición dentro del Gobierno

Lo que queda de la nueva política se sostiene a base de ocurrencias. Vinieron al ruedo ibérico a salvar al personal del vetusto bipartidismo, pero andan adheridos a la moqueta

  • Pedro Sánchez y Pablo Iglesias -

Lo que queda de la nueva política se sostiene a base de ocurrencias. Vinieron al ruedo ibérico a salvar al personal del vetusto bipartidismo, pero andan adheridos a la moqueta o aspirando a poner sus zapatos bien plantados sobre la superficie mullida y confortable. De todo hay en esta España descentrada y dolorida, arrasada por la covid como otros países, pero con esas asperezas añadidas que nada tienen que ver ni con el ingenio o con el salero. La capacidad de autodestrucción hace de España un lugar tan insólito como áspero. En realidad, habitamos en el país más duro del mundo. Aquí sigue este pedazo de suelo, aguantando el paso y el peso de los españoles, aunque en estos tiempos de confusión y ausencia nunca se sabe por dónde aparece la grieta en el terreno. Menos mal que en los ochenta y en los noventa se llegó por fin a tiempo, para meter la cabeza en Europa y debajo del euro, el paraguas de hierro. La moneda única nos sostiene y protege, evita andanzas peronistas o chavistas mucho más descaradas, por lo menos, de momento. Una España sola y sin protección europea no podría comprar ni una sola vacuna. Menudo espectáculo nos estamos ahorrando.

Después del éxito en Cataluña, también Vox busca hueco futuro, jugando a elecciones anticipadas en Madrid, dentro de los gobiernos del PP. Hay que allanar el camino de la sustitución

Cuando Podemos o Vox expresan, de una u otra manera, que España debería recuperar soberanía, hay que echarse a temblar. Los viejos fantasmas habitan la nueva política que ahora ha descubierto que puede sobrevivir haciendo oposición desde dentro de un Gobierno. Iglesias le ha cogido el truco a este extraño caso de la oposición gubernamental mientras Vox tensa la cuerda con el PP en autonomías como Madrid y Andalucía. Ya solo falta que Ciudadanos intente resucitar de las cenizas del 14-F con una moción de censura contra su socio, Mañueco, en Castilla y León. El barón popular (ala moderada) se creía a salvo porque eso solo le puede pasar a Ayuso, por dar “la batalla de las ideas” que dice Aznar. El naranja Igea tiene la espina clavada, por el veto de Rivera a una alianza con el sanchismo en 2019, y en el gobierno regional castellanoleonés, del que es media parte, también juega a hacer oposición al PP desde su silla. De otra manera, pero sostenida en el tiempo, Aguado airea sus discrepancias en la Comunidad de Madrid para que la brecha no se cierre. Después del éxito en Cataluña, también Vox busca hueco futuro, jugando a elecciones anticipadas en Madrid, dentro de los gobiernos del PP. Hay que allanar el camino de la sustitución. Tras el fracaso de Rivera, se andan con tiento. Resulta mucho más útil hacer lo mismo que Iglesias con Sánchez. Ruido, jaleo y patatas a la importancia. Que parezca que siempre ocurre algo. O se hacen notar o no hay nada. El runrún engorda el bollo y evita el hoyo.

Agitar y propagar

Tras una campaña electoral catalana muy alborotada y una agenda particular aireada a los cuatro vientos, el vicepresidente Iglesias ha mandado bajar el volumen. Fuera del Gobierno, Podemos solo sería un turno de palabra en el Congreso. Dentro del Consejo de Ministros tiene sitio y maza para darle al bombo. Como en las gradas de animación de los estadios. Lo de menos es el juego, importa griterío al ritmo y compás que marque el del megáfono. Iglesias eleva la tensión para hacerse notar y sobre todo recordarle a Sánchez lo mismo que el presidente le demuestra con sus planificados silencios. Si alguno de los dos cede, fin de la conjunción planetaria. En todas las peleas habidas en febrero, en el interior del Gobierno, apenas se ha sabido del presidente, sin noticias de Sánchez. El número uno del Gobierno escoge un plano elevado, como si fuera un jefe de Estado. Deja que sus ministros riñan con Iglesias y los suyos. Pero, claro todo tiene su límite. Iglesias ha dedicado en lo que va de año más tiempo a ser oposición a la mitad del Gobierno que a otra tarea. Sin duda, se recrea en el papel porque le permite no dejar de agitar y propagar. El juego va a continuar. Ambas partes gustan del tipo de relación que mantienen. Gobierno y oposición dentro del Gobierno.

Al otro lado, en la teórica ubicación de oposición, bastante tiene Casado con seguir cada día escuchando cómo le dicen lo que tiene que hacer. Parece un seleccionador nacional de fútbol en mitad de un Mundial después de perder un partido. Todos saben mucho más que él. O reacciona, o cualquier mañana le nombran a un sustituto. Sánchez e Iglesias disfrutan de un espectáculo que les garantiza una larga estancia en el poder. Cuanto más crezca Vox, mucho mejor para el relato de las próximas elecciones. O Sánchez o la ultraderecha. Mientras tanto, cuerda a Iglesias, con tiras y aflojas del ronzal. No hay problema con el dinero. La barra libre de gastar no se cierra en un par de años, por obra y gracia de la Unión Europea y su paraguas de hierro. El Gobierno de coalición anuncia larga vida hasta la próxima década. España vive un tiempo político extraño, una nueva política de oposición dentro del Gobierno con amenazas de mociones de censura intramuros. Todo un caso de estudio sobre la conservación del poder como sea.

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