Cuanto más se afana Pedro Sánchez en decir que a PSOE y Podemos ”nos unen más cosas de las que nos separan”, más parece un intento desesperado por salvar lo insalvable, la coalición de gobierno; y más se desgañita Pablo Iglesias en advertirle que “va a pagar” su alianza con el PP y Vox para cambiar la Ley del solo sí es sí; esa norma concebida para combatir más y mejor la violencia sexual contra las mujeres, que ha terminado convirtiéndose en una suma y sigue facilitador de la rebaja de condena a 726 violadores y 76 excarcelaciones… hasta el momento.
El emérito Iglesias, su pareja Irene Montero y la secretaria general de Podemos, Ione Belarra -ambas siguen sentadas en el Consejo de Ministros y tienen que mirar a los ojos a sus compañeros socialistas ”traidores al feminismo”- se expresan en un tono tan retador que van a dejar, no ya la coalición, la simple convivencia en la bancada izquierda del Congreso imposible para vos y para mi, como decía Luis Mejía a Don Juan Tenorio de Doña Inés; y eso es letal a dos meses de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo y a ocho de las próximas elecciones generales.
¿Qué buscan ellos y el portavoz parlamentario morado, Pablo Echenique -cada vez que abre la boca o escribe un tuit sube el pan-, hablando de una vuelta al ”código penal de La Manada”? ¿Qué buscaban este lunes al hablar ya de ”voto de la verguenza” del presidente del Gobierno y los otros 119 diputados socialistas, cuando, en teoría, todavía quedaban 24 horas para cerrar cualquier la posibilidad de acuerdo? ¿Se puede pedir al alguien que se tenga una mínima estima personal que se siente a negociar … o lo que se pretende es justamente lo contrario?
Al disparate este no hemos llegado por casualidad. Aunque solo fuera para evitar la alarma social provocada por cientos de rebajas de pena y excarcelaciones, la ley debió ser corregida ya en diciembre, cuando el Supremo evitó sentar jurisprudencia para analizar las rebajas violador a violador
Sigo: ¿Dónde están las siete contrapropuestas que la ministra de Igualdad asegura haber enviado a su colega de Justicia, Pilar Llop, para enmendar la proposición socialista de reforma de la ley? ¿Qué pretende Podemos, humillar al socio mayoritario, enfrentarlo a una opinión pública que, en este caso, está mayoritariamente del lado de ese sentido común que clama por cambiar una ley que ha acabado por provocar miedo entre las mujeres?
Al disparate que estamos viviendo no hemos llegado por casualidad. Aunque solo fuera para evitar la alarma social provocada por semejante goteo, la ley debió ser corregida en el Consejo de Ministros inmediatamente después del 29 de noviembre, día en que el Tribunal Supremo advirtió que no esperáramos jurisprudencia alguna, que hay que analizar las condenas reo a reo, violador a violador. Entonces llevábamos un mes de aplicación de la norma y todavía no se habían notado sus perniciosos efectos; era el momento para haber actuado sin coste político ese mero retoque “técnico”, en el que aún hoy insiste Pedro Sánchez con más voluntad que acierto.
Pero ahora ya es tarde porque, a dos meses de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, todo es política, y de la peor estofa. Sólo había que oír ayer a la portavoz morada, Lucía Muñoz, acusar en el Congreso a sus socios de cambiar la ley ”aliándose con un puñado de fascistas“ (Sic) del PP y Vox.
La batalla en el seno de la coalición de izquierdas se ha vuelto tan agria y despiadada, buscando el hígado del contrario en cada golpe, como en el boxeo, que se antoja poco menos que un desiderátum dirigirse la palabra siquiera en el café y el pincho de tortilla que se toman los ministros antes de cada consejo; ese momento de relax previo a la batalla normativa protegida por el secreto deliberativo.
En el café & pincho previo al Consejo de Ministros los corrillos están bien delimitados hace meses: de un lado, los socialistas, con alguna incursión de Yolanda Díaz; por otro, Montero & Belarra. No hace falta ser un lince para adivinar miradas asesinas este martes
Cuentan miembros de ese Consejo de Ministros que, incluso en torno a ese café, desde hace meses los corrillos están bien delimitados: por un lado, los ministros socialistas, con alguna incursión de la vicepresidenta Yolanda Díaz en el chascarrillo; por otro, Montero & Belarra liderando el corrillo morado. No hace falta ser un lince para adivinar las miradas asesinas en el café de este martes; con esa Margarita Robles, ministra de Defensa, pidiendo horas antes a su compañera de gabinete Belarra que “sea más humilde” (sic) porque no había nacido cuando el PSOE, que tiene 140 años, y ella misma ya estaban trabajando por los derechos de la mujer.
La tensión, que durante tres años estuvo confinada entre las cuatro paredes de La Moncloa, como mucho alguna declaración desabrida que los periodistas nos encargábamos de enmarcar en los roces lógicos de toda coalición, ha acabado haciéndose patente en el peor momento y pasará factura a para los dos socios; insisto, a los dos socios, por más que Podemos se autoengañe con la idea de que esto va a pasar más factura a los socialistas, porque estamos ante el típico conflicto de intereses en torno a algo que suscita máximo consenso.
Hay que cambiar una ley fallida cuyos posibles efectos nocivos en la seguridad de nuestras calles no son culpa de cuatro ”jueces fachas” e, incomprensiblemente, Podemos ha dejado que PP y Vox tengan que salir en su auxilio -sí, en el suyo también aunque no quieren verlo- dejando que el Congreso siga la tramitación de la propuesta de reforma socialista. Y no solo eso, en un ejercicio de irresponsabilidad manifiesta, los morados se han propuesto incendiar la calle este 8M contra su socio al grito de ”¡traidor!”… y les puede salir el tiro por la culata. Atentos.