El pasado marzo, Pablo Iglesias tuvo otro de sus tradicionales cortocircuitos al arremeter contra Elizabeth Duval, al grito de “Señora, suélteme el brazo” (el drama, por lo visto, radicaba en que Duval había pedido más cordialidad y menos “fuego amigo” en los debates del campo progresista). Lo peor, como tantas veces, era el tono: el capo de Podemos siempre sudó tinta china para mantener el discurso institucional cuando era vicepresidente, así que poco sorprenden los quilombos cotidianos que monta con su cafetera y su cuenta Twitter (pronto más y mejor con Canal Red, su nueva aventura como youtuber con frecuencia televisiva).
La réplica destemplada a Duval fue su mayor ida de olla desde otra similar en verano de 2015: cuando gritó a Garzón en la SER aquello de “Cuécete en tu salsa de estrellas rojas, pero no te acerques”. Poco después, Iglesias le hizo ministro y él mismo procedió a convertirse en un ‘hooligan’ estalinista al que nadie de su círculo se atrevía a avisar de que había terminado la Guerra Fría. Va camino de batir el récord de Onoda Hiro, aquel soldado japonés que no descubrió el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1974. De hecho, igual Iglesias ya ha batido la plusmarca: Hiro tardó 29 años en enterarse de la victoria aliada, mientras Iglesias lleva 34 temporadas ignorando la caída del Muro de Berlín. .
Recuerdo el momento exacto en que me di cuenta de que Iglesias nunca quiso ganar, sino solamente desplegar su figura en los medios: fue al inicio de su campaña contra Isabel Díaz Ayuso, cuando tomó la decisión de dar su primera entrevista como candidato al Gran Wyoming en vez de a un periodista con el perfil de Carlos Alsina y Vicente Vallés. En ese mismo instante, confirmó dos problemas muy visibles: no había entendido nada de Gramsci y prefería tomar botellines con los colegas y su alumnado en la calle Argumosa antes que plantar batalla política a sus enemigos. Izquierdita ladradora, poco mordedora.
Izquierda a lomos del caballo blanco
También podemos llamarla 'izquierda fantasiosa'. Releyendo estos días un ensayo de Erik Olin Wright, titulado Comprender las clases sociales, encontré este párrafo que me hizo pensar en cómo debe sentirse Iglesias cuando realiza estos ataques furibundos desde sus redes: “Tenía al principio visiones de batallas gloriosas por el paradigma de valerosos caballeros marxistas, lanza en ristre, que descabalgaban a los rivales burgueses en una justa cuantitativamente dramática. Y lo que es más: veía en la fantasía al vencido concediendo su derrota y cambiando de caballo en consecuencia”. Lo que Olin Wright se reprochaba como falsa conciencia juvenil, Iglesias parece tenerlo todo el rato a flor de piel, la idea de que está aquí para salvarnos de nosotros mismos.
Recientemente Iglesias ha pedido perdón a Duval, pero sin reconocer ningún error por su parte. Se disculpa, pero en su mensaje más bien parece que la perdona o le levanta un castigo. El cambio de actitud obedece a que ahora Duval forma parte de la lista ganadora del Sindicato de Periodistas encabezada por Sergio Gregori, un comunicador del círculo cercano de Iglesias. Hace tiempo que la izquierda ha entrado en una dinámica donde no importa el debate, ni los argumentos, solamente pertenecer a la pandillita correcta o no pertenecer a ella. Tanto invocar a Perry Anderson, Immanuel Wallerstein, Rita Segato, Slavoj Zizek y David Harvey para acabar sucumbiendo a las dinámicas de las series de instituto de Estados Unidos. Antes estabas con la casta o con el pueblo, ahora con Roures o con Ferreras.
Cada vez parece más sencillo imaginar el momento en que la izquierda del PSOE pase a ser algo parecido a una tribu urbana en vez de una opción de gobierno para España.
Clara Serra suena hoy como una de las pocas voces sensatas dentro de la izquierda española: “A veces parece como que si cuando te juntas a debatir políticamente con alguien que piensa cosas muy contrarias a ti estás traicionando tus ideas. A ver, que es el revés, estás defendiendo tus ideas más que nadie cuando vas a defenderlas donde no están conquistadas. Si debato mis ideas con gente que las comparte no creo que esas ideas estén ganando nada; las defiendo cuando voy a un terreno ajeno y hostil. Si eres feminista, hay que ir donde detestan tus ideas, justo ahí. Para mí eso es un compromiso: sentarte con el que piensa otra cosa”. Lo dijo el pasado mes de enero en el podcast cultural El sentido de la birra. Esta obviedad hoy suena rompedora.
Desconexión popular
El caso de Duval es muy llamativo. Antes un intelectual militante era aquel que decidía poner todos sus saberes, actividades y estrategias al servicio del proyecto político. Hoy parece que ocurra lo contrario: las principales figuras del progresismo han puesto todo su poder simbólico y mediático al servicio de la promoción de Elizabeth Duval, muy marcadamente en los casos de Antonio Ferreras y de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ambos muy comprometidos con el lanzamiento de su último ensayo, Melancolía. Parece que quieran hacerse cool por asociación en vez de crear redes de circulación de propuestas. Más allá del contenido del libro, creo que no es bueno para la autora (que se aleja tantos como lectores como se acerca, ambas cosas por motivos políticos) ni para quienes la apadrinan de esa manera (con más devoción que debate respecto a lo que pone sobre la mesa).
La izquierda española, cuyas discusiones sigo a diario desde hace más de tres décadas, atraviesa uno de sus peores momentos intelectuales. Por un lado, se muestra incómoda con el intercambio de ideas y por otro vive desconectada de la cultura popular. No comprenden la música popular del siglo XXI, ni que los jóvenes ya no son suyos por defecto, ni que las batallas de la Guerra Civil pillan ya tan lejos a su electorado potencial como nos pillaba a la Generación X la Guerra de Cuba; imaginen tratar de movilizar a los fans de Nirvana apelando a su frustración por la pérdida de nuestras últimas colonias de ultramar.
La frase más repetida en las columnas progresistas es la de Fredric Jameson que dice que hoy “nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Lo que no explica el lema es que cada vez parece más cercano el momento en que la izquierda del PSOE pase a ser algo parecido a una tribu urbana en vez de una opción de gobierno para España.
Petrarca
Iglesias es simplemente un payaso que ha logrado sobrevivir gracias a su inmensa maldad, pues vive rodeado de imbéciles que no conocen la bondad porque no tienen capacidad para entenderla.
Grossman
El auténtico tema es quien encumbró a este personaje tan mediocre a las tvs públicas y privadas. Dicen que fue Rajoy con su yaya Sáenz de Santamaria para dividir a la izquierda y bla, bla, bla, ahora tenemos basura televisiva de izquierdas y poder de mediocres. Las ideas de la izquierda es algo exagerado, es hablar de la nada con gaseosa, solo veo niñatos, infantiles, sin nivel intelectual, jugando a la política y a llevarse nuestro dinero. No hay más, el autor tiene c. Dedicar tiempo a estudiar lo que piensan estos, no piensan, solo tienen odio.
S.Johnson
"...También podemos llamarla 'izquierda fantasiosa'..." Creo que 'izquierda estúpida' le viene mejor. Pongamos pie a tierra. Por otra parte el desgraciado payaso Pablito Malabicha no es mas que lo que su propio nombre indica.
Norne Gaest
Es que los de Podemos y derivados nunca han dejado de ser tribus urbanas (marginales) de izquierda radical, solo que alimentadas años atrás por indignados o cabreados (derivados de la crisis económica de 2008- 2012) sin formación política y económica democrática (o sea liberal). Un caldo perfecto para el populismo, que por fortuna está remitiendo.
Aquiles
..."El fichaje estrella de Pablo Iglesias para sus medios, la periodista Inna Afinogenova, ha sido acusada de falsear noticias en su etapa como trabajadora del canal RT, Russia Today. La denuncia la ha realizado un excompañero suyo, Marc Golovanov, ex productor de ese canal. Y si hablamos de Rusia, al habla el periodista de EL PERIÓDICO Marc Marginedas."...
Aquiles
..."Melancolía, el nuevo libro de Elizabeth Duval".....Que lo compren los de Otegui , mongole...
vallecas
Iglesias no es nada, no aporta nada salvo resentimiento y odio. Iglesias es un tipo malo y oscuro al que usted (ustedes) le ponen un foco al dedicarle su columna.