Opinión

Jordi Évole y la teoría sobre el blanqueamiento de un asesino

Ser valiente requiere mucho más de lo que ofrece Jordi Évole. Para poder ir más allá del personaje del 'follonero' hacen falta más arrojo y una mayor capacidad de reflexión. Porque dejar huella no es sencillo para quienes bus

Ser valiente requiere mucho más de lo que ofrece Jordi Évole. Para poder ir más allá del personaje del 'follonero' hacen falta más arrojo y una mayor capacidad de reflexión. Porque dejar huella no es sencillo para quienes buscan la polémica por sistema para que se hable de ellos. Máxime si lo hacen tras haberse significado ideológicamente en reiteradas ocasiones y haberse convertido en parte de una causa... o en ariete de sus promotores.

Évole no es osado por entrevistar a Josu Ternera. En realidad, rema a favor de obra. Kenneth Branagh sí lo fue al rodar Belfast porque, en realidad, nadó contracorriente. Relató el chantaje, la extorsión y las presiones que sufrió una familia protestante en Irlanda del Norte durante los troubles de 1969 por parte de la minoría católica, hostigada y agredida por los británicos durante décadas, pero de cuya rebelión salieron monstruos como el IRA. El grupo armado que cometió atrocidades como la de Omagh, donde murieron 29 personas, todas ellas inocentes. Siempre son inocentes, aunque los bárbaros sostengan lo contrario en ocasiones.

En un momento en el que se había asumido que los principales responsables de la paz eran los que habían dejado de matar -curioso concepto posmoderno-, Branagh fue valiente y mostró las presiones que sufrieron 'los malos' por parte de 'los buenos' para abandonar sus casas y las calles donde crecieron y marcharse del Ulster, donde los protestantes eran mayoría. Una mayoría con grupos paramilitares de su lado también, para qué negarlo. Pero una mayoría que tuvo que hacer frente a auténticas atrocidades terroristas. Es cierto que la película mezcla churras con merinas y abunda en exceso -y de forma errónea- en el conflicto religioso, mientras que pasa de largo sobre los intolerables abusos de los protestantes y los británicos. Pese a todo, lanza un mensaje valiente contra quienes fueron despiadados terroristas.

El camino hacia 'la paz' es tan intrincado algunas veces y está tan salpicado por violencia y barbarie que resulta más preciso hablar de armisticio o de tensa calma que de ese concepto. Franco celebró los '25 años de paz' en un país sin libertades en el que la represión se extendió bastante más allá de la guerra. ¿Hasta qué punto se puede citar ese término cuando lo celebran los autoritarios o, directamente, los asesinos? Esa pregunta siempre es pertinente cuando se intenta instrumentalizar la paz. Y su respuesta no la ofrece Évole en su entrevista a Josu Ternera porque eso iría mucho más allá de la actividad de periodista-polemista. De follonero de canal supuestamente crítico con el poder.

Porque aquí la gran cuestión no es escuchar a un malnacido cuyos argumentos eran previsibles y cuya maldad está fuera de toda duda. Lo mollar de este asunto es lo siguiente: ¿estarían dispuestos los violentos a mantener la paz si se alterara una coma del guión que condujo a ella, el cual les resulta cómodo? Quien aspire a dejar huella y a componer una obra verdaderamente reveladora, debería aproximarse a esta cuestión.

Un gran engaño

Ahí se encuentra el punto más relevante de la realidad vasca actual, donde la izquierda abertzale se atribuye el mérito de la buena convivencia ante el asentimiento de unos partidos progresistas patrios que se niegan a aceptar que el terreno todavía es muy resbaladizo, por decirlo de algún modo. ¿Acaso se puede llamar paz a una situación en la que unos pueden celebrar multitudinarios homenajes a terroristas con delitos de sangre, pero los otros son apedreados cuando tratan de celebrar un mitin en unas cuantas localidades o cuando lucen una bandera española en una plaza? ¿Y qué ocurriría si las tumbas de los asesinos fueran ultrajadas como ocurrió como la de Miguel Ángel Blanco?

Podría decirse a simple vista que lo que aquí ocurre es que hay una situación de posguerra que no se quiere aceptar porque es demasiado dolorosa o porque no conviene. Pero cuando tras un conflicto uno de los bandos -el constitucionalista- tiene muchas más dificultades para expresar su sentir o sus opiniones que el otro -el de los exterroristas-, significa que uno ha ganado la batalla y el otro la ha perdido. A lo mejor desde el punto de vista policial el resultado fue incontestable. ¿Sucede así en el social? Desde luego, no parece que el abordaje más interesante para describir esta situación sea a través de una entrevista morbosa a Josu Ternera.

Tampoco es casualidad que se estrene en el Festival de Cine de San Sebastián en este momento histórico en el que Bildu podría estar muy cerca de conseguir el poder autonómico

Tampoco es casualidad que se estrene en el Festival de Cine de San Sebastián en este momento histórico en el que Bildu podría estar muy cerca de conseguir el poder autonómico, algo, por cierto, que sucedería muy probablemente con el apoyo de otras izquierdas. A lo mejor, del PSOE. En esas condiciones, cualquier esfuerzo por presentar a ETA como la consecuencia de un conflicto violento -así lo denomina Évole- será bien recibido. ¿Por qué digo esto? Por lo de siempre. Porque se recurre una y otra vez a la misma manipulación histórica. Porque no es lo mismo definir los actos terroristas como meros asesinatos a inocentes que como acciones que formaban parte de una guerra. Porque ya se sabe que en todas las guerras los dos bandos cometen atrocidades. Ahí está la verdadera perfidia de los autores de estos discursos.

Pescado podrido

Como escribía Miguel Ángel Idígoras hace unos días, hay obras que huelen a podrido desde el mismo momento de su presentación. Quizás no tanto por su contenido como por su intencionalidad o su oportunidad. No es necesario probar el pescado para comprobar que tiene un mal sabor cuando su aspecto es repugnante. Tampoco es un requisito indispensable el ver la película sobre Josu Ternera -que no es aduladora, por cierto- para cerciorarse de que es una mala idea o una idea mala. Si Évole pretendía polemizar para que hablaran de él, desde luego, lo ha hecho a costa de mostrar a la izquierda abertzale el testimonio de un desalmado que considera que arrepentirse de la actividad criminal es un error. Y si Évole tenía alguna otra intención, basada en alguna agenda u odio oculto (que en realidad no está tan escondido), se puede decir que ha cumplido su misión.

Lo único que se le puede desear es que nunca le toque ser víctima y enfrentarse a este tipo de iniciativas audiovisuales. ¿Tiene interés periodístico una entrevista a Ternera? Depende de lo que esté dispuesto a decir. ¿Persiguen otros fines los autores y los programadores (la lamentable Netflix incluida), más allá del informativo? Quizás ahí esté la clave. Hay personas y empresas que ya no engañan a nadie cuando hablan de 'objetividad' y de 'interés periodístico'.

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