Opinión

Los jóvenes españoles y la tentación de la dictadura

Los menores de 24 prefieren seguridad económica al actual sistema político, algo que no sorprendería a uno de nuestros grandes genios políticos

Se acumula la evidencia. El último informe sobre valores del Centro de Estudios de Opinión (CEO), equivalente catalán del CIS, reveló hace dos semanas que los jóvenes de entre 16 y 24 años son los más dispuestos a renunciar a vivir en un país gobernado de manera democrática si a cambio se les garantiza un nivel digno de vida. Hace un par de días, El País publicaba un sondeo que mostraba que ese mismo tramo, los jóvenes de 18 a 24, era el más fuerte de Vox (22%), un partido democrático pero autoritario (sin duda el más demonizado por los medios, a pesar de que la realidad ha ido confirmando alguna de sus tesis más impopulares). Según nuestro propio CIS, los menores de 35 años son los españoles que menos creen que la democracia sea mejor que cualquier otra forma de gobierno. De hecho, un 12% defiende que en algunas circunstancias un gobierno autoritario es preferible a uno democrático.

No es un fenómeno español: basta ver los resultados electorales en países tan distintos como Italia, El Salvador y Estados Unidos, donde las opciones de orden ganan o crecen de manera significativa, a pesar de la hostilidad de la mayoría de los medios de comunicación. Muchos liberales atribuyen estos datos al hecho de que los jóvenes no han vivido jamás una dictadura. Es cierto, y seguramente influye, pero lo que sí han sufrido es una democracia liberal como la española, con sus altos niveles de paro, imposibilidad de acceso a la vivienda -incluso, en alquiler- y récords de gresca política estéril. Al cumplir la mayoría de edad, se han encontrado una sociedad basada en vínculos débiles, con instituciones en descomposición y un mercado laboral donde los contactos pesan mucho más que el mérito.

Todo esto me pilló leyendo una espléndida antología Donoso Cortés: la razón antiliberal (Ubi sunt), selección del joven politólogo Yesurún Moreno Gallardo con prólogo del prestigioso Dalmacio Negro. Deslumbra recordar ahora la lucidez de Juan Donoso Cortés, primer marqués de Valdegamas, un realista reaccionario que defendió la religión católica como espacio de libertad frente a la política progresista. Su capacidad de análisis llegaba al punto de predecir que era más probable una revolución obrera en San Petersburgo que en Londres, cuando Marx pensó que en Rusia no había apenas posibilidades. Todo esto casi un siglo antes del levantamiento bolchevique.

Donoso Cortés, profético

Las palabras de Donoso resuenan con fuerza en estos años de sanchismo, como deja claro el prólogo de Dalmacio Negro. “No hay autócrata -más claro, déspota o tirano- que no presuma de ser demócrata. Y, como dijo Robert Spaemann poco antes de morir, los estados actuales son totalitarios aunque se proclamen ‘liberales’. Una suerte de dictaduras encubiertas”. Donoso creía en el principio de derecho romano que reza Salus populi suprema lex est, algo que defendió en público, por ejemplo, en su vehemente discurso parlamentario para el proyecto de ley sobre los estados de excepción. “El pueblo no se queja, no puede quejarse, de una dictadura que lo salva”, defiende, una frase que puede servir de mucho a la hora de comprender la actual deriva autoritaria del planeta. ¿Por qué la gente corriente percibe a ciertos dictadores, con o sin comillas, como preferibles a autoproclamados demócratas?

Donoso vio claro hace dos siglos que el catolicismo y la tradición eran la mejor defensa frente a los espejismos progresistas

Donoso ofrece una explicación clara en nuestro Congreso de los Diputados, durante una aplaudida intervención en enero de 1849: “Señores, si se tratara aquí de elegir, de escoger entre la libertad, por un lado, y la dictadura, por otro, aquí no habría disenso ninguno; porque ¿quién pudiendo abrazarse con la libertad se hinca de rodillas ante la dictadura? Pues no es ésta la cuestión. La libertad no existe de hecho en Europa, los gobiernos constitucionales que la representan años atrás, no son ya en casi todas partes, señores, sino un armazón, un esqueleto sin vida”, proclama. “Se trata de escoger entre la dictadura que viene de abajo y la dictadura que viene de arriba; yo escojo la que viene de arriba, porque viene de regiones más limpias y serenas; se trata de escoger entre la dictadura del puño y la dictadura del sable; yo escojo la dictadura del sable, porque es más noble”, remata.

Muchas cosas han cambiado desde el siglo XIX. La más notable: que la izquierda ha devenido en tecnocracia para aliarse con las élites globales. Por contra, cierta derecha se ha vuelto autoritaria y ha encontrado sus bases políticas en la gente común y corriente. Ya no está tan claro quién representa al puñal y quién a la espada, pero no es difícil percibir dónde está la opción “más noble”. Donoso vio claro hace dos siglos que el catolicismo y los clásicos son la mejor defensa frente a los espejismos progresistas.

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