El hallazgo periodístico de las presuntas trapacerías del hermano del presidente del Gobierno viene a caer ahora en tromba sobre la familia de La Moncloa como un episodio más de aquella comedia de los 60 que afamó ese título, y en la que el protagonista se veía cada minuto más solo bregando con la tribu entera y sus problemas. Es verdad que, a la altura de esta otra película, son ya demasiados los responsables del partido en el Gobierno que han debido soportar o consentir –eso no se ha aclarado en ningún caso— las malas artes de hermanos, sobrinos, cuñados y hasta esposas legítimas, pero en esta ocasión el caso llega con agravante incorporado al incluirse fatalmente en la ya larga saga de parientes presuntos investigados, imputados y hasta posiblemente convictos que gravitan sobre el entorno, ciertamente enfangado, de Sánchez. Porque es incluso posible que apenas recordemos ya el montaje que, sin salir del Congreso, urdió Tito Berni o el espectacular atribuido al famoso y ubicuo Koldo y su ministro Ábalos, pero cualquiera puede entender que un hermano añadido a la propia esposa resulta ya, con toda evidencia, demasiado.
Qué sería de esos negacionistas si les faltara la famosa foto del paseo en yate con el narco o el comodín de la ultraderecha no es posible imaginarlo siquiera
¿Qué hará falta que ocurra todavía en el lodazal de la actual política española para que esta insólita situación estalle? No lo sabemos, pero lo cierto es que, llegados a este ominoso punto, ocurra lo que fuere, al día siguiente habremos de desayunarnos con algún nuevo lío y el consiguiente relato exculpatorio repetido coralmente por esos ministros fieles al guion que, sin excepción, alargarán cada uno su índice señalando hasta demonizarlo al líder de la oposición. Qué sería de esos negacionistas si les faltara la famosa foto del paseo en yate con el narco o el comodín de la ultraderecha no es posible imaginarlo siquiera, como no lo sería –a pesar de estar todos ellos sostenidos en vilo por los antisistema, post-etarras y golpistas ahora indultados o amnistiados—si el tosco radicalismo de las hijuelas derechistas no les sirviera en bandeja esa descalificatoria consigna contra el fastasmón de la ultraderecha que, tal vez por reacción a peripecias como la del sanchismo, amenaza hoy con enseñorearse por doquier de la vieja Europa.
Y veremos, en todo caso, cómo la caldera catalana a punto de estallar, los mangazos perpetrados durante la pandemia por tirios y troyanos, el desplome electoral de ese complaciente partenaire que ha sido siempre la derecha vasca o el berlanguiano cisma de las monjitas de Belorado mismo, quién sabe quién o qué, acabarán superponiendo sus imágenes hasta invisibilizar esa foto de familia nada ejemplar.
Porque la verdad es que, tras el carajal protagonizado por el “hermanísimo” resulta ya inempeorable la situación de un actual presidente cercado, ante su evidente aquiescencia, por la rapacidad de sus deudos más cercanos, justo cuando en los EEUU un presidente cuestionadísimo resiste sin despeinarse, incluso con las elecciones a la vista, el proceso y condena de su hijo. Aquí no, aquí no hay más valor que la conveniencia del Jefe, su interés personal o, por resumirlo en dos solemnes palabras, su ambición. Acaso nunca la suerte de España, su destino, en definitiva, se subastó más barata en la almoneda postmoderna. Ni nunca el saqueo fue tan palpable, tan público, como ahora.
Al proverbial marrullero Lerroux le costó la carrera el mangazo de un sobrino que, a su sombra, introdujo en nuestros casinos un inocente juego llamado el “estraperlo”
¿Qué hará falta que ocurra todavía en este Patio de Monipodio, en este Puerto de Arrebatacapas, para que estalle la ominosa caldera del agio generalizado? Al proverbial marrullero Lerroux le costó la carrera el mangazo de un sobrino que, a su sombra, introdujo en nuestros casinos un inocente juego llamado el “estraperlo”, y a Biden el sapo intragable de un hijo delincuente. A Sánchez, en cambio, ni lo inmutan sus oprobios. Al fin y al cabo, como predicó Karl Schmitt, la ley no es ni más ni menos que la voluntad del Jefe. Vean cómo, sin apenas darnos cuenta, hemos llegado al precipicio al que nos asomamos animados por la inconsciencia. Temo en todo caso que, dadas las circunstancias, ni la señora ni el hermano de Sánchez tengan motivos para inquietarse como los tendrían en cualquier democracia respetada. Cuando el profesor Antonio Elorza habla de la “familiarización del Estado” está radiografiando con admirable precisión no sólo el abuso de un aventurero sin escrúpulos sino el cuerpo gravemente enfermo de la sociedad española.
xsibai
Es que no son "pareja". La mujer del Presidente de Turquía es Primera Dama. Sin embargo, la mujer del Presidente del Gobierno o del Consejo de Ministros, no lo es.
Tamaratamaral
Me llamó ayer la atención ver a la mujer del presidente de la mano de la esposa del lider turco,,era, para mí, algo raro..no se porque