Para ser que la exdirectora de la Institució de les Lletres Catalanes juraba que jamás entraría en política, a la que Puigdemont la guiñó el ojo se precipitó hacia el escaño. Normal. En poco tiempo se incorporó a las listas de Junts per Catalunya como “independiente”, encabezó la misma con un desparpajo que dejó a más de uno con los ojos como platos y se instaló en el Parlament. Y como tren que ve, tren que pilla, con la fuga del conseller de cultura Lluís Puig se colocó en su sitio que ya sabemos de qué va: dinerito para amiguetes y al resto que les den por traspuntín. Tangencialmente, la señora Laura Borràs está investigada por el Supremo debido al fraccionamiento de contratos cuando estaba en lo de las letras catalanas y tal.
Tras abandonar la Consellería en 2019 para irse a los madriles como número dos de JxCat y ocupar un escaño junto a los españolazos – ecccs, quin fàstic -, Borràs ha sido elegida como candidata de JxCat, el partido de Puigdemont, Torra, Rahola, el del patinete y de los inasequibles al desaliento. Algo ha debido funcionar mal, porque el candidato por el que apostaban los presos Turull, Rull i Forn, Damià Calvet, Conseller de Territorio y Sostenibilidad, ha perdido. Algunos aseguran que el de Waterloo quería una persona independentista “de piedra picada”, y a pesar de que Calvet no sea un gorrión, no le debió parecer suficiente al fugado. Sucede lo mismo al revés, porque la candidata del PDeCAT – ya saben que la neo convergencia se ha roto en dos – Àngels Chacón decía a propósito de las declaraciones de Borràs sobre que la suya sería una candidatura “netamente independentista” lo siguiente: "A mí este purismo me da miedo, no me suena a integración ni a suma, me suena a exclusión, a verdad absoluta". Para que diga esto alguien del PDeCAT, muy gordo lo tiene que ver.
Quizá ese sea el secreto de la meteórica carrera de Borràs en las filas lazis. Su condición de talibana, solo equiparable a la de Pilar Rahola, la lleva a decir que no todos los que se presentan como independentistas lo son, en alusión a Esquerra. Ya puede ir preparándose Gabrielito, porque en estos comicios catalanes le esperan en las esquinas sus antiguos socios. No sé qué pensará cuando Borràs dice refiriéndose a él: “Yo le puedo mirar a los ojos, él no lo sé”. Total, porque Rufián dijo que era una pija, pobrecita Borràs, que va de súper izquierdosa.
Así que uno empieza a comprender qué se precisa para, en solo dos años, llegar a la cima de la pirámide alimenticia separata
Así que uno empieza a comprender qué se precisa para, en solo dos años, llegar a la cima de la pirámide alimenticia separata. Fanatismo, adulación al líder – Puigdemont en este caso -, pasar por encima de los cadáveres políticos que sean precisos y no conocer ni a tu padre cuando se trata de ganar. El mérito personal, la capacidad ideológica, el fuste moral, la empatía con la gente, el respeto al distinto o la firmeza en la convicción democrática son absolutamente prescindibles. Aunque, si bien lo miramos, el conjunto de la política en España adolece de los mismos defectos. Si a Borràs le importa una higa todo el que no sea separatista de su palo, a los que nos gobiernan le importa dos pitos el conjunto del país.
Por eso Sánchez se halla comodísimo entre tales compañías. Nadie entre esa troupe puede hacerle recordar su propia mediocridad y su falta de escrúpulos. Son tal para cual. Eso posibilita que lleguen a acuerdos e incluso a hacerse el amigo invisible en estas próximas fiestas. Entenderse entre seres así no resulta difícil, porque lo único que les interesa es su propio ombligo y todo lo que caiga más lejos es territorio desconocido. Peor todavía, es territorio sin el menor interés.
Vivimos una época en la que hasta los calamares a la romana tienen más empatía que ciertos políticos.