Dice el diccionario que liberalismo es la doctrina política, económica y social, nacida a finales del siglo XVIII, que defiende la libertad del individuo y una intervención mínima del estado en la vida social y económica. Nada más. Yo añadiría que nada menos.
No vamos a detallar en este artículo, por sobradamente conocidas, las fuentes de las que bebe el liberalismo, pues son multitud: Locke, Tocqueville, Hayek, Popper, Friedman, Rawls… En España, el movimiento político liberal, se inició en la Guerra de Independencia Española y tuvo como texto referente la Constitución de 1812. Va a cumplir ya casi los 210 años. Durante estos más de 200 años, han sido varios los intentos de consolidar en España un partido político netamente liberal, con mayor, o menor fortuna. Desde la Constitución del 78 podemos recordar como mejores opciones el CDS, con Suárez a la cabeza, la Unión Liberal de Pedro Schwartz, o el experimento del Partido Reformista Democrático de la llamada “operación Roca”.
Defensa de valores
También ha habido personas valiosas que se definieron liberales y que, a falta de un proyecto político liberal solvente, acabaron integrándose en el partido conservador por antonomasia. Son los casos de Areilza, Garrigues Walker, o más reciente y siempre polémicos, Rodrigo Rato, o Esperanza Aguirre.
Y así, hasta la irrupción de Ciudadanos en la política española. Un partido que, desde su nacimiento, se ha caracterizado por la defensa de los valores liberales. Heredero del liberalismo gaditano de la “Revolución española”, término que se usa para referirse al “proceso que comenzó en 1808 y terminó en la Restauración de 1875 y consistió en la búsqueda por las clases medias de un régimen político que combinara la libertad con el orden”, en palabras de Jorge Vilches.
Como a buen seguro sabrán muchos de ustedes, hace unos días Ciudadanos celebró una convención política con la finalidad de renovar su compromiso exclusivamente liberal. No estuvo solo. Le acompañaron sus socios en el Parlamento Europeo de Renew Europe -antes ALDE-, tercera fuerza política en Europa que agrupa a todos los partidos liberales presentes en dicho Parlamento. Allí, junto a las bases y muchos cargos electos de Ciudadanos, se dieron cita los presidentes de los partidos liberales en Rumanía, Alemania, Hungría, o Portugal.
Ejes de identidad
Los ejes de identidad del liberalismo quedaron claramente especificados de nuevo: libertad del individuo, mínima intervención del estado, respeto a la separación de poderes y el Estado de Derecho por encima de todas las cosas. O, como lo expresó Pedro J. Ramírez en dicha convención, “los liberales solo deben conocer dos límites: la libertad de los demás y el respeto a la legalidad”
Y frente a este espacio de libertad que significa el liberalismo, el resto de las ideas políticas. Dicho de otra forma, lo que no es liberal es lo iliberal. ¿Qué es lo iliberal entonces? Desde luego los populismos. Pero también el conservadurismo, el socialismo, el comunismo. Cierto que unos y otros en mayor o menor medida. El comunismo es profundamente iliberal, pues ataca la propiedad privada, base del respeto a la libertad del individuo. El conservadurismo se define como liberal en lo económico, pero se olvida de la libertad a decidir cómo y con quien vivir, como y cuándo morir, cómo se puede ser madre, o cómo no deben repartirse los jueces, o controlarse las televisiones públicas. El socialismo, en cambio, se define como progresista y social, pero ¿es progreso subir los impuestos? Y, ¿excluir la transexualidad de la identidad de género es progreso? ¿Es progreso para los españoles pactar con separatistas, herederos de terroristas y comunistas?
El proyecto liberal es profundamente progresista. También reformador, pues sin reformas de calado, sin avance en nuestras libertades y nuestro estado de derecho, no hay progreso
Solo la libertad garantiza el progreso. Libertad para decidir, para elegir que educación queremos para nuestros hijos, que modelo de vivienda queremos y cuantas podemos permitirnos. El proyecto liberal es profundamente progresista. También reformador, pues sin reformas de calado, sin avance en nuestras libertades y nuestro estado de derecho, no hay progreso.
En muchas ocasiones al liberalismo se le acusa de equidistante. Es evidentemente una mentira interesada. El liberalismo predica el dialogo con los más cercanos a sus posiciones. El liberalismo unas veces está más cerca de algunos postulados de la izquierda y otras de la derecha, e intenta con ambos cerrar acuerdos sobre la base de las libertades y el Estado de Derecho. Por eso al liberalismo le atacan desde tres extremos, la extrema izquierda, la extrema derecha y el separatismo extremista. Y tanto socialistas como conservadores desean que desaparezca. Les pone a ambos frente a un espejo sin deformaciones. Limpio, puro.
Empobrecimiento del debate
Por eso el espacio liberal es más importante que nunca en España. Porque cuando el espacio liberal se debilita, se achica, el debate se empobrece, se dialoga menos y no se anteponen las libertades y derechos de los ciudadanos en le centro del debate político. Cuando el liberalismo no es fuerte, se anteponen los intereses de partido, o de personas, al resto. Tocqueville lo expresó con claridad 200 años atrás, cuando nació el liberalismo español, “en cualquier época yo habría amado la libertad, pero en los tiempos que corren me inclino a adorarla.” Si aquellos eran tiempos complejos para la libertad, estos de 200 años atrás no lo son menos.
Como dijo Inés Arrimadas en la clausura de la convención liberal, “no vamos a parar. Nosotros no nos rendimos nunca y no se puede vencer a quien nunca se rinde.”