Opinión

Los muertos que no importan a nadie

La sanidad pública mental está exactamente igual o incluso peor que hace 30 años

  • La joven sevillana fallecida por cáncer, Elena Huelva

Esta semana falleció Elena Huelva, una activista por la lucha contra el cáncer, que padecía sarcoma de Ewing. Su muerte se ha hecho viral y sería un valioso homenaje, si no fuera por el afán de unos y otros de usar cualquier cosa para hacer política, incluso la muerte de una muchacha de apenas veinte años.

Todo el mundo parece de pronto muy indignado porque a la investigación contra el cáncer se le destinan unos recursos muy escasos. Aunque pueden parecer mucho los casi 500 millones dedicados a este propósito, si los comparamos con los más de 20.000 millones otorgados al Ministerio de Igualdad, no sé qué sensación os produce a vosotros, a mí me dan ganas de vomitar.

Vaya por delante que todas las muertes me parecen igual de tristes y lamentables. No se puede decir que una vida vale más que otra, pero lo que sí se puede hacer es valorar el número de fallecimientos por sus causas.

Sé que muchos pensáis que no es justo, que muere mucha más gente de cáncer que por machismo. Al año son unas 50 mujeres las que pierden la vida por esa supuesta "violencia machista". Si esto os parece que no tiene sentido, a ver si alguien puede explicarme qué pasa con otras muertes que parece que no le importan a nadie.

La gente se pregunta cómo es que nadie pudo ayudarla, las redes sociales se llenan del hashtag #StopSuicidios y al mes ya nadie se acuerda de que tenemos un problema serio

En este país se suicida una persona cada dos horas. Doce personas al día se quitan la vida, casi cinco mil al año. Pero nadie habla de esto. Por lo que sea, no interesa a los medios de comunicación ni tampoco al gobierno.

Un día ves en televisión a Verónica Forqué, hablando de lo bien que está y que ha superado su depresión, y a las pocas semanas vuelves a ver su cara en la pantalla, pero como una imagen fija de fondo, en un noticiero que te cuenta que la actriz se quitó la vida. Entonces todo el mundo clama al cielo, la gente se pregunta cómo es que nadie pudo ayudarla, las redes sociales se llenan del hashtag #StopSuicidios y al mes ya nadie se acuerda de que tenemos un problema serio, porque miles y miles de personas al año deciden dejar de vivir.

Si no has tenido depresión ni padeces ninguna enfermedad mental, el absoluto caos que reina en la sanidad mental pública te resultará totalmente ajeno. La cuestión no es cuánto se invierte en sanidad, sino qué se hace por mejorar esta parte tan importante, que tiene más víctimas que el cáncer, que los accidentes de tráfico, que el machismo y que cualquier otra cosa que se te pase por la cabeza. No se hace nada, absolutamente nada.

La sanidad pública mental está exactamente igual o incluso peor que hace 30 años. ¿Cómo lo sé? Porque yo tuve que batallar con ella y, lo que sucedía entonces, sigue igual en la actualidad. Si llamas para pedir cita o te deriva tu médico de cabecera, aunque digas que tienes ideas suicidas, te dan hora para dentro de 3 o 4 meses. A no ser que ya te hayas reventado de alguna manera sin conseguir irte para el otro barrio, entonces sí te dan prioridad, pero no os penséis que te van a ver al día siguiente.

Si consigues llegar vivo a esa consulta, el psiquiatra te dará el famoso "kit de la depresión". A todo el mundo le recetan lo mismo, aunque hay pacientes de depresión a los que lo único que les funciona son los antiepilépticos. Si ese es tu caso, estás vendido, porque el seguimiento que te van a hacer es verte cada cuatro meses para confirmar si sigues vivo, (si no acudes tampoco van a llamar para preguntar si te has tirado por el acueducto de Segovia), y si necesitas aumentar la dosis para dormir, te esté funcionando la medicación o no.

Todo esto igual desde hace treinta años. Que me explique a mí el Gobierno de qué le sirve la medallita que se quiso colgar creando un teléfono anti-suicidios. Lo ideal sería que te convencieran para ir a ver a un especialista y te dieran la cita para ya mismo, pero no. Es un teléfono para llorar y que alguien te escuche. El mítico teléfono de la esperanza ha vuelto y este Gobierno, como siempre, reinventando la rueda. ¿Realmente alguien cree que una persona que piensa en suicidarse va a llamar a ese teléfono para pedir ayuda o para que le disuadan de no quitarse la vida? Solamente lo puede creer alguien que no ha pasado por ello o que no tiene la más remota idea de cómo ataca la depresión o de cómo se trata. El Gobierno debería tener asesores expertos para estas cosas, pero prefiere hacer marketing creando un teléfono inservible, que queda muy bien a vista de los que usan un par de veces al año el #stopsuicidios, en su cuenta de Twitter.

Yo pude permitirme pagar un especialista privado, que me puso el tratamiento que necesitaba para poder vivir con normalidad, después de quince años de ser maltratada por la sanidad pública

La depresión es una enfermedad mortal. El fatal desenlace de esta enfermedad mental no es otro que la muerte. Pero hay muchas otras enfermedades mentales con malos finales similares.

¿Por qué a nadie le importa esto? ¿Por qué a nadie le importa que nuestra sanidad mental pública no funcione, mientras muchos estamos enterrando amigos y familiares por estas enfermedades? Yo tuve suerte, porque pude permitirme en su momento pagar un especialista privado, que me puso el tratamiento que yo necesitaba para poder vivir con normalidad, después de quince años de ser maltratada por la sanidad pública. Pero no solo muchos no pueden pagar un tratamiento por lo privado, sino que, aprovechando lo desatendidos que están estos pacientes, proliferan los vende humos como amapolas en el campo, para quien puede pagar y está desesperado.

La última moda son los grupos, (más bien sectas), que ofrecen sus terapias con ayahuasca para curar la depresión. Incluso el infierno me parece demasiado bueno para esa gente.

Ahora que me habéis leído ya no tenéis excusa para no preocuparos por los suicidios, para no entender que la depresión es una enfermedad grave y no simplemente que "estás de bajón". Y cuando alguien del absurdo Ministerio de Igualdad comente cualquier cosa sobre las 50 mujeres que fallecen al año por esa supuesta "violencia machista", que alguien le pregunte de mi parte por qué importan más 50 que 5.000. Estoy convencida de que gran parte de esas muertes tienen sus causas en enfermedades mentales, pero eso desmontaría el argumento del machismo y no interesa.

Es muy triste ver cómo pretenden convencernos de que es urgente la lucha contra el machismo en nuestro país, que se cobra vidas, como si estuviéramos viviendo en Juárez, mientras tantísimos chavales menores de 20 años se ahorcan en sus cuartos o se cortan las venas y solo les lloran y les recuerdan sus padres. Por ellos no hay lucha. Ni presupuesto.

Al final conseguirán que nos vayamos todos a una casa perdida en el monte a consumir ayahuasca.

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