El pasado fin de semana el espectáculo delante de las gasolineras británicas era digno de ser visto. Parecía sacado de El gran atasco, aquella película de Luigi Comencini en la que miles de conductores quedaban atrapados en la autopista entre Roma y Nápoles. En la película el atasco se forma porque los romanos salen de vacaciones todos a la vez, la autopista no puede absorber tanto tráfico y se colapsa. Lo del Reino Unido estos días no se ha debido precisamente a las vacaciones. Simplemente querían poner gasolina, pero no hay suficiente. Algunas estaciones de servicio echaron el cierre, lo que obligó a muchos a desplazarse a otras más cercanas al tiempo que avisaban a sus conocidos de que escaseaba la gasolina.
Era todo lo que faltaba. El que tenía un automóvil se echó a la calle a rellenar el depósito antes de que fuese demasiado tarde. Muchos lo que hicieron fue correr al supermercado a abastecerse por temor a quedarse sin comida. A fin de cuentas, si no hay gasolina para los turismos, tampoco la habrá para las furgonetas y los camiones de reparto.
El sábado las colas eran ya generalizadas y en algunas gasolineras se produjeron incidentes. El domingo la petrolera BP, que tiene 1.200 estaciones de servicio en todo el país, anunció que tres de cada cuatro gasolineras no tenían combustible y no podían reabastecerlas porque no había camiones disponibles que llevasen la gasolina y el gasóleo de las refinerías al punto de venta. En el Reino Unido no falta el petróleo, tiene, de hecho, una producción notable gracias a los pozos del mar del Norte que, aunque se encuentran en declive desde hace veinte años, aportan todavía la mitad del crudo y el gas que se consume en el país. Poseen también una gran capacidad de refino. En el país hay seis grandes refinerías operando y con capacidad para refinar 1.200.000 barriles al día.
Hay camiones de sobra, pero no camioneros que se pongan al volante y hagan las entregas. Según la Oficina Nacional de Estadística faltan 70.000 conductores
Pero todo ese crudo convertido ya en derivados como la gasolina o el gasóleo necesita viajar primero a centros de distribución y luego a las gasolineras para ser vendido a los consumidores. Eso se efectúa en camiones cisterna. Ha sido en ese punto donde se ha producido la fractura. Hay camiones de sobra, pero no camioneros que se pongan al volante y hagan las entregas. Según la Oficina Nacional de Estadística faltan 70.000 conductores. La Road Haulage Association, patronal del transporte por carretera, asegura que son necesarios unos 100.000 más para que la cadena de suministro funcione adecuadamente y se pueda satisfacer la demanda. Un problema ya conocido porque durante todo el verano la escasez de ciertos productos en los supermercados ha sido la tónica dominante. No se ha llegado a producir desabastecimiento, pero sí algunos problemas de suministro. La restauración se encontró con falta de provisiones. La escasez de pollo obligó a la cadena de comida rápida Nando's a cerrar medio centenar de restaurantes hace unas semanas, McDonald's por su parte, tuvo que dejar de vender batidos y otras bebidas por la falta de disponibilidad de algunos ingredientes.
¿Por qué ha sucedido esto en tan poco tiempo? Se debe a una combinación funesta entre las consecuencias directas del Brexit y las de la pandemia. Los confinamientos y las restricciones en los viajes obligaron a muchos conductores extranjeros a abandonar el país. La mayoría no ha regresado. Antes de eso, ante la incertidumbre creada durante las conversaciones del Brexit, unos 20.000 conductores comunitarios abandonaron el Reino Unido y volvieron al continente. Para colmo de males, la pandemia afectó a los centros de exámenes donde se expide la licencia de conducción, lo que ha complicado la incorporación de nuevos camioneros.
Visados temporales
El hecho es que hay camiones esperando en los depósitos, pero no camioneros que los conduzcan. El Gobierno de Boris Johnson, experto en la especialidad nacional británica que es la improvisación, ha anunciado que movilizará a los conductores militares si es necesario y ha ofrecido cinco mil visados temporales para conductores continentales. Con unos y otros espera sortear los bajíos de la Navidad, el momento del año en el que el consumo minorista se dispara. No parece mucho. Lo de los conductores del ejército es simple propaganda patriótica a la que le han dado incluso un nombre: Operación Escalin. El ejército británico, que puede aportar unos 150 conductores especializados en camiones cisterna, y cinco mil camioneros llegados de Europa es una gota en el océano. Para que las cosas vuelvan a la normalidad harían falta muchos más. Ruby McGregor-Smith, presidenta de la Cámara de Comercio británica, dijo días atrás que las medidas del Gobierno eran algo parecido a arrojar un dedal lleno de agua sobre una hoguera.
Es cierto que en toda Europa hay escasez de camioneros, pero en ningún punto del continente falta gasolina en las gasolineras o productos en los supermercados
Algunos diputados conservadores como Iain Duncan Smith creen que esto es temporal, que más pronto que tarde las cosas volverán a la normalidad porque este de la falta de camioneros es un problema de toda Europa. Para la prensa afín esas explicaciones bastan porque sacan al Brexit de la ecuación. Es cierto que en toda Europa hay escasez de camioneros, pero en ningún punto del continente falta gasolina en las gasolineras o productos en los supermercados. Esa parte Duncan Smith la ignora, como ignora también que los británicos no quieren ser camioneros. Este oficio en el Reino Unido está muy envejecido. La edad promedio de los camioneros británicos es de 55 años y sólo el 1% tiene menos de 25 años. En el próximo lustro, un tercio se jubilará. La vida en la carretera es dura y está llena de renuncias personales. Además de eso, la regulación es abrumadora y los impuestos altos. En un país como el Reino Unido, en el que, aparte de los subsidios, sobran los empleos, cuesta encontrar quien quiera dedicarse profesionalmente a conducir un camión.
No sucede lo mismo en algunos países de la Unión Europea, especialmente los del Este. Está toda Europa llena de conductores rumanos y búlgaros que, gracias a la libertad de circulación de personas dentro de la Unión, pueden establecerse donde deseen y acceder a un empleo mejor remunerado que en su país de origen. Hasta hace unos años camioneros del este acudían en masa al Reino Unido atraídos por los altos salarios. Llegaban, buscaban un empleo, lo encontraban, trasladaban a su familia y nadie les ponía problemas para acceder a la sanidad o la educación. Con el Brexit eso ha cambiado de forma drástica. Necesitan un visado y someterse a un tedioso proceso burocrático plagado de requisitos y limitaciones temporales. Por resumirlo mucho, van a resolver un problema acuciante que tiene el país y casi tienen que pedírselo por favor. Un camionero búlgaro lo tiene mucho más fácil al otro lado del canal, en Bélgica, los Países Bajos o Alemania, donde los sueldos son tan altos o más que en el Reino Unido, se libran en euros, gozan de acceso pleno a todos los servicios públicos y, de propina podrán conducir por el lado derecho de la calzada.
Un camionero croata que encuentra por internet un puesto libre en una empresa de transportes belga no tiene más que hacer la maleta, tomar un avión de Ryanair y en pocos días está en la carretera conduciendo
En el continente también faltan camioneros, pero al existir la libre circulación de trabajadores el factor se asigna de forma mucho más rápida y fluida. En Alemania, por ejemplo, se estima que hay un déficit de unos 60.000 camioneros, pero su economía puede importarlos a gran velocidad del este y el sur de Europa. Un camionero croata que encuentra por internet un puesto libre en una empresa de transportes belga no tiene más que hacer la maleta, tomar un avión de Ryanair y en pocos días está en la carretera conduciendo. Sucede lo mismo en otros oficios como los camareros, las enfermeras o los ingenieros. Al ser un mercado laboral único, la Unión Europea permite movilizar la mano de obra interna de donde sobra a donde falta con gran facilidad y sin trámites. Esta ventaja clave en una economía tan activa y próspera como la británica es la que perdieron cuando decidieron salir de la Unión Europea renunciando con ello a la libre circulación de personas.
Esa misma, la de que los trabajadores se puedan mover libremente, era una de las virtudes de Estados Unidos que la Unión Europea copió en su carta de derechos fundamentales. Todos los europeos nos hemos beneficiado de esa libertad de movimiento, pero especialmente los países del norte, que llevan años absorbiendo trabajo cualificado del sur y del este. El Reino Unido era un alumno aventajado en esto. Cuando se celebró el referéndum del Brexit en junio de 2016 había más de tres millones de comunitarios residiendo en el país, desde profesionales altamente cualificados hasta simples estudiantes que acudían a estudiar el idioma y se empleaban en la restauración. Muchos se quedaban allí incorporándose definitivamente a la fuerza laboral británica. Era fácil y cómodo. Hoy ese caudal de trabajadores se ha secado.
El país tiene unos dos millones de ofertas de empleo activas, un déficit de trabajadores provocado básicamente por la fuga de comunitarios durante y antes de la pandemia. El Reino Unido era interesante porque ofrecía buenos empleos bien pagados, pero también los ofrece Holanda, Alemania o Dinamarca. El Reino Unido, en definitiva, no tiene a México debajo por más que muchos partidarios del Brexit estuviesen convencidos de ello, sino a una de las economías más ricas del mundo. Nadie lo había previsto. Ese es el origen de un problema creado por ellos mismos y al que todavía no quieren mirar a la cara.