En 1979, mientras la calle española reía el chiste: “Eres más tonto que Abundio, que vendió el coche para comprar gasolina”, se estrenaba en las pantallas la película Mad Max, que convirtió al guerrero errante Mel Gibson se convertía en un actor de fama mundial. Su argumento, extraído de una cualquiera de las múltiples reseñas que todavía pululan por Google era/es el siguiente: “En un futuro apocalíptico marcado por la escasez de agua, petróleo y energía, crisis económica y caos social, las pandillas de facciones dominan las carreteras de Australia, donde no existe presencia del Estado por la crisis económica. Se puede apreciar un entorno desordenado y distópico”… No sigo.
Coleaba aún la primera crisis del petróleo (1973), que a este país en vías de desarrollo recién salido del franquismo afectó más que a otros tales que Estados Unidos, Gran Bretaña o Noruega, porque nunca tuvimos pozos de oro negro. Daba igual, nuestros padres andaban tan ufanos tras acceder a un nivel de consumo impensable en la atroz posguerra civil del hambre, que nunca llegaron a creerse la historia de Abundio; orgullosos como estaban de sus Seat 600, del 124 o del Renault 12.
Pues bien, cuarenta años después ya está en todas las pantallas de nuestra árida España un remake muy, pero que muy real, del distópico y desértico aquel primer Mad Max australiano. Se acerca el momentum en que los españoles, que no dejamos el volante ni para ir al baño, tendremos que decidir: o pagamos la gasolina a tres euros/litro, entre 150 y 180 euros por depósito, es decir, entre 400 y 600 euros al mes, o dejamos el coche aparcado y tiramos del abono-transporte a diez euros de tarifa-plana que prepara Hacienda.
Millones de vehículos pronto no valdrán ni seis meses del combustible que usan... eso sí que es un problemón para cualquier gobierno, mucho mayor que la subida salarial o la indexación de las pensiones al IPC, por mucho que los jubilados protesten en la calle
Cientos de miles de los vehículos con más de diez años de antigüedad que pululan por nuestras carreteras -porque a sus dueños no nos da para renovar el parque móvil- pronto no valdrán ni seis meses de gasto en combustible que usan para moverse…Eso sí que será un problema, bueno, un problema no, un problemón para el gobierno; mucho mayor que la subida salarial o la indexación de las pensiones al IPC, por más que los jubilados digan que van a incendiar la calle; que ese colectivo, por razón de edad y porque nunca ha vivido mejor que ahora, ejerce su derecho al pataleo pero no va a incendiar nada.
Pedro Sánchez y el Ejecutivo de coalición de izquierdas sí tendrán cuesta arriba la reelección el día en que veinte millones de padres y madres trabajadoras no puedan hacer la ruta casa-guardería-cole-trabajo-cole-guardería-casa; ese día, justo ese, en La Moncloa pueden echarse a temblar... Sánchez, y Yolanda Díaz y Unidas Podemos, que también se juegan lo suyo en el envite, con Alberto Núñez Feijóo vigilando atentamente el horizonte electoral.
Cuando ni siquiera los 20 céntimos de subvención al litro -30 céntimos desde el uno de julio, ha desvelado la vicepresidenta Teresa Ribera-, permitan sacar el vehículo, ese día el inquilino de La Moncloa puede echarse a temblar porque será el principio del colapso. En cadena, se paralizara la economía, primero la doméstica de los padres, luego la otra, la de los obreros a quienes ya no compensarán largos desplazamientos a los centros de trabajo… ya, sé que suena apocalíptico, pero qué quieren que les diga: si hace un año les hablo de combustible a tres euros/litro me habrían tildado de loco. Y con razón.
Del precio disparatado de los carburantes se culpa a la guerra de Ucrania, pero no sé hasta que punto es del todo cierto. Creo que hay un punto de interés en según qué élites económicas y políticas por promover cambios profundos con la doctrina del shock
Del precio disparatado de los carburantes se culpa a la guerra de Ucrania, pero no sé hasta que punto es del todo cierto. Creo que hay un punto de interés en según qué élites económicas y políticas mundiales por promover cambios sociales profundos con la doctrina del shock: no hay mejor método que el horror visual que siempre produce una guerra -hoy Ucrania, hace medio siglo el famoso Yom Kipur en Oriente Medio- para hacernos ver nuestra debilidad.
La globalización ha empezado a ser muy rentable para una China, India y demás países BRICS, grandes consumidores de acero, hormigón y hasta microchips, y muy poco rentable para este Occidente en decadencia que, a causa de la crisis inmobiliaria (2008), ya se vio obligado a adelgazar su Estado de bienestar y ahora ve amenazada su movilidad; una movilidad todo que ver con el tótem que representa en nuestras sociedades el coche para ejercer la sacrosanta libertad de movimientos.
Sí, nuestra democracia liberal es frágil y hemos descubierto que estaba basada en una demanda infinita de materias primas y manufacturas por las que ahora otros también pujan y sus propietarios -Vladimir Putin, pero no solo, también los jeques del Golfo, o el dueño de la fábrica china, Xi Jinping - están dispuestos a usarlas para dejar patente nuestra debilidad.
S.Johnson
La descarbonización dicen que era imprescindible... ¿pero quién dijo que fuera gratis? Ahora callen y paguen gilipoias.
Valoriano
Muy de acuerdo. No se aclaran ni con polvos que lavaban muy blanco. Los gobiernos deben preparar el camino para que inviertan las empresas y gestionen cuanto mejor puedan. Paguen impuestos y den trabajo. Otra cosa NOOO.
Alon101
No se. Me da la impresión de que el peor malvado de cualquier película de Mad Max, era mejor persona que Antonio ( Pedro, ¿ Quizás ? ) Sánchez Castejón.
Leonidas
Mientras pagamos la vida a los ilegales. Me temo que nada Max será una realidad