Opinión

Mariano se la juega: “Enorme preocupación en Moncloa”

En la tarde de ayer, Sociedad Civil Catalana (SCC) llevó a cabo en Barcelona un encuentro titulado “Diálogos para la convivencia: tras la posverdad, seny”, que contó con la participación

  • El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

En la tarde de ayer, Sociedad Civil Catalana (SCC) llevó a cabo en Barcelona un encuentro titulado “Diálogos para la convivencia: tras la posverdad, seny”, que contó con la participación del ex primer ministro francés Manuel Valls, los ex ministros Josep Piqué y Eduardo Serra, y la periodista Gloria Lomana, además de José Rosiñol, presidente de SCC. El objetivo perseguía “realizar propuestas para reconducir la actual situación de ruptura y diseñar una nueva realidad social en Cataluña en la que se puedan establecer puentes de diálogo respetando el marco legal y fomentando la convivencia”. Hasta aquí todo en orden. El revuelo se produjo cuando, a mediados de semana, en Moncloa se enteraron de que Valls, que se ha volcado en defensa de las posiciones constitucionalistas, manifestó a los organizadores del acto su deseo de asistir a un mitin de Inés Arrimadas, la líder de Ciudadanos (C’s) que parece contar con serias posibilidades de llevarse el gato al agua este juez. Ataque de cuernos. Sobre SCC han caído rayos y centellas. Con el PPC recogiendo los frutos de la suicida política llevada a cabo por la derecha española con Cataluña, los cañones de Génova y Moncloa apuntan ahora al unísono contra Arrimadas y C’s. Hasta ahí llega la incompetencia.    

El martes, Soraya Sáenz de Santamaría viajó a Barcelona para reunirse con la junta directiva de la Sociedad de Estudios Económicos que preside el catedrático Ramón Adell, donde se mezcla gente del mundo académico con el empresarial, más algún que otro político fuera ya de foco. Y dijo la doña que estaba convencida de que el día 21 habrá en Cataluña una mayoría constitucionalista y por tanto un Govern del mismo signo, alineado con el Gobierno central. Y en esa victoria el PP iba a jugar un papel importante, porque aunque las encuestas nos están dando mal, ella estaba convencida -al parecer lo está- de que vamos a sacar un gran resultado porque somos el partido que encarna las esencias constitucionales en Cataluña, y ante los gestos de disimulada  incredulidad del auditorio, ojos como platos, alguien le preguntó qué pasaría si ganaran los independentistas, ¿qué haría el Gobierno en ese caso con el 155? Y la doña se lío, bueno, si se portan bien, si acatan la Constitución, si abandonan la vía unilateral, sí, sí, pues que en tal caso habría que plantearse el levantamiento del 155… Ni una idea concreta, ni amago de discurso político, ni asomo de Plan B de ninguna clase. Un drama. Un espanto el de este Gobierno de alfeñiques para la ocasión más importante que vive España.   

El jueves sabremos si aún queda alguna esperanza para la concordia o todo está perdido en el volcán de la sinrazón y el odio

Alea jacta est. El jueves sabremos si aún queda alguna esperanza para la concordia o todo está perdido en el volcán de la sinrazón y el odio que ha asolado Cataluña en los últimos 30 años de pujolismo. Cuatro días para saber si la decisión de Mariano de convocar elecciones apenas 55 días después de aprobar la aplicación del 155, sin intentar siquiera desmontar el formidable aparato de intoxicación y propaganda montado por el nacionalsocialismo catalán con total impunidad, se confirma efectivamente con la “jugada maestra” que iba a pillar a los “malos” en pelota picada, a tenor de la versión difundida por los terminales mediáticos del Gobierno, o se demuestra el desastre que algunos llevan tiempo augurando precisamente por eso: porque el bloque constitucional a duras penas ha podido competir en igualdad de condiciones en un entorno tan viciado por la mentira sistemática esparcida desde 2012 por el “procés de merda” como ahora lo califican los propios indepes.

Las estimaciones que maneja Moncloa apuntan a un callejón sin salida en el que el bloque constitucional –considerando al PSC como un inquilino fiel de ese edificio- podría alcanzar los 61 escaños, frente a los 62/63 del independentista, lo que dejaría a los comunes de Inmaculada Colau e Iglesias en el fiel de la balanza con capacidad de romper el práctico empate. No lo harán, no entrarán en negociación alguna con ninguno de los bloques, sostienen las fuentes consultadas, no desde luego con C’s o el PPC, las bichas de todo comunista y/o antisistema que se precie. Sabedor de contar con la llave capaz de abrir la puerta a la formación de un Govern, Xavier Domènech dará largas dispuesto a ir a nuevas elecciones en marzo próximo, repetición electoral de la que espera salir investido como “el único líder con capacidad para formar un Gobierno dispuesto a negociar un referéndum legal y pactado con Madrid”, mediante una alianza con ERC y PSC.    

Europa es paz; el nacionalismo es guerra

Un resultado que cabría calificar de incomprensible para cualquier extraterrestre que de repente aterrizara sobre el paisaje de tierra quemada dejado en Cataluña por el paso del huracán independentista. Lo dijo ayer Manuel Valls en Barcelona: “Europa es paz, democracia, reconciliación y Estado del bienestar. El nacionalismo es guerra”. Alguien me contaba este viernes el caso de un grupo de amigos catalanes que a finales de septiembre estaban haciendo el Camino de Santiago, ruta que interrumpieron a la altura de Sahagún (León) para, enganchados a la épica independentista, regresar con urgencia a Barcelona para votar el 1 de octubre, con la particularidad de que todos ellos eran, son, gente con posibles, profesionales liberales, algunos cercanos al mundo de la empresa, y todos conscientes de que las cosas podían empeorar, de que la declaración unilateral iba a tener un coste, “será duro al principio, cierto”, pero convencidos de que el maná no tardaría en llegar…

Seres de otro planeta. Víctimas de un supremacismo emparentado con las ideologías totalitarias que en el siglo pasado provocaron desolación

Ahora les veo tristes”, prosigue el testigo del episodio, “les veo apesadumbrados, como avergonzados por el espectáculo de chabacanería política protagonizado por los Puigdemones y las Roviras, pero sería incapaz de decir si van a volver a votar independentista o se van a quedar en casa en señal de protesta. Para mí es un misterio. Les han metido en vena la droga de esa nueva religión y están dispuestos a ir adelante aunque se arruinen”. Seres de otro planeta. Víctimas de un supremacismo emparentado con las ideologías totalitarias que en el siglo pasado provocaron desolación y muerte a mansalva, y al mismo tiempo cautivos de una serie de complejos insuperables, algunos francamente insólitos, frente a Madrid. Lo dijo Josep Pla, uno de los más grandes escritores en catalán y en castellano de siempre: “El catalán es un fugitivo. A veces huye de sí mismo y otras, cuando sigue dentro de sí, se refugia en otras culturas, se extranjeriza, se destruye; escapa intelectual y moralmente. A veces parece un cobarde y otras un ensimismado orgulloso. A veces parece sufrir de manía persecutoria y otras de engreimiento”.

Triunfe la razón constitucional o el delirio indepe, el margen augura ser tan estrecho que la continuidad del problema está asegurada. Entre otras cosas porque no se desmosta un régimen xenófobo y reaccionario con unas simples elecciones. Con todo, resultaría una aberración, una derrota sin paliativos de la cultura de paz que compartimos desde hace más de 40 años, que un sistema como el descrito, contrario a la lógica y a la razón democrática, no recibiera el jueves algún tipo de castigo, no digamos ya la justa reprobación que cosecharía en una sociedad democrática sana, hablamos apenas del rechazo de un 1%, un 3%, un 5% de antiguos votantes que, hartos de la farsa, decidieran quedarse en casa. Porque sería suficiente que eso ocurriese, junto a la movilización de las fuerzas constitucionales, para que el independentismo registrara la derrota, mínima si se quiere pero de enorme trascendencia moral, que merece.

Nacionalismo atrincherado en los centros de poder

Volvamos a los fundamentales: el nacionalismo sigue atrincherado en el control de la mayoría de los centros de poder. De sus prebendas llevan viviendo no menos de 100.000 familias desde hace muchos años, y esa gente está dispuesta a matar por seguir estirando la ubre. Años controlando los centros de poder y manejando las conciencias a través del aparato de intoxicación y propaganda que alimenta la burbuja en la que vive el separatismo. De revertir esta situación no se ha ocupado este Gobierno inútil que merecidamente camina hacia su ocaso. Utilizar el 155 simplemente para convocar elecciones no te sirve ni para ganarlas ni para cambiar nada. Es la consecuencia de contar con un Gobierno de pusilánimes a quienes invade el miedo escénico y la congoja política a la hora de hacer cumplir la ley con todas sus consecuencias.

El derrape que las encuestas anuncian para el PPC no supondrá tanto la descalificación de sus dirigentes catalanes como una bofetada contra la podrida cúpula de Madrid. Quedarse con cinco diputados o menos no podría ser calificado más que de auténtico desastre, herida cuya profundidad agrandaría un triunfo de Arrimadas, en cuyo caso la posición de Mariano no podría ser más desairada. “Enorme preocupación en Moncloa”, dicen. Porque es inevitable que los resultados de Cataluña se trasladen, con las diferencias que hacen al caso, al resto de España. Hablar de que a partir del viernes debería abrirse un periodo de profunda reflexión en el PP, con las consecuencias de rigor, sería en vano. Un puro brindis al sol. Mariano se encargará de abortar cualquier conato de protesta interna, sabedor de que un acto de auténtica contrición pasa inexorablemente por su retirada de la escena. Pero es él amo, y con él se irá el partido al guano. Con todo, será muy difícil seguir manteniendo el silencio en el cementerio popular. Será inevitable que en algún momento la reina Soraya saque a relucir esos apoyos mediáticos que ha cultivado con mimo en los últimos años y que aún no han dado la cara. Y está por ver si el amigo Feijóo, algo tendrás que hacer si quieres tocar poder de verdad, Alberto, continúa silente, porque seguir escondido en la cueva gallega no es opción en el actual momento español.

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