Ni Koldo García ni Begoña Gómez, el hundimiento de Pedro Sánchez lo provoca su desprecio por la obligación de gobernar. Con el pacto de investidura entre PSOE y Junts, los socialistas firmaron su condena a muerte. No es que no puedan presentar los primeros Presupuestos del Estado de la legislatura, lo más relevante es haber decidido, si fuera necesario, no hacer ninguno y renunciar a toda acción de gobierno, incluida la que tiene que ver con la Seguridad Nacional. El Partido Socialista asume no gobernar como condición para aguantar en el poder. Hasta García-Page se esconde para evitar dar la cara en el Senado frente al desafío del independentista Aragonés.
Si se observa a los sanchistas, políticos y mediáticos, se comprobará que no tienen conciencia de cuánto ha cambiado la atmósfera en la plaza pública española. No han entendido la distancia entre la resignación de ayer con los indultos y la irritación de hoy con la amnistía. A pesar de las tertulias políticas televisivas, dominadas por activistas coordinados e impuestos desde Moncloa, destaca entre los españoles la preocupación por el estado de ingobernabilidad asociada a la coalición con el secesionismo. La tropa sanchista no ve que el miedo a Sánchez se ha impuesto por goleada al miedo a Vox. La traducción en las encuestas es una tendencia electoral imparable que conduce a la mayoría absoluta de Núñez Feijóo.
Ha ocurrido antes: dos españoles, uno a la derecha y otro a la izquierda, pueden coincidir en la orientación que conviene al país en un momento dado. Son los electores que anteponen la lealtad a España a la de partido
Donde antes la cuestión era si PP y Vox sumaban, hoy la incógnita se centra en sí el candidato popular logrará la mayoría en solitario y por qué margen. Ahora más que nunca, las elecciones las decidirán los electores situados en la centralidad política, que existe, ya lo creo. Desde la UCD, esos electores son sensibles a los cambios de las circunstancias políticas del país. Sus pactos sucios han alejado absolutamente al Psoe del centro que decide las elecciones y los votantes no tribales del centroizquierda miran hacia la opción Feijóo como refugio frente a la ingobernabilidad sanchista. Ha ocurrido antes: dos españoles, uno a la derecha y otro a la izquierda, pueden coincidir en la orientación que conviene al país en un momento dado. Son los electores que anteponen la lealtad a España a la de partido.
Como en el futbol, el sanchismo ahora está jugando sus minutos basura en los que el partido ya está decidido. En la última semana, Sánchez ha recurrido a sobreactuaciones frente a la presión ambiental que le ahoga. En política exterior, se aleja de las posiciones de la Unión Europea con declaraciones sobre Oriente Próximo dictadas por el exministro Moratinos, en la órbita de Qatar, y sobre Venezuela, aconsejado por Zapatero, el aliado del tirano Maduro.
Completó la faena con la indecente escenificación de las batas blancas en el Valle de Cuelgamuros. Hasta los párvulos saben qué pretende el sanchismo al poner en escena la agenda “Franco”. Siguen el guion populista para convertir el país en un campo de batalla guerracivilista. Lo que sea para compensar la imagen de sumisión a socios cuyo objetivo declarado es que España no sea viable.
Hoy el sanchismo no puede llevar al Congreso ningún asunto de importancia porque tendrían que pasar por el bochorno de un gobierno inutilizado por aliados que le chantajean. Los socialistas entregan a Feijóo el derecho a ser escuchado por los electores del centroizquierda, decisivos para lograr una mayoría absoluta que los desmanes sanchistas han convertido en imprescindible. En las próximas elecciones generales, previsiblemente el próximo otoño, dominará la demanda de un gobierno sólido tras la catástrofe sanchista. Ni el “resistente” Sánchez podrá soportar la presión ambiental de una opinión pública harta.
Como escribía en Vozpópuli Jesús Cacho, Sánchez “está muerto y lo sabe”. Aunque, en los minutos basura que le quedan, sumará desastres a los ya provocados durante seis años de desgobierno. Carlos Segovia resumía con acierto en El Mundo, con datos de Bank of America, el balance sanchista para la economía española: el mayor gasto público de la eurozona y la menor inversión. Resultado: durante el periodo sanchista, cinco países de la UE han adelantado a España en PIB per cápita. El Banco de España, como Fedea y otros, advierten de los mismos males y del bloqueo a reformas inaplazables, como las relacionadas con la viabilidad del sistema de pensiones.
La amenaza de los bárbaros
En la competición electoral es notable cómo se mantiene la divisoria izquierda-derecha, de forma que la política es para muchos una repetición infinita de esta disputa. Para el interés nacional, no es buena idea abusar de la sintaxis obsoleta del viejo bipartidismo. De eso suelen servirse políticos manifiestamente ineptos en la gestión de lo público. Afortunadamente, hay colectivos, a uno y otro lado ideológico, que como los gansos del Capitolio en Roma actúan de detectores ante la amenaza de los bárbaros.
Hoy, con un estado de ingobernabilidad manifiesta en la política española, se puede esperar que esos votantes decidan, por sentido de la responsabilidad nacional, concederle una mayoría absoluta a quien puede reconducir la situación.
Ulysses
No va a conseguir Feijóo la mayoría absoluta. Y tanto si la consigue como si no, podremos comprobar que cualquier situación desesperada es susceptible de empeorar. Primero, porque si consiguiese la mayoría absoluta -algo impensable- el resultado sería el que tantas veces he comentado aquí en VP, y que reitera Lagoenol en el piso de abajo. En segundo lugar porque, si no la consigue, buscará el apoyo del PNV y tal vez de Junts, con lo cual, como decimos en Galicia, outra vez a vaca no millo. Vamos que el resultado sería idéntico al de la mayoría absoluta. ¡Estamos buenos!
Lagoenol
Si el señor Núñez alcanzara la mayoría absoluta, cosa altamente improbable, lo que pasaría es que todo seguiría igual desde el punto de vista legal, puede que hubiera menos sobresaltos en la política española, pero por lo demás significaría la consolidación de toda la legislación sanchista con algún retoque cosmético. No es una especulación aventurada, ya ha pasado, Mariano Rajoy tuvo una mayoría super absoluta en su primer mandato y no toco nada, con el cuento de que había que sanear la economía primero, como si un gobierno en cuatro años no pudiera hacer más cosas, en realidad, no quería hacerlas, derogar las leyes de Zapatero, se hubiera podido hacer en horas 24, remitiendo las leyes de derogación al Congreso que las hubiera aprobado sin ningún problema gracias a su mayoría absoluta.
Pontevedresa
No me parece democrático pedir la mayoría absoluta para el PP, eso significa ignorar o más bien ocultar que la mayoría absoluta lógica sea entre el PP y VOX, así ha parecido en las municipales e incluso en las Generales, porque muchos que votábamos al PP de siempre, ha llegado un momento en que tanta pusilanimidad, tanto esperar el beneplácito de el Psoe en que cae el PP, nos han empujado a posiciones más claras. En momentos de tribulación como el que vivimos, no se puede disparar con pistolitas de agua a los que te están disparando con un kalasnikov como hace la izquierda Frankestein. Y que Dios reparta suerte.
Ernesto Tagliavini
Está bien. Sólo con un matiz: revertir la situación NO VA A SER SENCILLO. NI INDOLORO, ME TEMO. Y aquí echo de menos que Feijóo, cuando proceda, diga a los españoles con claridad lo que nos espera: blood, sweat and tears. Porque así va a ser. También algo que le leí a Santiago Carrillo en un panfleto que circulaba con Franco todavía vivo, y que se titulaba: "¿Después de Franco, qué?" A ver si el título no es de actualidad... Bien, pues don Santiago decía entonces (cito de memoria) "... Y que nadie diga que yo digo esto sugiriendo que el Partido Comunista tiene todas las soluciones. Nada más lejos de la realidad: en el estado actual de cosas en España, el Partido Comunista, él solo, no basta para solucionar los problemas que nos deja el franquismo..." Estas cosas son las que hará falta decir; veremos si hay talento. Veremos si hay valor.