Tan metidos andamos entre nuestras miserias cotidianas que nos cuesta trabajo levantar la mirada. El mundo real es más aplastante que las guerrillas electorales y exige un esfuerzo no recompensado por los lectores, ávidos del detalle sórdido o la idiotez sublime. Nos irán matando a golpes de twit y en el mejor de los casos con fondo musical de charanga perrera. No son ganas de incordiar ni de ir de engorroso por la vida, sencillamente es lo que hay debajo del oropel de palabras. ¿Vale?
Para las buenas gentes Roberto Saviano es aquel tipo que escribió sobre la camorra napolitana y al que se fue cancelando conforme la capacidad del personal se saturaba de tanto hablar de mafias que arrasaban en seriales televisivos. De descubrir que los ricos también lloran pasamos a mafiosos sentimentales. Matteo Messina, el último gran capo, exhibía en la pared de su casa protegida un cartel de Marlon Brando en “El Padrino”. El crimen imita al arte. Se acabó lo de la vida que aspiraba a ser arte.
El espectáculo lo devora todo, aunque haya materiales indigestos que no se digieren fácilmente porque tienen ese estigma del valor en el que les puede ir la vida
Felizmente Saviano no es un afiche. Está vivo; jodido, pero vivo. Rodeado de una protección que ha de ser angustiosa y que hoy día es la única imagen de aquellos que lograron a su pesar la heroicidad del presente: desenmascarar lo intocable, ya sea de la criminalidad, como él, o de la religión como Salman Rushdi. Un respeto frente a tanto bocazas. Pero lo valioso estraga pronto; es demasiado para estómagos adictos a la cocina rápida. Por eso el cuerpo social necesita las Greta Thunberg; lo juvenil no quita lo valiente y hay que tener muy mala entraña para no sentir hacia ella un soplo de complicidad y benevolencia. El espectáculo lo devora todo, aunque haya materiales indigestos que no se digieren fácilmente porque tienen ese estigma del valor en el que les puede ir la vida. Roberto Saviano, por ejemplo. Nos acordamos de él cuando cae un capo mafioso, luego la supervivencia.
La detención de Matteo Messina en busca y captura durante más de 30 años, que viajaba a España para hacerse intervenciones quirúrgicas en una afamada clínica de Barcelona, y eso que se sepa, porque se necesitan muchas complicidades para ser el sucesor de Tito Riina en la cúpula mafiosa y seguir viviendo en la misma casa del mismo pueblo, Campobello di Mazara, a 8 kilómetros del lugar donde nació, y al tiempo llevar los engranajes del emporio multimillonario con redes en todo el mundo y programar extorsiones, asesinatos, negociaciones… Se le recordará siempre como el que ordenó el estrangulamiento del niño de 12 años, Giuseppe Di Mateo, al que luego disolvieron en ácido; al ejecutor le concedieron prisión domiciliaria en 2020.
¡Qué casualidad, cayó Antonio D´Ali, y un mes más tarde encontraban a Messina Denaro, cuando tranquilamente iba a su clínica habitual!
El 14 de diciembre pasado detuvieron a Antonio D´Ali, un pez gordo de la política italiana y las finanzas, siciliano de Trapani, heredero del banco privado más importante de Sicilia, según cuenta Saviano, del que soy deudor. Uno de los fundadores de Forza Italia bajo las alas de Berlusconi, que le nombró subsecretario de Interior. ¡Qué casualidad, cayó Antonio D´Ali, y un mes más tarde encontraban a Messina Denaro, cuando tranquilamente iba a su clínica habitual! Caminando solo, protegido por el único enemigo accesible, el frío. Una foto que marca historia, como preparada para revistas del corazón.
El elocuente artículo de Roberto Saviano, aparecido en “El País” tras la detención de Messina Denaro, termina con un párrafo dedicado. “Una advertencia a España: esta detención os afecta y espero que estimule un debate serio sobre el tema penal. No hay país de Europa en el que las organizaciones criminales inviertan tanto como en España y, al mismo tiempo, no hay país con menos conciencia de ello”. Ni un comentario, ni una referencia, nadie parece haberlo leído y menos aún dar constancia de este aldabonazo. Un napolitano va a decirnos a nosotros, herederos del macizo de la raza, que vivimos al pairo de unos vientos que nos atraviesa y que amenazan arrasarnos.
Como en tantas otras cosas seguimos la rutina de unas costumbres sobrevenidas no se sabe desde hace cuánto, donde si aparece un delincuente es anónimo, apenas las siglas, donde los criminales son pixelados para que sus jetas no afecten a sus familias, imagino, o sean pasto de los picapleitos de postín que han vuelto a dominar los juzgados en una actualización de nuestra veterana picaresca.
Se dice “presunto asesino confeso”, una anomalía lógica que los pedantes diríamos casi un oxímoron. Si hasta las fotos de los recién nacidos se pixelan, qué no seremos capaces de hacer con la criminalidad organizada
El barnizado de la realidad arrasa con el lenguaje, incluso con la lógica. Se dice “presunto asesino confeso”, una anomalía lógica que los pedantes diríamos casi un oxímoron. Si hasta las fotos de los recién nacidos se pixelan, qué no seremos capaces de hacer con la criminalidad organizada. Felizmente no son impunes ante la justicia, pero son inmunes a los medios de información. Bajo el imperio de los selfis la información periodística está a la altura de las cotizaciones de los protagonistas y del miedo al pleito como extorsión. Deberían abrir una oficina en los juzgados, especializada para dar cobijo a los periodistas sobre lo que “las partes” permiten escribir, y además llenar las redacciones de letrados; mejor saber leyes que redactar. Para qué investigar, lo pertinente es esperar a ver lo que te dan.
Si “Marbella años 20” se parece o no al Chicago del siglo pasado, sin ley seca, es algo que exige evaluar el volumen de las extorsiones, el estatus de los capos y las redes financieras, que son al final lo que da sentido a todo
Que aparezca una sala de tortura habilitada en un chalet de la Costa del Sol para uso de mafiosos parece un fotograma de filme negro, como si nadie quisiera ir más allá. Lo aparente es la foto del sillón de dentista, lo importante es calibrar la infraestructura que se necesita para ejercer la ley del crimen. Si “Marbella años 20” se parece o no al Chicago del siglo pasado, sin ley seca, es algo que exige evaluar el volumen de las extorsiones, el estatus de los capos y las redes financieras, que son al final lo que da sentido a todo.
¿Cuándo una sociedad es consciente de que su economía se sostiene en el lado oscuro del negocio? Estamos absolutamente ayunos de conocer la infección del dinero del crimen en la economía real. Cabe recordar que los dos países más corruptos de Europa, según las listas homologadas de Transparencia Internacional, eran en 2018 Rusia y Ucrania. Me permito la impertinencia de recordar que la más conocida organización criminal de nuestra historia reciente fue ETA y que sus efectos letales, aún ahora que está disuelta, siguen pesando en la sociedad, en la política y en la economía sumergida; incluso para negar la componente mafiosa de asesinatos y extorsiones. La advertencia de Saviano, como mínimo, debería hacernos levantar la cabeza y mirar de frente a una evidencia, la de que Matteo Messina es vecino nuestro.