Como estos días se ha impuesto el 'confinamiento domiciliario', se ha hecho habitual que comparezcan ante los medios de comunicación, cada mañana, mandos policiales para ofrecer detalles sobre los ciudadanos que han vulnerado la norma y, por tanto, han sido diligentemente multados o detenidos. No ocurre sólo en España, pues en las ruedas de prensa de Estados Unidos también se observa a hombres uniformados que dan el 'parte de guerra'. El caso es que este martes le preguntaban a uno de estos agentes de la autoridad por la circulación de bulos sobre el coronavirus en Internet y respondía de una forma que llamaba la atención: “Estamos constantemente patrullando la Red”.
Acostumbran unos cuantos medios de este país a tomar la versión policial prácticamente como palabra de Dios y a ensalzar las hazañas de las Fuerzas de Seguridad del Estado con representaciones como esos programas de televisión que muestran las actuaciones de los agentes en los bajos fondos. Pese a esta llamativa complacencia, propia de una sociedad que quizá ha dejado de hacerse algunas preguntas fundamentales, llama la atención que un alto cargo policial realice en una rueda de prensa la siguiente afirmación: “Estamos constantemente patrullando la Red”. Desde luego, es típica de película de Berlanga, pues puede dar pie a pensar que tras cada conversación de WhatsApp hay un policía comprobando que está todo en orden y cada mensaje es verídico y legal.
La pregunta que recibía este martes el policía venía a colación del anuncio del Ejecutivo de “revisar los instrumentos legales necesarios” para luchar contra los bulos y así “impedir que se vayan de rositas aquellos que contaminan la opinión pública", según expresó el lunes el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Poco antes, Unidas Podemos había denunciado ante la Fiscalía General del Estado la existencia de una 'organización criminal' que presuntamente se dedica a difundir infundios en la Red.
Poner puertas al campo
Resultaría estúpido negar la existencia de noticias falsas en Internet, así como su incremento durante los tiempos de crisis. Los indeseables suelen explotar el miedo, la ansiedad y la agitación para asaltar a los incautos por los flancos que dejan descubiertos. De hecho, cualquiera que disponga en su teléfono móvil de aplicaciones de mensajería instantánea habrá recibido estos días falsos artículos firmados por Arturo Pérez-Reverte que advierten de la conspiración chino-rusa para tomar el control de Eurasia; o vídeos en los que se explican todo tipo de terapias absurdas para curar la Covid-19. Algunos de estos bulos apestan a cuartel general de partido político, pues incluyen datos disparatados sobre el rival, lo que, por cierto, ofrece una idea sobre el nivel intelectual y la bajeza moral de quienes recurren a estas prácticas para pescar en río revuelto.
Hay cosas peores que las patéticas mentiras que se reciben a través de los grupos de WhatsApp. Camuflar errores -que en algunos casos son lógicos- de gestión con la ocultación deliberada de datos es una de ellas
El problema es aprovechar este fenómeno para obtener otro tipo de réditos. Lo intentaron los legacy media con su campaña contra las fake news tras el referéndum del Brexit y la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, en un momento en el que trataron de criminalizar las redes sociales, que casualmente son las plataformas hacia donde habían emigrado una parte de sus ingresos publicitarios. La duda es si el Gobierno intentará ahora de hacer algo similar con motivo de la mayor pandemia que ha conocido la Humanidad en el último siglo o si esta declaración de intenciones es simplemente un globo sonda.
Vistas las palabras del ministro de Justicia y vistos otros precedentes lamentables, como la 'Ley Mordaza', merece la pena estar atento ante posibles propuestas legislativas que se presenten como armas contra los bulos, pero en realidad persigan limitar la libertad de expresión. La de los críticos, claro, como ocurre siempre. La de aquellos que se niegan a aceptar las verdades oficiales y a “remar en el mismo barco”.
Proscrito por no remar
Convendría invitar al Ejecutivo a que reflexionara sobre las consecuencias a las que podrían enfrentarse los difusores de falacias, pues son unas cuantas las que han enraizado en el Palacio de la Moncloa desde que Pedro Sánchez la habita. Desde aquella que afirmaba que el presidente no dormiría tranquilo si Unidas Podemos formara parte del Gobierno hasta, más recientemente, la que negaba la utilidad de las mascarillas para la población. O el positivo de Carmen Calvo en el test de coronavirus.
Desde luego, hay cosas peores que las patéticas mentiras que se reciben a través de los grupos de WhatsApp. Como camuflar errores -que en algunos casos son lógicos- de gestión con la ocultación deliberada de datos es una de ellas. O como lanzar globos sonda para desviar la intención sobre lo importante, otra. O como utilizar a influencers de redes sociales y tertulia televisiva para extender la huella de la propaganda televisiva, una más. Quizá los Iván Redondo y compañía anden confundidos estos días y crean que la ejemplar obediencia demostrada por los españoles es sinónimo de estulticia. Y quizá por esto traten de hacer creer que los bulos anónimos resultan más dañinos para el país que las falacias con sello gubernamental.
La última iniciativa sugerida es la de establecer 'arcas de Noé' en las que confinar -de forma voluntaria- a quienes padezcan coronavirus, pero sean asintomáticos. Vista la efectividad de los test rápidos, a buen seguro que alguno entrará sano en estos centros de internamiento temporal y saldrá infectado. Todo, tras someterse una prueba médica y tener que revelar el resultado. Son las crisis ocasiones perfectas para que los ciudadanos pierdan derechos y convendría estar muy atentos a estas ocurrencias -como la de los bulos-, no sea que a la vuelta a la normalidad hayamos perdido cosas muy valiosas por el camino.