Cuando sus declaraciones se refieren a las competencias de su ministerio, José Luis Escrivá suele demostrar sensatez y conocimientos técnicos. Cuando el jueves pasado se lanzó a intentar defender la armonización fiscal que propugna la ministra de Hacienda y el Ximonazo o esotérica propuesta por la que Ximo Puig aspira a castigar fiscalmente a los madrileños. Escrivá resbaló clamorosamente.
Como justificación del vaciado de las actuales atribuciones que en materia fiscal tienen las comunidades autonómicas, Escrivá esgrimió que mantener la competencia tributaria autonómica es incoherente con la tendencia mundial que, según él, camina hacia la unificación fiscal internacional. Es falso, señor ministro. O, aún peor, es medio falso, lo que constituye la peor de las falsedades. Vamos a comprobarlo.
Desde que la internacionalización de la economía empezó a afirmarse como una realidad imparable, resultó evidente que el tráfico empresarial internacional se veía distorsionado por las diferencias existentes en aquellos impuestos que gravan la actividad empresarial: Arancel de Aduanas, IVA e Impuesto sobre Sociedades. Y ante la evidencia, empezaron a darse pasos para paliar el citado efecto distorsionador.
Como ve, señor ministro, todas las medidas armonizadoras se dirigen a los impuestos que pagan las empresas. Nada se contempla respecto a lo que son nuestros tributos autonómicos
El ejemplo más claro es la Unión Europea, pues una de sus razones de existencia fue -es- la creación de un mercado común entre sus países miembros. Por ello, hoy ya no sea aplica el arancel de aduanas en el comercio intra europeo, y el aplicado en las entradas y salidas de mercancías del territorio de la Unión es el que establece el Código Aduanero Común. Aunque con menor intensidad unificadora, el IVA aplicado en cada país miembro está fuertemente condicionado por el contenido de la correspondiente Directiva Europea que obligatoriamente ha de ser respetada por las respectivas leyes nacionales. En el Impuesto sobre Sociedades, la regulación europea se limita a exigir solo determinadas cuestiones parciales a las legislaciones nacionales (es el caso de la obligada neutralidad fiscal en las operaciones de reestructuración empresarial). Como ve, señor ministro, todas las medidas armonizadoras se dirigen a los impuestos que pagan las empresas. Nada se contempla respecto a lo que son nuestros tributos autonómicos, básicamente Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones e Impuesto sobre el Patrimonio, pues ni uno ni otro afectan a la actividad empresarial.
Mas allá de la Unión Europea existen diversos acuerdos bilaterales entre dos países pactando tratos arancelarios recíprocos, o acuerdos multilaterales entre varios que aspiran a creer zonas de libre comercio entre ellos pero que, de nuevo, dejan intactas las respectivas competencias nacionales en lo que son nuestros tributos autonómicos. Éstos tampoco son objeto de interés alguno en la reciente propuesta del Grupo G-7 que aspira a homogeneizar parcialmente el Impuesto sobre Sociedades. ¿Dónde ha encontrado usted líneas de armonización fiscal en los impuestos patrimoniales? ¿Por qué se inventa semejante cosa?
Una incoherencia espectacular
Si lo anterior fuera poco, ha salido usted como pollo sin cabeza en defensa del estrambótico Ximonazo, con lo que además de hacerse cómplice de tamaña barbaridad, ha demostrado un nivel de incoherencia espectacular. ¿Puede decirnos en qué país europeo se castiga fiscalmente a los residentes en su capital? ¿Soportan los contribuyentes de París, Bruselas o Roma un impuesto adicional como el que propone Ximo Puig? Pues imponerlo en España, señor ministro, iría en contra de la armonización fiscal internacional que usted esgrime.
Si cuando ha utilizado el argumento de la armonización fiscal internacional hubiera sido usted sincero debiera haber propuesto la inmediata supresión del citado tributo
En la misma dirección sabrá usted señor ministro que un impuesto sobre el Patrimonio como el español existe exclusivamente en un país de la Unión Europea. Si cuando ha utilizado el argumento de la armonización fiscal internacional hubiera sido usted sincero, debiera haber propuesto la inmediata supresión del citado tributo. No lo ha hecho, luego en su argumentación faltaba sinceridad.
Señor ministro, al hablar usted al dictado (de Moncloa, de Ferraz, o de ambas a la vez), ha incurrido en incoherencias, en errores técnicos y en falta de sinceridad. Hágame caso, no lo haga más o perderá el crédito de competencia técnica y de seriedad que se ha ganado cuando habla de las tareas de su ministerio.