Ausencias independentistas y comentarios fuera de lugar formaban antes parte del folclore de la celebración del Día de la Constitución. Este año sobrevolaba un ambiente fúnebre que nada tenía que ver con los casi 70.000 fallecidos a causa de la pandemia. Un presidente del Gobierno que no se habla con el líder de la oposición no tranquiliza. La extinción de nuestro sistema constitucional, con sus virtudes y defectos, empieza a percibirse como algo posible por parte de los ciudadanos.
Arnaldo Otegi, que últimamente ocupa más minutos de televisión que los reportajes sobre las nevadas o las luces de Navidad, hacía su habitual declaración independentista y socialista sobre “el régimen del 78”. Este año, el exdirigente de ETA era también socio del Gobierno en los Presupuestos, no sólo el PNV. Culpó a la Carta Magna de todos los problemas. Lógica postura de quien perteneció a una banda terrorista que descargó su violencia contra la Transición y cuanto aportó la Constitución de 1978 a nuestro país: libertad, igualdad, prosperidad, pluralismo político y un Estado de derecho de corte europeo. En suma, una democracia. “El horizonte político es monarquía o repúblicas, en plural”, afirmó en su habitual tono de advertencia, casi amenaza, en este caso a La Moncloa.
La alternativa del modelo económico a la que se refiere Iglesias es una economía planificada, intervenida, corrupta y expoliada. Un modelo comunista en cualquiera de sus versiones latinoamericanas fracasadas
Acto seguido, en lo que parecía responder a una relación de servidumbre con Otegi, Pablo Iglesias publicaba una hoja de ruta. “Estamos ante la transformación profunda de la idea de España y del Estado que interpela a todas las instituciones, también a la monarquía, tanto en lo que toca a una determinada forma de organización territorial como en lo que respecta al modelo económico español”, afirmaba el vicepresidente del Gobierno. La alternativa del modelo económico a la que se refiere Iglesias es una economía planificada, intervenida, corrupta y expoliada. Un modelo comunista en cualquiera de sus versiones latinoamericanas fracasadas. “Las repúblicas” no es una mera cuestión territorial y política, sino también económica. Abandonar el destino de los ciudadanos del País Vasco, Navarra, Cataluña, Comunidad Valenciana y Baleares, en manos de los que tienen un proyecto de identidad homogénea, no es un obstáculo sino una ventaja que le permitiría eliminar la realidad española y crear una nueva.
Una vez aprobados los Presupuestos, la prioridad para quien dirige el Gobierno es introducir en la agenda política la falsa idea de una crisis de la monarquía y la necesidad de los españoles de expulsar al rey Felipe VI para que todos nuestros problemas se solucionen de forma mágica, como la república catalana de Junqueras en la que amanecería cada día con un arco iris. Es un escrito plagado de mentiras, simplificaciones y asociaciones perversas. Se dirige a una población ignorante e infantil incapaz de distinguir lo real de lo imaginario. Lo más ridículo son las supuestas razones del imaginario clamor popular por acabar con la monarquía y que sólo están en la mente de Iglesias. Cree que si Jesús Cintora lo repite muchas veces en su programa de TVE, acabarán estando en la de todos. Y no se equivoca. El triunfo de la mentira.
La primera razón es identificar monarquía con corrupción, vinculándola al caso de las supuestas comisiones del rey emérito. Algo muy distinto a la corrupción del PSOE en innumerables y multimillonarios casos de corrupción, como los ERE, pues ésta no despierta la necesidad de una cambio de sistema en el vicepresidente, sino su participación en el mismo Gobierno.
Demonizar a la alternativa
Este motivo, no siendo menor, no es el fundamental para el Ejecutivo. La supuesta crisis de la monarquía se debe a que la derecha la defiende. Derrocar la Corona y el sistema democrático que ampara y simboliza, sólo puede ser aceptado con sumisión, nunca defendido y menos por quienes carecen de derechos políticos. Así, muchos rechazarán que la derecha defienda la monarquía parlamentaria interiorizando que de este modo la perjudican. Un elevado e inaceptable nivel de sumisión. Por otro lado, reclaman que Felipe VI repudie a quien defendiendo el orden constitucional, defienda su figura si no es de izquierdas. La estigmatización hacia la alternativa de Gobierno, hacia la derecha, es tan absoluta y despótica, que no se entiende la aceptación de estas palabras incluso por los afectados. ¿Cómo es posible que la república que propone sea más plural si expulsa de la vida pública a la mitad de la población?
Todo lo que publiquen aquellos que formen parte del CNI, de la comisión de la verdad y del Consejo de Ministros, tendrá mucha relevancia e interés para los ciudadanos. Porque lo publica en el BOE y no en whatsapp. Ésta es una diferencia a tener muy en cuenta por parte de quienes inundan titulares y horas de televisión con irrelevantes y desconocidos jubilados, que escriben deleznables mensajes con posiblemente más copas que galones en un chat privado.
Dos formas de Gobierno
La pandemia no impone una agenda republicana. Es Podemos, la ETA y los independentistas catalanes los que quieren imponernos su programa, sus delirios, su proyecto, que nos llevaría a una crisis política, y por tanto social y económica, hasta ahora desconocida. No nos presentan un debate racional sobre la mejor opción para nuestra sociedad entre dos formas políticas de Gobierno. Es una cuestión de identidad republicana, una nacionalidad exenta de todo juicio racional y caracterizada por un sentimiento de odio a nuestra forma de convivencia.
El Rey no debe aceptar semejante trágala, tal tipo de chantaje, que supondría no sólo la humillación de la Corona, sin de la sociedad entera a la que iba dirigido su trascendental discurso de hace tres años
El carácter de la república que plantea Iglesias no es democrático. No puede serlo cuando se exige que Felipe VI pida perdón por afirmar el 3 de octubre, en su histórico mensaje a la nación, que nadie está por encima de la Ley. El Rey no debe aceptar semejante trágala, que supondría no sólo la humillación de la Corona, sin de la sociedad entera a la que iba dirigido su trascendental discurso de hace tres años.
La legitimidad democrática de la Corona viene por la aprobación en referéndum de la Constitución Española el 6 de diciembre de 1978. Quien defienda el carácter franquista de no votar una Constitución o Institución cada cuatro años, habrá de defender también que el Fiscal General del Estado sea una figura sujeta a la elección de los ciudadanos. ¿Si lo designa Pedro Sánchez es democrático y si lo designa la Constitución, no? Si Dolores Delgado fuese sometida a votación popular para el cargo, ¿los ciudadanos la confirmarían en el cargo?
¿El candidato de consenso a la Jefatura del Estado quién sería, Zapatero o Sánchez? No me cabe duda que si Felipe VI se presentase a unas elecciones tendría mayoría absoluta, algo que Iglesias no conseguiría ni en el círculo de Galapagar.