Opinión

Las 853.334 multas

Ya casi es un tópico decir que los ciudadanos hemos respondido de forma ejemplar al confinamiento pero hay unas cuentas multas. Casi todos hemos cometido 'infracciones' que merecen más la risa que otra cosa

  • Los agentes se están poniendo las botas al multar.

Tanto en las crisis como en los días calmados ocurre un fenómeno digno de estudio. Lo que nace siendo una opinión tan válida como otra cualquiera empieza a repetirse una y otra vez, sobre todo en los medios de comunicación, y termina por mutar en verdad absoluta que todos aceptamos comúnmente. Quizás sea por eso que la politóloga alemana Noelle-Neumann bautizó como espiral del silencio: quienes mantienen una opinión contraria a la mayoritaria se la callan porque prefieren no discrepar en la esfera pública; y así se produce la sensación de que todo el mundo comparte el mismo pensamiento. 

Durante este confinamiento se ha extendido a la velocidad del contagio una opinión generalizada que ya casi es un tópico y que se mantendrá con los años: "los españoles se han comportado de forma ejemplar durante el confinamiento". Suena muy bien. Lo dicen los políticos de diferente signo y lo dicen los propios ciudadanos. El problema radica en demostrar si es verdad o no lo es. Cada uno podemos tener nuestra sensación sobre la base de lo que conocemos de cerca. ¿Pero cómo se mide la disciplina de los confinados?

853.334. Ese es el número de multas -"propuestas de sanción"- que ha interpuesto el Ministerio del Interior a ciudadanos por saltarse el confinamiento desde que empezó, allá por el 15 de marzo. ¿Son muchas o pocas multas? La cifra, ochocientas cincuenta y tres mil trescientas treinta y cuatro, suena desproporcionada. Si uno piensa que somos 47 millones de ciudadanos y que la reclusión ya dura cincuenta y cuatro días, suena casi a minucia. Si se tiene en cuenta que es metafísicamente imposible que los agentes del orden puedan detectar todas las conductas fuera de la ley, suena orientativa. 

Algunos ven en el alto grado de cumplimiento de la reclusión un sinónimo de docilidad, porque los españoles nos habríamos portado como un rebaño obediente, y consideran a los multados como héroes capaces de plantarse ante unas normas desmesuradas. Creo que yerran, porque las razones se llaman solidaridad y responsabilidad

Esa imagen de las calles desérticas que todos tenemos en la cabeza y el descenso en las terribles cifras de la pandemia indican que efectivamente el comportamiento ha sido ejemplar en la enorme mayoría de la sociedad. Los multados son la excepción, quizás cuantiosa pero excepción, que confirma la regla. Realmente son menos de 853.334, porque unos cuantos han reincidido. Tampoco es justo tacharlos a todos de villanos, en todo caso, porque acaso muchas de las sanciones sean fruto del desconocimiento o del despiste o incluso sean injustas.  

¿Qué significan esas cifras? Algunos ven en el alto grado de cumplimiento un sinónimo de docilidad, porque los españoles nos habríamos portado como un rebaño obediente, y consideran a los multados como héroes capaces de plantarse ante unas normas desmesuradas. Creo que yerran, porque las razones se llaman solidaridad y responsabilidad. Se habla de muchas conspiraciones, que siempre venden más que la realidad, pero conviene recordar que nos han confinado -acertadamente o no, ese es otro debate- para frenar la propagación de un virus. 

Cada vez que hablas con alguien ocurre lo mismo: te cuenta lo bien que está cumpliendo con las normas e inmediatamente después pone a caldo a unas cuantas personas (vecinos, paseadores con perros, amigos, niños, conocidos) que, a su juicio, están incumpliendo las directrices

Dicho todo esto, cada vez que hablas con alguien ocurre lo mismo: te cuenta lo bien que está cumpliendo con las normas e inmediatamente después pone a caldo a unas cuantas personas (vecinos, paseadores con perros, amigos, niños, conocidos) que, a su juicio, están incumpliendo flagrantemente las directrices. Esto, como ese lamentable gusto por la delación que se ha visto en tantos balcones, demuestra que en el fondo todos llevamos un policía dentro, sí, pero para vigilar a los demás, claro. Ya saben, vemos la paja en el ojo ajeno pero no vemos la viga en el nuestro. 

Tengo para mí que en casi todas las familias enclaustradas nos hemos saltado el confinamiento en alguna medida, entre otras cosas porque las medidas han sido tan restrictivas que era casi imposible no saltárselo. Pero en todo caso han sido tímidas infracciones que merecen más la risa que una multa (irte a un súper más lejano, bajar a la compra un par de veces al día, quedar con un familiar al tirar la basura, pasear de forma encubierta con una bolsa de la compra, alargar el paseo con el niño).  

Parece, por tanto, que en este caso no ha funcionado esa espiral del silencio y la opinión pública está en lo cierto al pensar que lo hemos hecho bien. Ni somos héroes ni somos villanos. Pero, eso sí, en estos días de "desescalada", franjas y fases lo que más se percibe en el hogar, en la tele y en la calle es hartazgo y confusión. Creo que nos hemos cansado de estar sin libertad. Cuanto antes la recuperemos, mejor para todos. Habrá menos multas, aunque nos acompañen las mascarillas y el miedo.  

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