Las cartas de Jordi Sánchez
A la vista de cómo le ha ido a la banda del referéndum y la república fugaz, está claro que estos chicos han visto muchas películas. Porque peliculeros lo son, y un rato largo. Que Jordi Sánchez, uno de los dos Jordis encarcelados, ya saben, el ex dirigente de la ANC que hoy se queja de que un compañero de cárcel le canta el “Viva España” y al otro día de que un gitanico le enseña la fuchinga – los que se quejan son sus compañeros de celda, que van pidiendo el traslado sucesivamente porque el hombre es un palizas de mucha consideración- haya intentado pasar de matute unas cartas envueltas en la ropa sucia es de película de Clint Eastwood.
A la gente de pensamiento totalitario le sienta bastante mal la privación de libertad. Es curioso. Esa libertad que pretenden extirpar de la sociedad en la que viven, la de hacer, pensar y decir lo que se te antoje sin que el poder público te persiga, es la que reclaman como monjitas llorosas a la que les toca a ellos recibir. No es de extrañar, pues, que ahora todos se hayan convertido, por obra y gracia de la cárcel, en gentes que aceptan el 155, la legalidad vigente y lo que sea menester. ¿Es arrepentimiento? No, es puro interés y bien haríamos todos en tenerlo presente, porque, a la que puedan, volverán a las andadas. Que Sánchez intente burlar las vías legales para comunicarse con el exterior, que las hay y son suficientemente holgadas, confirma la tesis. Además, ya hemos visto la cobardía de estos héroes de pacotilla, que a la que pueden zafarse de asumir sus responsabilidades pagando, lo hacen. Muy catalán. Pagando se arregla todo. Eso de la gallardía, el honor, el sentido del deber, deben ser cosas de Franco, imagino que hablan entre ellos. Ya te digo.
Por otro lado ¿qué tiene que decir Sánchez en esas cartas que no pueda decirse a través del conducto ordinario? ¿A qué teme? ¿Al funcionario Romerales del negociado de censuras esteladas? Sería muy interesante saber qué contienen y a quien van dirigidas. Que no se nos diga que existe censura, porque muchos ex Consellers en su misma situación se manifiestan a través de Twitter, escriben cartas dirigidas a los funcionarios de las consellerías en las que habían tenido responsabilidades, reciben visitas de familiares, amigos y correligionarios, en suma, gozan de los beneficios que el estado de derecho en el que vivimos otorga a los que están encarcelados. Faltaría más.
Siendo así, ¿a qué viene esa clandestinidad? Es una pregunta que contiene muchos elementos inquietantes, máxime si tenemos en cuenta que Sánchez era de los que no condenó jamás el atentado de la ETA en Hipercor y que no ha ocultado jamás sus simpatías hacia HB o Arnaldo Otegui. Imaginamos, queremos imaginar, que fiscalía ya sabrá a qué atenerse en este sentido, pero no por ello deja de preocuparnos.
"Una inhabilitación para cargo público significa bien poco para esta gente, puesto que las leyes constitucionales son para ellos, y bien que lo han demostrado, poca cosa más que papel mojado"
Estamos en un momento especialmente delicado, porque tal parece que se puede intentar dar un golpe de estado sin que esto tenga mayores consecuencias que una reprimenda, una multa, algunos días en presidio para que reflexiones y, con todo esto, ya puedes marcharte a tu casa como si tal cosa. Una inhabilitación para cargo público significa bien poco para esta gente, puesto que las leyes constitucionales son para ellos, y bien que lo han demostrado, poca cosa más que papel mojado. Por lo que hace al dinero, ya ven como los fondos de la ANC y Ómnium acuden raudos a prestar su balsámica ayuda a los implicados. Lo peor, aun siendo todo esto francamente repugnante, lo particularmente particularmente cansino y vergonzoso, es que hoy digan blanco para mañana decir negro, con un cinismo y una falta de decoro tan absolutos que claman al cielo.
Si Sánchez decide seguir la llamada vía Forcadell y acepta el 155, como Junqueras y el resto de ex Consellers encarcelados, ¿se le debe conceder la puesta en libertad bajo fianza? Ya puestos ¿son merecedores todos estos conspiradores de disfrutar de una libertad que utilizarán para emplearse a fondo en una campaña electoral, defendiendo las mismas cosas que lo llevaron a la cárcel? ¿Eso es justicia o una tomadura de pelo? ¿Han de comerse el turrón tranquilamente en sus domicilios, quien sabe si elegidos como nuevos gobernantes de Cataluña?
Junqueras, el pío
Es tal la farsa, tan grotesca y ridícula, que, si no fuese por la gravedad de sus acciones, los responsables del movimiento independentista podrían ser los personajes de una sit com de humor, o de uno de esos filmes interpretado por el gesticulante Louis de Funes. Ya me imagino a los ex Consellers saltando por los tejados de París gritando “¡Fantômas, Fantômas!”. Hagan un esfuerzo de imaginación, se lo ruego, y visualicen mentalmente al búdico Oriol Junqueras flotando a dos palmos del aire, extasiado y místico como una versión independentista de la santa de Ávila. No es cosa menor, oigan. Anda el hombre diciendo que si el amor, que si la bondad, todo a propósito del asunto separatista. El mejor día, insisto, se pone a levitar y asciende a los cielos en cuerpo y alma.
Lo peor no es lo que dice, si vamos a lo serio, porque, por decir, podría decir misa en latín, lo peor es que haya gente que se lo crea, gente que puede hacer del partido de este señor el más votado en las próximas elecciones, gente a la que le da lo mismo que Marta Rovira diga que el estado estaba dispuesto a que hubiera muertos por las calles y que por eso no tiraron adelante con su república.
Al final, este asunto de la independencia ha acabado con un aire a lo Palmar de Troya, ya saben, aquel chusco invento de un señor que se hizo papa para sacarse unos dineros. Si aquella comedia truhanesca tenía a un cabecilla llamado Clemente y dio de si lo suyo, lo mismo pasa con estos. Junte usted a unos cuantos iletrados ávidos de lo sobrenatural y ya tiene la base para empezar su iglesia personal. Para que el engaño fructifique es necesario que el destinatario del mismo se lo crea, es decir, que sea lo suficientemente cándido, tonto o codicioso para tragarse la bola. Vean el timo de la estampita por vía de ejemplo.
Está claro que por mucho que digan y juren y requetejuren que están por la legalidad no es cierto. Envíen cartas ocultas entre la ropa sucia – también son ganas de hacerles pasar un mal rato a los encargados de sacarlas del escondite – o se ratifiquen en visiones extáticas plagadas de esteladas y querubines, da lo mismo. No deberían engañarnos – no nos engañan a los que conocemos el paño – esos cantos de sirena, porque todo eso forma parte de la misma aberrante concepción del separatismo, que solo busca el provecho y privilegio de unos pocos frente al desastre de la inmensa mayoría.
"Los que se llenan la boca pidiendo que el estado se comprometa a respetar los resultados del 21-D ¿se atreven a jurar por sus madres que si ganan ellos no repetirán el intento de golpe de estado? Bueno, igual sí, porque les da lo mismo si ello les beneficia"
La locura es la misma, aunque tenga diferentes aspectos. Locura es que Puigdemont siga con su rollo de presidente checo exiliado en el Londres de Churchill, locura es que Sánchez juegue a preso en un campo de concentración intentando burlar a la Gestapo, locura son las advertencias de que hay que asumir que habrá violencia por parte de las CUP, es locura, insensatez, irreflexión y, digámoslo de una vez, maldad, pura maldad, fascismo. Los que se llenan la boca pidiendo que el estado se comprometa a respetar los resultados del 21-D ¿se atreven a jurar por sus madres que si ganan ellos no repetirán el intento de golpe de estado? Bueno, igual sí, porque les da lo mismo si ello les beneficia.
Que no nos cuenten milongas, porque no todo vale en política ni en una campaña electoral. No nos mareen más con sus estratagemas ni con el cuento de la lágrima, que venimos llorados de casa. Menos rezos, menos papelitos escondidos y más dar la cara, más apechugar con las consecuencias, que a los de abajo no nos ha quedado otra que lidiar con el desastre al que nos ha conducido su insensatez: pobreza, necesidad, fractura social, desprestigio, amargura y desazón. El turrón, donde diga el juez.
Y cuidado, que esto no se ha acabado todavía.