Buch sospecha de una intención oculta y aviesa en la cifra de mascarillas llegadas a Cataluña: 1.714.000. Ya saben, el famoso 1.714, la fecha mantra en la que se inventaron una guerra entre Cataluña y el resto de España que jamás existió y una pérdida de las fabulosas libertades que disfrutaba el Principado hasta aquel momento, que tampoco fueron tales. La Guerra de Sucesión, que no de secesión, fue de ámbito europeo entre las casas reinantes de Borbón contra Austria y los únicos derechos abolidos por Felipe V fueron los feudales. Pero Buch dice que con la historia los catalanes no admitimos bromas y que esa cantidad de mascarillas es una ofensa y bla, bla, bla.
No dice que ellos, el Govern, prometieron que este martes las farmacias dispondrían de catorce millones de mascarillas, cifra que luego se reconvirtió en un millón y luego pasó a menos todavía, y que este martes no hay mascarillas y ya veremos la semana próxima. No habla de cómo en el pueblo de la señora Budó, censuradora oficial de ruedas de prensa y reñidora en Twitter de todo aquel que discrepe del Govern - ¿de verdad le pagamos el sueldo a esta señora para que haga de censor? – se celebran mercadillos al aire libre concurridísimos sin que nadie diga ni mu. No comenta nada acerca de los expertos científicos que aconsejan a Torra, ni aporta dato alguno sobre los ancianos muertos en las residencias, ni da razón por la cual en Sant Andreu de la Barca no se puedan utilizar las instalaciones que habilitó la Benemérita. Buch no dice nada de eso porque no tiene nada que decir. Ni él, con su incuria habitual y su gesto arrogante que a estas alturas es más patético que otra cosa, ni la señora Vergés, consellera de sanidad que compite con Illa a ver quien sabe menos de su negociado, ni la tal Budó, que ha sabido llegar a un nivel que desconocíamos en materia de poner cara de oler a pescado podrido.
No dicen nada porque, en el fondo, les importamos una mierda, como dije en un anterior artículo. Solo les importan los suyos
No dicen nada porque, en el fondo, les importamos una mierda, como dije en un anterior artículo. Solo les importan los suyos y por eso dejan que hagan mercadillos o que en el barrio de Sarriá este sábado pasado pareciera que había rebajas, de lo concurridas que estaban sus calles y plazas. Digamos para aquellos que no son de Barcelona que Sarrià, San Gervasio y Pedralbes son los barrios ricos de la capital catalana donde, curiosamente, los lazis tienen mayoría abrumadora. A los que están sentados en las poltronas catalanas les importa quedar bien con los suyos, de ahí que los bots engrasados convenientemente vayan esparciendo su carroña arguyendo que los muertos de la Covid-19 son culpa de España, que tendríamos mascarillas y respiradores si no fuese porque España lo impide, que estamos ahogados en materia sanitaria por el expolio español y toda una serie de cabronadas que solo los muy necios están ya en disposición de creerse. Y sí, he dicho necios por no decir otra cosa, que muy ciego al entendimiento se ha de ser para no apercibirse que los políticos separatistas están intentando sacarse de encima a los muertos, a la penuria de recursos, a su pésima gestión, a su imprevisión, dándole a la matraca demagógica, lo único que saben hacer. Ni estaban preparados para dirigir a Cataluña hacia una república ni siquiera lo están para atarse los cordones de los zapatos solitos. Son egoístas, roñosos, cobardes, ineptos, comisionistas, cainitas, supremacistas. Y, encima, necios. Porque necedad es ponerse a comentar un libro de Carles Rahola como han hecho Torra y Puigdemont en medio de la que está cayendo, sin decir ni mu acerca de planes de contingencia salvo esos anuncios que hoy dicen digo para mañana decir Diego.
Como Sánchez, me apresuro a decir, no sea que los separatas de guardia y sobrecito a fin de mes se crean que solo miro hacia un lado. Aunque, al fin y al cabo, el lado es el mismo para ambos. Iceta gobierna con los de Puigdemont en muchos pueblos y mendiga sus apoyos en el congreso. Una auténtica conjura de los necios. Temo que sean algo más de ese millón setecientas mil y pico. Por cierto, Buch, ¿tiene un albarán que confirme que esa cifra no es otra de las mentiras que suele usted endilgarnos habitualmente? Es para un amigo.