Opinión

Niebla de guerra política

La gobernabilidad y estabilidad de Sánchez pasa por aliarse con los que quieren destruir nuestro país y acabar con la democracia del 78

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el de la Generalitat, Pere Aragonés, en Moncloa

Carl Von Clausewitz en su obra titulada De la guerra introdujo el término “niebla de guerra” que, básicamente, definía el estado de confusión en el flujo e interpretación de la información de lo que acaecía en el devenir de los conflictos bélicos. El nivel de confusión no solo se debe a las propias dinámicas de las guerras, también viene dada por las estrategias de desinformación y red de mentiras que tienen el sentido estratégico de hacer tomar decisiones erróneas al enemigo o que este tenga una visión distorsionada de la realidad.

Hoy día, cuando una parte de cualquier conflicto se da en la llamada “guerra cognitiva”, esto es, lograr ganar el relato de los sucesos, la llamada “niebla de guerra” es una herramienta clave para alcanzar los objetivos marcados.

Si, como el mismo Clausewitz decía, la guerra es la continuación de la política por otros medios, vemos cómo los métodos y estrategias militares han hecho el recorrido inverso y, en gran medida, se han convertido en una herramienta de la política, en un gran juego de mentiras, desinformación y confusión. Lamentablemente, en estos días vemos cómo se están utilizando este tipo de estrategias de confusión para lograr una victoria en forma de confundir víctima con verdugo y verdugo con víctima. El problema es que el espesor de nuestra niebla de guerra política patria es tan densa que resulta muy difícil discernir qué está pasando, qué puede pasar y qué se está buscando. Por lo que, intentando (en la medida de lo posible) huir de mis propios sesgos y prenociones, trataré de desenredar la madeja narrativa en la que estamos metidos.

Curiosamente, de nuevo, todo el lío que estamos viviendo, parte de los estertores de lo que fue denominado el “prusés” catalán. Los indultos, la eliminación del delito de sedición o los cambios en el de malversación, responden a un mantra: es una estrategia para dividir al separatismo y lograr una paz social. Pedro Sánchez y todo el elenco de los siempre dispuestos a convertirse en altavoces de su querido líder, nos dicen que desde que ellos gobiernan no ha habido desafíos institucionales (en forma de referéndums) en Cataluña, ni enfrentamientos, y eso es porque sus estrategias funcionan. Como vemos, este es el tipo de refinada desinformación con la que se trata de confundir a la ciudadanía, para empezar y fundamental para seguir el hilo argumental de este artículo, lo que evitó y ha evitado nuevas consultas han sido dos palancas fundamentales en cualquier democracia: el poder judicial y la jefatura del Estado.

Para entender este escenario de cesión sin fin cabría recordar los disturbios acaecidos en Barcelona en el año 2019, promocionados por aquellos con los que Sánchez se siente tan cómodo y reconfortado

La pregunta entonces sería, si el fracaso del golpe de Estado separatista de 2017 se debió a la correcta aplicación de la ley, ¿por qué y para qué el gobierno Sánchez ha activado esta estrategia de “desinflamación”? Parecería que nuestro gobierno ha iniciado un proceso de negociación con el separatismo que pasa por el desmantelamiento y/o control de las instituciones que impidieron el golpe de Estado. Para entender este escenario de cesión sin fin, de erosión institucional, cabría recordar los disturbios acaecidos en Barcelona en el año 2019, promocionados por aquellos con los que Sánchez se siente tan cómodo y reconfortado. Este podría ser el primer capítulo de la explicación del porqué de las políticas del gobierno: cede lo que te diga si no quieres que active la espita de la violencia callejera. Los tiempos y los escenarios de negociación son tan “casuales” que parecerían “causales”.

Hay otro elemento que podría servir para explicar la situación, me refiero a la recíproca necesidad que tiene el PSC con ERC en Cataluña. Las cesiones también responderían al objetivo de lograr un gobierno catalán que reedite el tripartito “progresista”, ya sea de forma implícita o explícita. Pero, este objetivo está, a su vez, condicionado por uno superior, y es básicamente, la necesidad que tiene Sánchez de conservar su último feudo y caladero de votos de cara a las siguientes elecciones generales. Una vez perdida Andalucía, con un Madrid entregado a Ayuso, una Comunidad Valenciana dubitativa, los votos de los catalanes y, sobre todo, los treinta y dos diputados de Barcelona y los seis de Tarragona son fundamentales para lograr reeditar un nuevo gobierno Frankenstein. Este último objetivo, sí o sí, pasa por esa narrativa desinflamatoria que tan bien encaja en la sociedad catalana.

La erosión también pasa por el descrédito y la desinformación. El desprestigio y la contaminación mediática es una poderosa arma para laminar a quien se opone a tus designios

Naturalmente, hay otra explicación más y es la más evidente: la gobernabilidad y estabilidad de Sánchez pasa por aliarse con los que quieren destruir nuestro país y acabar con la democracia del 78. Ello deriva en la sumisión absoluta hacia los deseos del republicanismo separatista, los filoetarras y los que añoran las glorias del comunismo. Este escenario es el que aumenta foco y nos puede dar la foto general y el panorama.

Solo hay que interpretar el denominador común de todos ellos y, entonces, podremos entender la deriva populista de nuestro país. Sabedores todos ellos de cuáles son los elementos institucionales que pueden frenar su anhelada “república plurinacional”, están implementando un programa con el que erosionar y/o controlar la eficacia de las instituciones. La erosión también pasa por el descrédito y la desinformación. El desprestigio y la contaminación mediática es una poderosa arma para laminar a quien se opone a tus designios.

Este juego de erosión y niebla, como vemos, ya han saltado la frontera administrativa de Cataluña y está contaminando todo el panorama nacional. El movimiento para controlar el poder judicial con la excusa de reconocer el resultado de las urnas es el mayor atropello que se puede hacer a la democracia, creer que la separación de poderes y la norma básica debe estar en manos de mayorías coyunturales es no creer en la democracia o entender que por encima de las normas están los partidos y la ideología. Y aquí vemos cómo se ha intensificado la inversión moral del presidente Sánchez. Pero antes de continuar, recordar algo que por el mero hecho de tener que recordarlo, me sonroja: el presidente de cualquier gobierno es el presidente de todos los ciudadanos, no solo de los que te han votado. Tratar de crear un clima de sospecha y polarización, de poner en cuestión órganos fundamentales del Estado es un síntoma claro de populismos y más propios de autoritarismos.

Estamos en una batalla para lograr imponer un relato, como el ideado por el Gobierno, impropio de la democracia, un relato que bebe del sustrato cultural cainita de nuestro país

El lenguaje guerracivilista utilizado por las huestes populistas en el Congreso, la afirmación de un presidente de un Gobierno, en sede parlamentaria, denunciando la existencia de un “complot” de la “derecha judicial y política” es de tal gravedad, genera un escenario de tal crispación social que debería hacernos sospechar de la intencionalidad de estas, del para qué de esta deriva incendiaria. La explicación podría ser múltiple. Seguimos inmersos en la niebla de guerra, estamos en una batalla para lograr imponer un relato, como el ideado por el Gobierno, impropio de la democracia, un relato que bebe del sustrato cultural cainita de nuestro país.

Ciertamente, como movimiento táctico, podríamos interpretar que esta maniobra podría responder a la necesidad de tensionar al electorado progresista creando la ficción de una derecha antidemocrática, tensión que equivale a movilización y movilización equivale a votación. Si por el camino se pierde la convivencia, parece no importar, el objetivo, la permanencia en el poder, parece estar por encima de todo.

La interpretación estratégica podría ser y es más preocupante aún, ya en el debate sobre el estado de la Nación, nuestro presidente visualizó su visión autoritaria de la democracia, su vena iliberal cuando se quejaba de la pronunciación del Tribunal Supremo de los EE. UU. respecto al aborto en ese país, nada ni nadie podía estar por encima de las coyunturas políticas, “por encima de la voluntad popular” le faltó decir siguiendo el modelo del comunismo de otras épocas y lugares. Esta concepción iliberal, llevada al terreno patrio, se traduce en la concepción de que el poder político debe estar por encima del judicial y el judicial debe responder en función del deseo y la coyuntura política. Si enlazamos, de nuevo, con el tema catalán, Sánchez y el separatismo necesita un TC dócil para lograr un nuevo y enésimo referéndum en Cataluña, referéndum que se adjetivará de la forma más oportuna por los muñidores monclovitas del lenguaje.

Un cambio de régimen

En verdad, estamos viendo la ejecución de un plan que está pensado para lograr un cambio de régimen, como decía más arriba, se están laminando a aquellas instituciones garantes del orden constitucional. Un cambio de régimen sustentado en un 50,72% de los votos en las últimas elecciones generales, que es la suma de los partidos coaligados más los sospechosos habituales que sustentan a este gobierno. Como apunte final, no es algo improbable que, en un futuro cercano, este frente populista proponga un referéndum sobre la monarquía, la clave de bóveda de nuestra democracia, parecería que quieran poner en una situación imposible a nuestro Rey. Como apunte final, solo recordar lo que dice el artículo 56 de la Constitución: "El Rey es el jefe del Estado. Arbitra y modera el normal funcionamiento de las instituciones", no dejemos que la niebla nos confunda, porque el escenario que nos encontremos cuando disipe la niebla puede ser mucho peor de lo que creemos.

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