Opinión

Ojo, no se me despisten con Sánchez

Llevamos algunos días entretenidos con la cosa del tío de las gafas, pinta de inocentón y manos largas

  • Errejón y Pedro Sánchez -

Llevamos algunos días entretenidos con la cosa del tío de las gafas, pinta de inocentón y manos largas. Y está muy bien, pero ni es lo sustancial ni es lo serio ni es lo que más importante. Ya se las verá con la justicia si es que las denuncias, si las hubiera o hubiese, se presentan y hay juicio. Sirva el caso tan solo para recordarles a los que van escasos de memoria o cultura general que en la izquierda se hace lo que no se dice y se dice lo que no se hace. Pero superemos la cortina e humo tras la cual Sánchez, Begoña, Aldama, Koldo, Ábalos y el resto del Gran Circo de Begoñita Chen se esconden prudentemente. Porque, entre otras cosas, si individuos como Errejón y su hasta ahora protectora Yolanda Díaz – nada menos que vicepresidenta del Gobierno-   han estado dónde han estado ha sido porque al sátrapa monclovita le convenía para ser califa en lugar del califa, frase que suele decir siempre el tremendo Visir Iznogoud en los cómics de Tabary.

A Sánchez se le estrecha cada vez más el círculo, véase el testimonio gráfico publicado este domingo en el que se ve con Aldama, ese señor que no conoce. Cada vez hay más indicios, en muchos casos pruebas, más imputados y por tanto más posibilidades de que alguno derrote y cante la Traviata. Cada vez hay más mosqueo incluso entre los suyos, a pesar de lo bien que hace de contorsionista con la lengua la ministra Montero. Y si no fuera porque Sánchez tiene lo que tiene enfrente haría tiempo que estaría apacentando gusarapos en la Sierra de la Culebra. Pero incluso así, las palizas que le dan a Bolaños con precisión y pulcritud, por citar dos casos, Cayetana Álvarez de Toledo o Pepa Millán, evidencian por qué al presidente le gusta menos pisar la Carrera de San Jerónimo que al Pernales una comisaría.

Lo último que se ha inventado para desaparecer del mundo político nacional es montarse una gira mundial que ni el flemático Phileas Fogg, protagonista de “La vuelta al mundo en ochenta días”. El chico estará esparciendo la luz por el mundo en India – mira, como Fogg, que es donde encuentra a la que será su enamorada, la princesa Aouda a la que salva de ser quemada viva, y dejo a ustedes que saquen sus propias conclusiones -, para luego visitar Hungría, Azerbaiyán, Ecuador y Brasil. Total, que no lo vamos a ver hasta finales de noviembre y entonces, con las Navidades casi encima, entre unas cosas y otras continuará siendo un presidente etéreo, más intuible que palpable, más sospechado que constatado. Mientras tanto, aquí seguirán las escabechinas entre socios del gobierno – en Junts, Puigdemont ha dado un golpe de Estado destinando a Laura Borrás al piélago de la fundación del partido – y como no se le aparezca la Virgen de Suresnes en el congreso socialista de Sevilla, a celebrar los próximos 29 y 30 de noviembre, a alguno de los mil noventa y cinco delegados, delegadas y delegades, todo seguirá plácido para el Zar del traje azul entallado. Bueno, o que algún juez tenga la ocurrencia de imputarlo. Pero, caso de que tal cosa sucediera, con montar un escándalo de profundo calado, no sé, como que a Sira Riego la vuelve loca Bertín Osborne, y luego irse de gira por países que empiecen por la letra M, problema solucionado.

Por eso no hay que despistarse jamás con este individuo. Es capaz de engañarnos a nosotros, a los suyos, a las instituciones, a la Federación Internacional de Aviación, todos a la vez, mientras silba. No sería la primera vez, recuerden la pandemia, los confinamientos, los comités de sabio y las mascarillas. Mucho ojo.

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