Opinión

La marioneta de Francia y Catar que Florentino quiso tener

Cuentan fuentes bien informadas del Ibex-35 que el asunto de Mbappé fue uno de los que puso sobre la mesa la delegación catarí que visitó Madrid la semana pasada

  • Kylian Mbappe, en una foto de archivo.

El deporte siempre ha sido la excusa perfecta para exhibir poderío. El Mundial de fútbol de 1978 nunca debió jugarse en la argentina de los dictadores carniceros, pero el entonces presidente de la FIFA, Joao Havelange, lo permitió. Es sencillo adivinar los motivos. Los militares utilizaron el acontecimiento para ensalzar la imagen del país y para ocultar asesinatos, torturas y violaciones. La corrupción ha sido una constante en el balompié desde hace varias décadas.

Los aficionados del Real Madrid podrían explicar su decepción con Kylian Mbappé de forma sencilla: ha decidido quedarse en el PSG por dinero y por amor a los colores. También porque, en realidad, es un niño de 23 años que ha crecido en una burbuja que está constantemente asediada por familiares sedientos de riquezas y chupasangres del mundillo.

Esa interpretación es válida, pero incompleta, como tantas otras en las que se suele obviar una parte de la verdad porque resulta demasiado incómoda o dolorosa. Y es que a veces se hace necesario rebajar la graduación de las lentes para poder observar la realidad de forma difuminada. La ignorancia puede llegar a ser la mejor grajea para no perder la cordura.

La evidencia deja claro que esto iba más allá de la llegada de Mbappé al Santiago Bernabéu. Era una lucha de poder con distintos frentes y algún enemigo peligroso. El fichaje de este futbolista -madridista de cuna, como ha reconocido- se iba a consumar en un momento geopolítico complejo, con la Unión Europea angustiada por la existencia de una guerra cerca de sus fronteras y con sus líderes preocupados por la estanflación y por la fórmula que aplicarán para sustituir el gas ruso en su economía. En este contexto, el Real Madrid amenazaba con debilitar uno de los grandes símbolos -si no el que más- de la alianza de Francia con una de las mayores potencias energéticas del planeta: Catar.

Cuentan fuentes bien informadas del Ibex-35 que el asunto de Mbappé fue uno de los que puso sobre la mesa la delegación catarí que visitó Madrid la semana pasada. Desconocen los términos exactos en los que Al Thani se lo trasladó a los representantes del Ministerio de Economía español. Quizás fue una sugerencia o quizás algo más serio. Pero mientras se firmaban los importantes acuerdos comerciales entre ambos países -reitero, en un momento geopolítico complejísimo-, el nombre del futbolista se citó.

Catar y sus pequeños pecados

El interlocutor no es ni mucho menos alguien libre de polvo y paja. Quien viajara hacia algún país asiático hace unos años e hiciera escala en Doha, comprobaría que la aeronave rodeaba la Península Arábiga para evitar sobrevolar el territorio del resto de los países del Golfo. Todo se debía a un boicot que iniciaron Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto en junio de hace un lustro; y que posteriormente secundaron Yemen, Libia y las Islas Maldivas. Todos ellos acusaron a los Al Thani de desestabilizar la zona con su apoyo a Estado Islámico y otros grupos terroristas. El 5 de junio de 2017, cuando se inició esta medida, las pantallas individuales de los Airbus A380 de la Qatar Airways todavía mostraban a los jugadores del F.C. Barcelona durante la demostración de seguridad. La Ciudad Condal, Cataluña y Catar. Conviene no olvidar ese triángulo.

La segunda lección existencial que arroja este asunto es clara: a veces, hay que llegar a acuerdos con los malos para salvar los muebles o para conseguir una mayor prosperidad. Como, por ejemplo, los que firmó el Gobierno de España con las teocracias que han radicalizado el Islam con petrodólares. O los que ha alcanzado Mbappé con el PSG, que llenarán mucho más su cuenta corriente, pero también le evitarán meterse en un callejón sin salida.

Porque de esto se extrae una tercera lección: los malos son a veces caprichosos, celosos y traicioneros. A veces, es mejor estar de su lado que a la contra. Sobre todo, cuando te cuidan. Si te vas en esas circunstancias, se sienten defraudados y su reacción es imprevisible.

Macron, emperador

La recta final del fichaje de Mbappé ha coincidido con varios asuntos geoestratégicos de primer orden. La crisis energética es uno de ellos, pero también lo es la reelección de Emmanuel Macron como presidente de la República francesa. El país galo no es lo que era, pero con una Alemania sin Merkel y seriamente afectada por la situación del gas ruso, es evidente que Macron se ha convertido en la gran figura política europea. Con sus luces y con sus sombras. Y, de momento, los franceses no han expresado tantas reticencias con el dinero sucio de Catar como los británicos con los rusos tras la epifanía que les sobrevino con el inicio de la invasión de Ucrania.

Macron se había involucrado en la renovación de Mbappé por el PSG porque consideraba al futbolista -campeón del mundo- como un símbolo del país. Por tanto, este asunto es una victoria personal. Como poco, política, pero también económica. Francia vendió a Catar productos por más de 800 millones de euros en 2020 -según el ICEX-, pero sobre todo, en el actual momento de complejidad del mercado energético, cualquier favor a los Al Thani puede generar acuerdos más provechosos con ese país.

Las tiranteces del fútbol español con el francés no comienzan y terminan en el traspaso de Neymar por más de 200 millones de euros ni con Mbappé. Hace unos años, Mediapro (Jaume Roures) se hizo con los derechos audiovisuales de la liga francesa para el período 2020 – 2024 y salió de allí tarifando, para variar. L'Equipe definió aquel conflicto como “el atraco del siglo” y le dedicó la portada de una de sus ediciones. Allí aparecía el empresario catalán disfrazado como uno de los ladrones de La casa de papel.

Más allá de este episodio, ¿qué hubiera pasado con el campeonato galo y con sus derechos audiovisuales en caso de que Mbappé hubiera fichado por el Real Madrid? Es fácil deducir que el producto se habría devaluado.

También cabe plantearse otra pregunta: ¿la marcha del futbolista estrella del equipo hubiera alejado a los Al Thani -y a su empleado Al Khelaifi- de su sueño irrealizado de ganar la Champions League? ¿Y hubiera sido un impulso para la Superliga que quiere Florentino Pérez?

El presidente de la UEFA, Aleksandar Ceferin, ascendió a Al Khelaifi en el organigrama de la organización en cuanto el catarí negó su apoyo a los clubes que querían fundar la Superliga. ¿Un PSG más fuerte le sirve de defensa de la Liga de Campeones? Son sólo algunas preguntas. Hay muchas más. Las más importante, seguramente, monetarias.

Veintidós millonarios en pantalón corto

Dirán que el fútbol tan sólo consiste en ver correr en pantalón corto a 22 millonarios durante 90 minutos. Y es normal. Recordemos la primera conclusión existencial: a veces, es mejor alardear de miopía y parecer estúpido que conocer la realidad y perder el juicio. Si este deporte no fuera relevante a nivel político y económico -y sirviera para limpiar charcos de sangre y engrasar relaciones empresariales-, seguramente ni los Al Thani, ni Florentino Pérez, ni tipos como Nicolas Sarkozy hubieran arriesgado tanto en este mundillo.

El expresidente francés -según el diario Mediapart- fue investigado dentro de la adjudicación del Mundial de Fútbol de 2022 a los cataríes, pues las autoridades francesas consideraron que podía estar implicado. Podría hablarse mucho sobre el nexo entre 'Sarko' y el emirato, pero hay un hecho relativamente reciente que aclara este vínculo a todas luces. Cuando los fondos de inversión decidieron decapitar al presidente del grupo Lagardère -editor de la influyente revista Paris Match-, el expresidente francés defendió los intereses de los Al Thani. Actualmente, forma parte del Consejo de Administración de este influyente conglomerado mediático. Figura como independiente, pero está ahí por algo. Por algo que se explica en su relación con los árabes.

Hay un dato que quizás ha pasado desapercibido hasta el momento; y es que Florentino Pérez es el jefe del imperio de ACS, el cual ha realizado distinta obra pública en Catar a lo largo de su historia. No conviene ganarse la enemistad de los jeques porque tienen el dinero por castigo y un fondo soberano que, como enemigo, puede lastrar la operación que se le antoje a su 'monarca' absoluto. Desde luego, debe generar pesadillas el hecho de pensar que la firma de Mbappé -y es indudable que el Real Madrid dio todo por ficharle- puede generar a una constructora española un problema de gran magnitud.

Como está de moda escribir del Real Madrid y no faltan reputadísimos periodistas oficialistas que no cuestionan nada de lo que sucede en el club blanco, estos días se ha hecho un especial hincapié en la derrota del equipo 'de sus socios' frente a un club que representa a una nación de ética cuestionable. Como el Manchester City, en el que se emplea el incorruptible e insoportablemente hipócrita Guardiola.

Estos análisis forofos no se puede decir que sean erróneos, dado que aluden a la transformación del fútbol en otra cosa diferente a lo que era hasta ahora. Con otros poderosos, otras familias y otros tipos de corrupción. Pero, desde luego, estos textos cojean porque no aluden al contexto internacional y a la importancia que tienen estos caprichosos adinerados árabes para que el europeo medio pague menos por llenar el depósito del coche o por poner la calefacción.

Por cierto, ¿Qué pensará Ignacio Sánchez Galán -enemigo íntimo de Florentino Pérez y socio de los cataríes- de este fracaso del Real Madrid?

Son muchos. Todos tienen intereses y, seguramente, todos tengan opinión.

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