Opinión

Casi cien días

Cien días que marcarán a varias generaciones de españoles por la incompetencia de su Gobierno, que no quiso actuar, cuando tuvo la oportunidad y la obligación de hacerlo

  • Salvador Illa y Fernando Simón

Qué insensato es el hombre que deja transcurrir el tiempo esteçérilmente.” Johan W. von Goethe

Casi cien días es lo que ha durado el estado de alarma que el presidente Sánchez comunicó el pasado sábado 14 de marzo, y que finaliza esta próxima media noche. Durante casi cien días, los españoles hemos estado sometidos al más férreo control gubernamental de la historia de la democracia. Durante casi cien días, hemos visto nuestras libertades recortadas, sin poder transitar libremente, sin poder ver a nuestros seres queridos, sin poder acudir a las salas de cine y de teatro, sin poder acudir a clase, sin poder abrazarnos. Durante casi cien días, los hospitales públicos y privados se han situado bajo las órdenes del mando único sanitario del ministro Illa. Durante casi cien días, esos mismos hospitales han pasado del colapso a la relativa calma.

En esos cien días que han transcurrido desde el 14 de marzo, hemos visto cómo más de 51.000 sanitarios se han contagiado por la falta de medidas preventivas. Y eso que el doctor Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el desgraciado CCAES, dejó de informar al respecto el pasado 18 de mayo. En esos cien días hemos sufrido la muerte de más de 50.000 españoles, muchos de ellos ancianos, aislados en residencias, sin poder despedirse de sus parejas, de sus hijos, de sus nietos, sin poder siquiera despedirlos, sin imágenes en televisión. En esos cien días, hemos tenido que aguantar que el Gobierno haya rebajado en casi dos mil el número de fallecidos el pasado 25 de mayo, para posteriormente congelarla durante 15 en los 27.136, y ayer, en un movimiento vergonzoso, incrementarla en 1.177 hasta los 28.313, haciendo caso omiso de todos los indicadores que apuntan, desde hace tiempo, a más de 50.000. Esos cien días en los que el presidente del Gobierno ha presumido de haber salvado casi medio millón de vidas, mientras no es capaz decirnos cuántos han muerto bajo su gestión y mando único. Esos cien días en lo que nos hemos situado como líderes mundiales en la tasa de fallecidos por millón de habitantes, con más de mil, como se acabará reconociendo.

Exceso de mortalidad

Cien días en los que el gasto extraordinario ha superado los mil millones de euros, sin ningún tipo de control parlamentario, apoyado en la emergencia sanitaria y en la declaración del estado de alarma

Cien días de cambios de criterios, que el ministro Illa achaca, sin ningún rubor, a la humildad de quien aprende. Semanas de decisiones contradictorias, de mensajes confusos, en las que hemos pasado de despreciar una gripe a alentar a las tropas de ciudadanos contra la guerra, de no descalzarse al entrar en casa a recomendarlo, de rechazar las mascarillas a hacerlas obligatorias, de despreciar el turismo a abrirle las puertas de par en par. Antes del día 0, antes del 8-M, el Gobierno hacía oídos sordos de todas las recomendaciones internacionales, de sus propios protocolos de actuación ante enfermedades infecciosas importadas, de la situación de Italia, que siempre fue por delante. Cien días en los que el gasto extraordinario ha superado los mil millones de euros, sin ningún tipo de control parlamentario, apoyado en la emergencia sanitaria y en la declaración del estado de alarma, con más de la mitad de ese gasto destinado a empresas de origen desconocido.

Bajo el imperio de la bulocracia

Pero no todo han sido alteraciones de criterios, modificaciones de comportamientos, cambios de parecer. En estos 100 días hay muchas cosas que han permanecido inalterables, como mancha de fruta en la ropa. La ausencia de protocolos claros de actuación es una de ellas, aunque no es la única. Cien días en los que hemos conocido la bulocracia como forma de Gobierno, con publicidad de informes inexistentes que han arrastrado la imagen de España por los suelos, dando por buenos por la tarde datos erróneos de la OCDE que habían sido rectificados esa misma mañana. 100 días escudándose en la declaración de pandemia por la OMS el 11 de marzo, cuando la propia organización señalaba que "describir la situación como una pandemia no cambia la evaluación de la OMS sobre la amenaza que representa el coronavirus. No cambia lo que está haciendo la OMS, y no cambia lo que los países deberían hacer".

Cien días en los que el mando único ha culpado a las CCAA de las muertes en residencias, pese a que el vicepresidente Iglesias las reclamase como propias el 19 de marzo

Hemos pasado de declarar que teníamos suficientes equipos de emergencia a requisarlos, ante la incapacidad manifiesta de un ministerio que llevaba más de 25 años sin efectuar compras de material sanitario, por ser competencia de las CCAA; y eso, siempre, culpando a un mercado que se desabastecía por minutos, ante la falta de previsión de todos los gobiernos, también el nuestro. Cien días en los que nos han dicho que el nuestro fue el primer Gobierno en actuar, cuando tardó al menos siete días tras el primer fallecimiento en tomar una sola decisión mientras que Austria, Grecia, Hungría, Polonia, Portugal o la República Checa, por citar algunos de nuestro entorno, lo hacían sin un solo muerto en sus morgues.

Cien días que nos han permitido comprobar cómo la doble vara de medir a la que nos tienen acostumbrados los terminales mediáticos del Gobierno ha desaparecido y se ha sustituido por la triple. Cien días en los que no ha dimitido nadie. Cien días en los que el mando único ha culpado a las CCAA de las muertes en residencias, pese a que el vicepresidente Iglesias las reclamase como propias el 19 de marzo. Cien días en las que nos han excluido de la alianza europea para la vacuna. Cien días en los que se ha acusado a la oposición de preparar golpes de Estado. Cien días de tristeza, de llanto, de miedo, de incertidumbre. Cien días que marcarán a varias generaciones de españoles por la incompetencia de su Gobierno, que no quiso actuar cuando tuvo la oportunidad, y la obligación, de hacerlo.

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