Occidente -Europa y Estados Unidos-, pierde. Asia -China, Corea y Japón- gana. Nuestro modo de vida es incompatible con la lucha contra la covid-19. Eso ya es evidente. Nos hemos transformado en sociedades egoístas, infantiles, caprichosas, corruptas, desiguales, injustas, con derecho a todo, pero donde el bien común y el buen vivir brillan por su ausencia. Ya lo parafraseaba mi paisano Góngora, ande yo caliente y ríase la gente. Se trata de la degradación de unas democracias que, bajo la excusa de la libertad simplemente premian a unas élites mimadas extractivas, que no dejan de sorber la sangre, sudor y lágrimas de una mayoría de la ciudadanía. Si alguien habla de libertad por encima de todo, olvidándose de la fraternidad y de la igualdad, ya lo saben, representa a esas élites extractivas, es parte de ellas.
Ya no hay mecanismos de solidaridad, de estabilizadores de protección de quienes a día de hoy llenan las colas del hambre de nuestras ciudades, de sostén de esas magníficas pequeñas y medianas empresas a punto de desaparecer por un elemento exógeno a ellas. Se llama Totalitarismo Invertido. De eso ya hemos hablado hasta la saciedad. Si no recuperamos la fraternidad e igualdad de la Revolución francesa vamos a acabar muy mal. Frente a ello, el civismo de Asia que en la dura batalla frente a la covid ha derrotado al virus.
El problema es de estructura de sociedad, y la covid simplemente ha sacado a la luz las miserias de una arquitectura diseñada entre bambalinas al margen de la ciudadanía
Sin embargo, la situación devendrá en un caos total si desde el punto de vista económico no hay un cambio de rumbo radical, de 180 grados. Sí, me declaro radical, a lo Frank Delano Roosevelt, a lo Clement Attlee, muñidores del mayor período de prosperidad de los Estados Unidos y Reino Unido. Las familias ven menguadas sus rentas, muchas de ellas empobrecidas como nunca, con la necesidad de hacer las colas del hambre. Unamos a ello que miles de pymes van a desaparecer si no se hace nada, y hasta ahora se ha hecho muy poco. Pero no podemos echar la culpa al virus. El problema es de estructura de sociedad, y la covid simplemente ha sacado a la luz las miserias de una arquitectura diseñada entre bambalinas al margen de la ciudadanía. Incluso aquí tenemos algunos ejemplares que, imbuidos por una verborrea hueca, confunden causa y efecto. Ayuso y su desgobierno son un buen ejemplo. Es el deterioro de la salud pública, como consecuencia de sus negligencias, lo que acaba hundiendo a la economía.
La política económica necesaria
Ya en la primera oleada detallamos un plan en dos fases para hacer frente a la covid-19. Pero, permítanme que sea muy claro, no se ha hecho prácticamente nada, salvo los ERTEs. En 2008 era muy sencillo hacer frente a la Gran Recesión, reordenación del sistema bancario a costa de sus acreedores, vía banco malo, con quitas de deuda a familias y empresas –véanse las experiencias de Delano Roosvelt en la Gran Depresión y la experiencia sueca de 1992-. No se hizo por que se defendieron los intereses de clase. Ahora pasa lo mismo, sí es posible hacer frente a la pandemia, pero ello requiere un cambio radical de paradigma y de modelo.
La lucha contra la covid-19 requería de dos fases bien diferenciadas desde la política económica. En la primera fase, durante el confinamiento, los gobiernos deberían haber intervenido con un estímulo fiscal masivo para garantizar que la ciudadanía pudiera permitirse lo básico -alimentos, vivienda, atención médica,…-, y que las quiebras de empresas, a su vez, fueran las mínimas posibles. Solo se puede hacer mediante la monetización directa del gasto del coronavirus aplicando la Teoría Monetaria Moderna; o utilizando sin miramientos la propuesta del BCE, Programa de Compras para la Emergencia de la Pandemia por importe de 1.350.000 millones de euros, sin condiciones.
Deudas y buirbujas
En la segunda fase, en el momento que termina el confinamiento y se descongela la economía, se debería haber asumido un cambio de paradigma económico que abordara las causas subyacentes de la fragilidad actual derivada de una financiarización excesiva de la economía. Era necesario implementar un plan de reactivación brutal, no la minúscula propuesta de Europa; y atacar las causas de la financiarización y sus perversas consecuencias. Éstas se plasman en un comportamiento empresarial perverso, el de las grandes corporaciones, donde su actividad principal se convierte en la recompra de acciones, reparto de dividendos, suculentas remuneraciones para un consejo de administración mediocre, pero donde la inversión en capital y formación humana brilla, en líneas generales, por su ausencia. Muchas de estas corporaciones están mega endeudadas y quebrarán. Mientras, las familias también caerán sobrendeudadas alrededor de las distintas burbujas que esta tropa va creando.
El momento Minsky climático y financiero tal como van las cosas es imparable. Hay que implementar un New Deal masivo (Teoría Monetaria Moderna con su instrumento Trabajo Garantizado) sí o sí. Pero no se ha hecho nada de nada. La fragilidad financiera de Occidente, y muy especialmente de España, es extrema y se necesitará ampliar la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky e incluir el proceso de reestructuración de activos y pasivos de familias y pymes tal como detallamos en el blog anterior. Nos encontramos ante la segunda oleada de la pandemia y tenemos una segunda oportunidad para cambiar el devenir de nuestras sociedades. Aprovechémosla. La alternativa, la actual, no hacer nada, la neocon-neoliberal, nos llevará al caos más absoluto.