Cámbiese de Dios, búsquese uno pagano, de esos que hablan en castellano. Que usted no es de esta parroquia y aquí para comulgar los feligreses deben arrepentirse en catalán. Hay que purgar el pecado original de España, sis plau. Así debió ser el sermón que recibió Dolors Caminal, esposa de Albert Boadella, cuando en 2015 denunció que el párroco de su pueblo, Joan Planellas, había izado una estelada en la iglesia de Jafre y se dedicaba a tocar las campanas a las 17.14, llamando más a la secesión que a la oración.
Entonces Planellas era decano de la Facultad de Teología y de él dependían varias parroquias en la provincia de Girona, donde predicaba la palabra de Dios y la del independentismo. Conviértete y cree en el referéndum. La carta aquella que envió Caminal al obispo Francesc Pardo para denunciar el uso propagandista del templo motivó una invitación de Planellas a la indignada feligresa para que sostuvieran una conversación privada. Caminals declinó la reunión y exigió explicaciones públicas. Y vaya que las obtuvo.
"Que se pongan la bandera española en su casa", contestó Planellas, como si hubiese un Dios para los catalanes españolistas y otro para los separatistas
"Estos señores no son de la parroquia. La estelada se puso porque el pueblo la pidió. Y no puedo ir contra el pueblo. Que se pongan la bandera española en su casa, si quieren", contestó Planellas, como si hubiese un Dios para los catalanes españolistas y otro para los separatistas. La parroquia tenía, pues, derecho de admisión. El asunto trascendió a la opinión pública y quedó reflejado en la prensa.
Cuatro años después de aquellos hechos, y tras la renuncia del monseñor Jaume Pujol al arzobispado de Tarragona, el Vaticano dio a conocer esta semana el nombramiento del polémico Planellas en sustitución de Pujol. Bergoglio dio así un volantazo y puso un pie en el jardín independentista. Un gesto muy en su estilo de tirar la piedra y esconder la mano. Ya lo ha hecho antes: pregonar la tolerancia y reunirse con Raúl Castro, por ejemplo. Ir de San Francisco de Asís, cuando en realidad, como buen jesuita, da más el tipo maquiavélico de San Ignacio de Loyola, como dijo de él Juan José Sebreli.
Bergoglio dio así un volantazo y puso un pie en el jardín independentista. Un gesto muy en su estilo de tirar la piedra y esconder la mano
Que el Papa era peronista ya se sabía. Lo de su populismo, también. Lo noticioso ahora es su independentismo, que ha sido celebrado por una facción fundamentalista del clero en Tarragona. Se trata nada más y nada menos que de la plataforma Queremos buenos obispos catalanes, una ruidosa facción que se plantó el mes de marzo ante la catedral de Girona con la pancarta “Ni de Barbastro ni valencians”, en referencia al obispo de Barbastro y Monzón, Ángel Pérez Pueyo, que sonaba como uno de los posibles sustitutos de Jaume Pujol. En dogmas de Fe va servido Bergoglio, pero el uso dogmático de la política tampoco se le da mal al Pontífice.
Alguna mitra con estelada tendrá reservada Planellas para el próximo 8 de junio, el día en que tomará posesión. A mitad de camino entre Setién e Isidro Gomá, el nuevo arzobispo de Tarragona promete cubetadas de gasolina sobre el tema catalán, que ya va servido de catecismos como para añadirle un dogma más. Ya sabe usted, señora Caminals: vaya cambiándose de Dios, búsquese uno de esos paganos que hablan castellano. Que redoblen las campanas, si es posible, ellas también en catalán.