Opinión

Colau, Maragall y dos huevos duros

Pues señor, dice el CIS o, lo que es lo mismo, Tezanos, que la intención de voto daría como ganadores empatados en las próximas elecciones al ayuntamiento de Barcelona a

  • Ada Colau

Pues señor, dice el CIS o, lo que es lo mismo, Tezanos, que la intención de voto daría como ganadores empatados en las próximas elecciones al ayuntamiento de Barcelona a Ada Colau y a Ernest Maragall.

Pero el tercero en discordia, el socialista Jaume Collboni, jura por York y por Lancaster que no piensa apoyar a Esquerra de ninguna de las maneras. Lo declaraba con esa solemne pomposidad del candidato en campaña en el programa de mi querido Antonio Ferreras. Al decirle yo que todo eso no eran más que palabras, el periodista leonés me preguntó incrédulo como era posible eso, si el candidato socialista había dicho por activa y por pasiva que no iba a apoyar a Maragall. Servidor, de natural escéptico y más en temas políticos, respondió que los políticos mienten más que hablan, y que no hay ni uno que no tenga en sus alforjas más de un desmentido, de un desdecirse, de un dónde dije digo, digo Diego. Aquí, en temas políticos, los partidos y los electores tienen memoria de pez.

Collboni está ávido por subirse a la ola que experimenta un PSOE al que todos daban por acabado y eso pasa por tocar moqueta en el ayuntamiento. Si pudiese hacerlo él solo, sería fantástico, pero ni en sus más húmedos sueños nadie en el PSC piensa que tal cosa pueda suceder. ¿Qué le queda, pues? Seguir los consejos que le dan sus dos mentores, Miquel Iceta y Pepe Zaragoza, y buscar el acuerdo con los aliados naturales de Pedro Sánchez, a saber, los podemitas y Esquerra. Los primeros, porque son una versión 2.O de aquel partido comunista del “programa, programa, programa” que supo hacerle la pinza junto con el PP a Felipe González y, por la experiencia pasada, en Ferraz saben muy bien que vale más tenerlos al lado y no enfrente. El recuerdo de la primera huelga general aún está muy vivo en según que mentes socialistas de la cúpula. Además, constituyen la coartada perfecta para tomar según qué decisiones que al votante tradicional socialista podrían parecerle poco de su gusto. Con salir y decir “Mirad, yo no hubiera querido darles tantas cosas a los separatistas, pero claro, Iglesias me ha obligado y lo he hecho por mantener la estabilidad en el gobierno”, asunto concluido y a otra cosa mariposa.

En el PSOE saben que deben entenderse, sí o sí, con Esquerra; los de Junqueras aspiran a ser, y, de hecho, lo están consiguiendo, la Convergencia del siglo XXI

En segundo lugar, en el PSOE saben que deben entenderse, sí o sí, con Esquerra. Los de Junqueras aspiran a ser, y, de hecho, lo están consiguiendo, la Convergencia del siglo XXI. Con un Puigdemont en franca retirada tras las elecciones generales, con los pésimos resultados que les auguran las encuestas en municipales y europeas, los republicanos son el partido que desde Moncloa ven con buenos ojos para eso tan sobado que se denomina “el problema catalán”, definición mendaz donde las haya porque ni Cataluña tiene problema alguno con España ni la mayoría de los catalanes, si a eso vamos. Quienes los tienen son los separatistas, seamos rigurosos y empecemos a decir las cosas por su nombre.

Claro que Collboni pactaría con Maragall, a pesar de la inquina que pueda tenerle Iceta, hombre de odios africanos y memoria de elefante para sus enemigos. Pactarán porque entre estar en el poder y no estarlo media un abismo. Ya lo dijo aquel enorme político de hijoputez notabilísima llamado Guglio Andreotti “Gobernar desgasta, pero desgasta mucho más estar en la oposición”. Por lo tanto, y si las cosas no descarrilan, el socialismo rampante acabará por entenderse con los neo comunistas y los separatistas. Si no es con ellos, ¿con quién podría hacerlo? ¿O es que alguien se imagina una Grosskoalitionen en este país? ¿En serio existe algún analista, algún opinador, algún politólogo que vea en un mismo gobierno a socialistas, populares y naranjas? Para llegar a ese punto de sensatez democrática y sentido del estado es menester haber pasado por dos guerras mundiales y haber tenido a dirigentes políticos del fuste de Konrad Adenauer, Billy Brandt, Helmut Kohl o Helmuth Schmidt. Nosotros, en cambio, venimos de la pitonisa Lola, Paco Porras y el pequeño Nicolás porque prestigios como Cánovas, Sagasta o Maura quedan lejos, lejísimos y ya casi nadie sabe quiénes fueron. Peor, a nadie le importa un pito saberlo.

O sea que sí, que, si pueden, pactarán, vaya que si pactarán. ¿De qué iban a vivir, si no? El asunto es ir tirando, que ya vendrán tiempos mejores. Ay, señor. Y, además, dos huevos duros.

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