Como recurso de amplificación, la parábola crea una historia, un relato breve, con un final del que se extrae una enseñanza por medio de una comparación. La crisis del euro, lo fue de los diez años entre 2007-2017 según la Comisión Europea, dejó enseñanzas y secuelas. También una palabra maldita: rescate. De hecho, la propia Unión Europea no la utiliza cuando pone en marcha la compra de deuda común por el covid, una petición de endeudamiento conjunto que el sur no consiguió del norte europeo hace una década. La Comisión Europea ha escogido la palabra reconstrucción y reparte dinero entre todos los países, especialmente al sur, como entonces, pero con mejor cara y vendiendo el rescate como una salvación que no necesita de invasión de la soberanía como ocurrió con Grecia, Portugal e Irlanda y parcialmente con España.
El rescate de las finanzas públicas, o en el caso de España de la mitad del sistema financiero, iba condicionado de manera expresa a tomar el control de las decisiones de la política presupuestaria de manera presencial o con el mando a distancia sin meterse físicamente en el despacho del ministro de finanzas, como ocurrió en Grecia. El rescate fue como si una familia se gasta más de lo que ingresa y acude a un prestamista aceptando condiciones que incluyen las decisiones sobre el consumo de bienes y servicios a partir de ese momento hasta la devolución del crédito con el interés correspondiente. La parábola muestra una enseñanza y permite la explicación de una cuestión técnicamente compleja con palabras sencillas.
En la zona del euro, el norte rico, a cambio de dinero tomaba el control político del manirroto sur y la despistada Irlanda. Se salvaba al Estado correspondiente inyectando dinero, pero invadiendo la soberanía nacional a través del poder ejecutivo. ¿Cómo no va a ser una palabra maldita? No lo llaman rescate, pero la mitad de los fondos europeos destinados a España tendrán que ser devueltos. En su totalidad, los 140.000 millones se empotran en los sucesivos presupuestos generales condicionados a una serie de reformas que en el caso español siguen pendientes o hay que ampliar y no revertir, como la legislación laboral.
Los gobernantes europeos, los políticamente correctos de todos los partidos, prefieren no emplear palabras que, como en el caso del rescate, creen imágenes negativas
La emisión de deuda por parte de la Comisión Europea ha abierto una nueva vía que, en vez de pasar el cepillo entre los Estados, como se hizo para cubrir los rescates, adquiere el dinero en el mercado sin tocar las deudas soberanas. Al final, el tiempo, juez insobornable que quita y da razones, demostrará que en realidad la Comisión Europea acabará pidiendo también las cuentas tras haber utilizado palabras menos agresivas. Los fondos “Next Generation” rescatan las finanzas de los Estados con edulcorante. Los gobernantes europeos, los políticamente correctos de todos los partidos, prefieren no emplear palabras que, como en el caso del rescate, creen imágenes negativas.
Una palabra hace política dejando la discusión en el borde del problema o en la superficie para que no se note. Cuando el Tribunal Constitucional sentencia que en vez de alarma se debería haber declarado la excepción, se abre el debate sobre el significado de cada palabra. La excepción, tan constitucional como la alarma, recuerda a algunos la imagen de la dictadura, aunque la diferencia entre la alarma y la excepción se halla en el orden de la toma decisiones. El Parlamento debe autorizar la supresión derechos en un confinamiento (excepción) y no convalidar un decreto gubernamental con asentimiento (alarma). Al emplear rescate y quiebra, el presidente del Partido Popular Pablo Casado, no ha llamado al fuego ni mucho menos, sino que ha asumido un riesgo. A pesar de la ayuda europea, la deuda acumulada a través del déficit –todo el gasto es inversión según Sánchez- no para de crecer aprovechando el dinero gratis del BCE. El Estado español debe el doble con relación a 2013.
Pizarro acertó y Solbes tardó diez años en admitir en un libro de memorias la realidad que entonces negó como hizo el Gobierno al que pertenecía
Sánchez reprocha a Casado que no apoye la subida de las pensiones con el IPC mientras rescata con otros 43.000 millones a la Seguridad Social para que complete el pago de los 171.000 presupuestados para 2022. El Estado absorbe la deuda de la Seguridad Social y a su vez tiene que pedir prestados otros 80.000 millones de deuda nueva en el conjunto del presupuesto. ¿Se puede hablar de quiebra, o que España acabará pidiendo el rescate una vez consumidos los 140.000 millones de los fondos europeos? En febrero de 2008 Manuel Pizarro anunció la crisis en el debate de Antena 3 frente a un Pedro Solbes que acusó al entonces número dos del PP en la lista de Madrid, de catastrofista. Pizarro acertó y Solbes tardó diez años en admitir en un libro de memorias la realidad que entonces negó como hizo el Gobierno al que pertenecía. Casado escucha a Pizarro. La parábola del rescate, y por lo tanto la comparación, tiene su enseñanza y demostrar que se sabe no puede nunca ser incorrecto.