En la naturaleza hay sistemas que evolucionan en un equilibrio estable y su duración puede ser muy larga y otros cuya inestabilidad les lleva a un fin más o menos rápido. El Gobierno formado por el Partido Socialista y Podemos apoyado por separatistas y por defensores del asesinato, el secuestro y la extorsión como instrumentos de conquista del poder es un ejemplo claro de equilibrio inestable porque es imposible que una Nación aguante mucho tiempo un Ejecutivo integrado y sostenido parlamentariamente por aquellos que quieren destruirla. Semejante contradicción es insalvable y tarde o temprano tiene que alcanzar su descomposición. Por supuesto, existe una inercia institucional, electoral y social que puede aguantar semejante monstruosidad unos meses o incluso unos años, pero es evidente que ha de terminar y no precisamente bien. Pedro Sánchez lo sabe y ha decidido que el invento siniestro que le ha abierto las puertas de La Moncloa dure una legislatura y es consciente de que ese es el límite. Los indultos a los golpistas catalanes son una aberración jurídica y moral y un suicidio político, pero dentro del horizonte temporal que el presidente pétreo se ha marcado adquieren una lógica perfecta.
La humillante derrota de los socialistas en las elecciones madrileñas ha sido el primer aviso y las encuestas que estamos viendo estos días confirman que Sánchez tiene perdidos los próximos comicios generales. Se dirá que faltan dos años y medio para esta cita con las urnas y que en treinta meses pueden aparecer imprevistos, volar nuevos cisnes negros o desencadenarse crisis geopolíticas globales que todo lo trastornen, por lo que previsiones a tan largo plazo resultan muy frágiles. Es verdad que el destino es por definición imposible de controlar, tal como constataron los antiguos griegos, pero también es cierto que hay leyes naturales que se cumplen férreamente y ni siquiera nuestro desaprensivo primer mandatario, maestro de la mentira, la finta y la martingala, puede escapar a ellas. En España, todavía el instinto de conservación que impregna a la mayoría será más fuerte que los trucos de magia y las reiteradas infamias urdidas por el spin doctor educado en Deusto y proclive a venderse al mejor postor.
La realidad es dura: lo que unos se disponen a reclamar los otros no se lo pueden conceder y lo que los otros pueden ofrecer los unos no lo consideran suficiente
La famosa y tan esperada “mesa de diálogo” con los representantes de la Generalitat secesionista debidamente aderezados con algunos condenados por sedición y malversación -rastrero Gobierno el que se presta a tal bajeza- está condenada al fracaso y todos los que se sienten ahí son conscientes de ello, aunque este hecho no les preocupa porque su propósito no es llegar a un acuerdo, sino ganar tiempo, cada uno al servicio de sus particulares y turbios intereses, Sánchez completar su mandato y los rebeldes avanzar hacia la independencia. La realidad es dura: lo que unos se disponen a reclamar los otros no se lo pueden conceder y lo que los otros pueden ofrecer los unos no lo consideran suficiente. Por tanto, de esa mesa inicua no saldrá nada positivo. De la suma de dos males, es imposible que surja bien alguno.
Ambos tienen su calendario fijado con precisión. El fiasco de la negociación coincidirá con el final del plazo concedido por JXCat y la CUP al mínimo Pere Aragonés para arrancarle al Gobierno central el referéndum de autodeterminación y la amnistía y con el agotamiento de la legislatura a nivel nacional. A partir de aquí se montará el aquelarre. Sánchez perderá las elecciones y aparecerá una nueva mayoría PP-Vox - Ciudadanos habrá caído ya en la total irrelevancia - que deberá gobernar un país endeudada hasta las nubes y con un nivel de paro escalofriante a la vez que hacer frente a una declaración unilateral de independencia en el Parlamento de Cataluña. Además, como la izquierda de nuestros lares tiene un mal perder, este panorama sobrecogedor irá acompañado del caos violento en las calles organizado y ejecutado por Podemos en el conjunto de España, por Bildu en el País Vasco y por los separatistas en Cataluña. Es previsible que los nacionalistas vascos aprovechen esta coyuntura diabólica para realizar alguna maniobra artera que les sitúe en el paraíso del Estado Libre Asociado, es decir, lo mío es mío y de lo de todos quiero una buena tajada.
Será interesante contemplar la forma en que el dúo Casado-Abascal, que sería conveniente que empezase a mejorar su relación, torea en plaza tan levantisca porque dominar a tanta res desatada requerirá un temple, una decisión y un coraje fuera de lo común. Es obligado recordar en este punto los artículos 8, 102 y 155 de nuestra Constitución, ya que no es descartable que el flamante Gobierno de centro-derecha deba en su momento recurrir a alguno de ellos o quizá a los tres a la vez. En definitiva, que lo prudente en el plano individual es prepararse para fuertes turbulencias a dos años y medio vista porque hay situaciones en las que la indiferencia o la pasividad no son una opción.