Opinión

La pobreza menstrual llega a mi comunidad de vecinos

El recuento de votos finalizó con la exclamación de Martita: “¡Yupi! ¡Ha ganado por mayoría la lucha contra la pobreza menstrual!”

  • Manifestación 8-M en Madrid

Ayer tuve una reunión de la comunidad de propietarios de mi piso. Ya sabéis cómo funciona eso, lo que se suele llamar “a ver cómo gestionamos esto entre todos y vamos a llevarnos bien o te meto”.

Cuando yo llegué, la comunidad tenía unos ahorros bastante significativos. No es que diera para forrar las paredes de mármol, pero sí que podíamos estar tranquilos ante imprevistos. Hace unos años la cosa cambió: se pusieron en venta varios pisos del primero y del segundo y dos chavalitos, muy enterados y solidarios ambos, se instalaron en uno de esos pisos. Eso sí, previo pago, por parte de papi y mami, de su piso y también del resto en venta, que no tardaron en alquilar.

Las reuniones de la comunidad empezaron a cambiar, ya que estos nuevos vecinos, Enriquito y Martita, consiguen la mayoría necesaria con solo un voto. Su voto vale más que los del resto, porque votan también por cada uno de los pisos alquilados.

En mi comunidad estamos muy contentos: acabábamos de pasar la inspección técnica de edificios, habíamos rehabilitado la fachada, teníamos una nuevecita y aún quedaba dinero… pero actualmente cada vecino paga una derrama de 240€ mensuales, en concepto de “vamos a cambiar el color de la fachada del edificio, porque el rosa nos oprime”.

A mí no me oprimía que mi edificio fuera de un color rosa pálido muy clarito, pero parece ser que a mis nuevos vecinos, sí.

Don Álvaro, del cuarto, propuso también intentar reducir las facturas de electricidad, tal vez instalando unos paneles fotovoltaicos en la azotea…

En la reunión de ayer, a doña Catalina, del sexto, se le ocurrió preguntar si podíamos contemplar alguna medida para tratar de pagar menos calefacción de cara al próximo invierno, ya que tenemos calefacción central en el edificio. Don Álvaro, del cuarto, propuso también intentar reducir las facturas de electricidad, tal vez instalando unos paneles fotovoltaicos en la azotea… A don Esteban le pareció buena idea y propuso pedir presupuesto a varias empresas.

Pero Enriquito, que es el presidente, dijo que había cosas mucho más urgentes que tratar y que esos puntos no estaban en el acta del día. Martita le aplaudió y expuso la primera cuestión del acta:

-Hemos decidido que vamos a acabar con la pobreza menstrual. Para ello, hemos llegado a un acuerdo con el supermercado de la esquina y nos van a hacer una reducción en el coste de los productos de higiene menstrual, de un fabuloso 15%.

-Pero vamos a ver bonita, ¿qué pobreza menstrual?, -interrumpió la viuda de Zacarías, cuyo nombre no recuerdo e intuyo que ya ni siquiera ella lo recuerda-. ¿No podríais haber conseguido ese descuento para carne, pescado, verduras, lácteos… ¿cosas que consumimos todos?"

-No, señora, eso no, porque eso lo consumen también los más ricos del edificio y no queremos beneficiarles, -replicó Martita mostrándose muy firme y digna-. Queremos beneficiar a los pobres y acabar con la pobreza menstrual de nuestra comunidad.

-¡Ah! ¿que las ricas no menstrúan? -preguntó doña Elvira, vecina desde hace más de treinta años, puerta con puerta, de la viuda de Zacarías-.

-¡A mí no me miréis! -contestó sorprendida doña Mariana, que es dueña de tres conocidas pastelerías en Madrid-. Lo de menstruar ya tampoco va conmigo, pero yo he tenido la regla como todas, a ver si os vais a creer que yo echaba purpurina.

-Vamos a ver, que es una buena noticia -insistía Martita-. Para acabar con la pobreza menstrual de esta comunidad, nos vamos a ahorrar treinta céntimos cada mes al comprar las compresas en el supermercado.

-¿Las Tena Lady también valen?, -preguntó inocentemente la viuda de Zacarías-.

-No, maja, no -le contestó por lo bajini doña Elvira-. Me parece a mí que las compresas para escapes de orina no aplican.

No sabía que en mi comunidad de propietarios hubiera mujeres con pobreza menstrual ni que tuviéramos que luchar contra ella, sea lo que sea

Una medida de ese calibre, en una comunidad donde la mayoría de los propietarios son jubilados, no se terminó de entender. Y aunque yo soy bastante más joven que la mayoría de mis vecinos, todo esto me pilló por sorpresa: no sabía que en mi comunidad de propietarios hubiera mujeres con pobreza menstrual ni que tuviéramos que luchar contra ella, sea lo que sea.

Tras mucho discutir, se sometió a votación. El recuento de votos finalizó con la exclamación de Martita: “¡Yupi! ¡Ha ganado por mayoría la lucha contra la pobreza menstrual!”. Enriquito alzó el puño y ya pudimos seguir avanzando.

La segunda orden del día fue la “cuota solidaria”. De la misma forma que la medida anterior, se aprobó que, ya que todos los propietarios pagamos una cuota en función del tamaño de nuestra vivienda, los más ricos tienen que pagar también una cuota solidaria. Parece ser que no es justo que los más ricos, siendo sus pisos igual de grandes, paguen lo mismo que, por ejemplo, Enriquito y Martita, que no tienen ingresos porque no trabajan, aunque les ayudan papi y mami.

Este punto ha sido muy esclarecedor: finalmente hemos descubierto que, para Enriquito y Martita, todos los que trabajamos somos ricos, a pesar de que muchos no llegamos ya ni a mitad de mes.

Dormir dijo que también le cuesta. No sé si porque es mayor o por lo de la multiculturalidad esa. Lo de que tiren la basura por el patio y se salten las normas básicas de convivencia igual no le está ayudando tampoco

Por último, a don Carlos, vecino del tercero, se le ocurrió preguntar si no íbamos a hacer nada con los okupas que hay en uno de los pisos del cuarto, que los tiene justo encima y que con tanta multiculturalidad le resulta difícil saber cuándo están de fiesta o de bronca. Dormir dijo que también le cuesta. No sé si porque es mayor o por lo de la multiculturalidad esa. Lo de que tiren la basura por el patio y se salten las normas básicas de convivencia igual no le está ayudando tampoco.

¡Pero cómo se puso Martita! ¡Como una energúmena! Cuando conseguimos que se calmara un poco, que dejara de llamar facha y racista a don Carlos y que lo soltara del cuello, nos explicó que el tema de los okupas es un problema inventado y nos quedamos todos mucho más tranquilos. Menos el facha y el racista de don Carlos, claro, que sigue sin poder dormir y ahora, además, le duele el cuello.

Por mi parte yo ya he empezado a mirar casas en Idealista, a ver si hay suerte y encuentro una casita en algún pueblo perdido, donde no tenga que pagar comunidad ni asistir a reuniones de propietarios. Y si en vez de Martitas y Enriquitos hay vacas y conejos, pues mucho mejor.

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