Sánchez ha irrumpido con estruendo en el aparato exterior del Estado. Por si quedaba algún recoveco institucional sin manosear, le llega el turno a nuestra diplomacia, no siempre ejemplar, dicho sea de paso. Un fin de año al más puro estilo del sanchismo, incluido el mangoneo a la Abogacía del Estado para atraer el voto de ERC, y, al tiempo, este episodio novelesco y pestilente en Bolivia.
Poco que ver con Graham Greene aunque se escuchen resonancias de La Habana. Castristas en especial. Un guión enrevesado con piezas delatoras. La encargada de negocios española y el cónsul, en sospechoso encuentro con la embajadora mexicana. Cuatro GEOS encapuchados y perseguidos a los gritos por las calles. Y el rastro de Evo Morales como telón de fondo. El nuevo Ejecutivo boliviano, nada bolivariano, ha cortado por lo sano y ha repelido a unos y otros, españoles y mexicana, fuera de su frontera. El Gobierno español ha respondido con la expulsión de otros tres diplomáticos adornada con una nota muy dura. Sabido es que, en la jerga diplomática, cuantos más aspavientos, más culpable.
¿Qué ha pasado realmente en Bolivia? Margarita Robles, ministra de Exteriores en funciones, ha abierto una investigación. Oscurezcámoslo, parece el objetivo. Todo es inadecuado, infumable, sospechoso, indigno. En la embajada de México en La Paz, sede del enredo, se ocultan precisamente los principales hombres fuertes de Evo Morales, con Quintana y Arce a la cabeza. Dos peligros públicos, dos malvivientes reconocidos, dos amigos de Podemos. ¿Qué pintaba Cristina Borreguero en todo este lío? Jorge Quiroga, expresidente boliviano antes de la llegada al poder de la mafia cocalera de Morales, ha apuntado una línea de investigación y ha lanzado una advertencia: “Sánchez y Podemos deben estar muertos de miedo”.
De ahí el numerito de los GEOS ocultos y embozados, de ahí la inenarrable escena de esa vergonzante diplomacia con capucha
¿Miedo a qué? Sin duda a que se desvelen supuestos pagos Evo y compañía a la gente de Podemos. Luca Costantini viene desvelando desde hace tiempo el papel de Neurona, la empresa impulsada por Monedero y con importantes vínculos y contratos en países del subcontinente, en especial, en los de órbita castrista, chavista, kirschnerista y similares. Populistas criminales al frente de narcoestados.
Todo apesta. Todo hace indicar que Sánchez ha cumplido con Sánchez. Había que sacar de Bolivia a estos semovientes, que tienen mucho que tienen muchos papeles que enseñar, facturas que publicar e historias que contar. Monedero, Errejón, Iglesias y su esposa, Zapatero, el ex juez Garzón, todos ellos han desfilado, influido, trabajado y maniobrado en los círculos del chavismo, en la tela de araña que arranca en La Habana y aún está por determinar dónde concluye. Tras la caída de Evo, lo más parecido a un gángster que se recuerda en el altiplano, muchas verdades pueden emerger. De ahí el inconcebible numerito de los GEOS, una chapuza con capucha.
La opinión pública apenas se interesa por este escándalo, ocupada como está en dilucidar los pasos de Sánchez hacia su entronización
Oculto tras ese secretismo delator, tras esos movimientos tan espasmódicos y nada hábiles, se palpa la huella indeleble de las andanzas un partido que está a punto de entrar en el Gobierno. Sabido es que Sánchez no camina de la mano de la transparencia. Ni de la verdad. Las tres principales formaciones democráticas de este país, PP, Cs y Vox, han exigido aclaraciones. No cabe esperar más explicaciones que la falsedad. La opinión pública apenas se interesa por este escándalo, ocupada como está en dilucidar los pasos de Sánchez hacia su entronización. Incluso el medio que lo destapó, El País’ lo entoñó apresuradamente a las pocas horas de desvelarlo y nunca más se supo. Sí, ya lo sabemos. En una democracia, esta aventura habría derribado al Gobierno. En nuestro régimen del sanchismo todo vale, todo cuela, anchas tragaderas generales. Como siempre.
No queda institución o instancia oficial que Sánchez haya evitado manosear. Todas han sido humilladas. Desde la Abogacía del Estado a la Corona. Mientras tanto, esta nación se desliza mansamente hacia su ocaso, sin apenas lanzar un grito de protesta o siquiera una señal de incomodidad. Como mucho, un tontoalcalde que quiere la independencia de León. Feliz Año peor, como tituló en su día 'Cambio 16'. Pues ni lo duden.