Opinión

La postración de Calvo, la salud del Gobierno

Protegida con mascarilla y envuelta en aquel paño, el estado de postración de la vicepresidenta invitaba a la preocupación por su salud... y la nuestra 

  • La postración de Calvo, la salud del gobierno

No sé si estado de alarma o más bien alarmante el estado que mostraba Carmen Calvo en el pleno del Congreso. Cuánto frío hacía en el hemiciclo para que la vicepresidenta se cubriera con un fular que más parecía una frazada, como si en lugar de ocupar su escaño en el Parlamento, convaleciera en un sanatorio de los Grisones.

Protegida con mascarilla y envuelta en aquel paño blanco hueso, el estado de postración de la vicepresidenta socialista invitaba a la preocupación por su salud, y la nuestra. Tenía un aspecto exhausto, enfermo y precario. Daba la impresión de estar sudando una fiebre y no de escuchar las réplicas de la oposición en la sesión para prorrogar la competencia estatal de un mando único.

Si se trata de un pulso consigo misma para luchar contra los estragos de la enfermedad, valga por delante la voluntad de hierro de Carmen Calvo. Sin embargo, ¿fue su presencia física una decisión conveniente para ella y para el resto de los diputados? Resulta desconcertante cómo el propio Gobierno, en plena desescalada, permitía esa imagen que poco o nada invitaba a desconfinarse.

No sé si Estado de alarma o más bien alarmante el que mostraba esta semana Carmen Calvo en el pleno del Congreso

Carmen Calvo fue la tercera ministra del gabinete en dar positivo por covid-19. Luego de tres días en la Clínica Ruber a causa de una infección respiratoria derivada del virus, Calvo recibió el alta y se dispuso a la cuarentena. Madrina de Sánchez y azote de sus oponentes, la vicepresidenta pasó cuarenta y tres días apartada de la actividad pública. No se supo nada de ella durante tres semanas.

Si existe una correspondencia entre lo corporal y lo espiritual como reflexionaba Hans Cartop en Berghof, cualquiera diría que el Gobierno de Sánchez vive menguante y sin apenas aliento, porque, de no haber sido por el salvavidas que le arrojó Ciudadanos, la prórroga del estado de arma no habría prosperado. La imagen de claudicación de Carmen Calvo, menguada y sin apenas fuerzas, no sólo chirriaba como postal vírica, sino como un aviso a navegantes.

Si existe correspondencia entre lo corporal y lo espiritual, cualquiera diría que el gobierno de Sánchez vive menguante y sin apenas aliento

El Gobierno de Sánchez luce tan frágil como esa mujer fatigada en el Parlamento. ¿Qué sentiría usted si, al volver a su trabajo, viese a su jefe tendido así en una reunión? Lógicamente se preocuparía por su salud, pero, sobre todo, por la propia. Que Calvo sea la presidenta del Comité de Coordinación Interministerial, la persona encargada de hacer frente al coronavirus, no invita a la tranquilidad.

La condición física de la ministra sugiere moderación en el esfuerzo, por su bien, pero plantea aún más claramente la necesidad de predicar con el ejemplo en un plan de desescalada de cuyo éxito dependemos todos, aunque no exista ninguna certeza que invite a la confianza. Que el Gobierno está débil no pudo encontrar una estampa más elocuente.

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