Opinión

El PP, al borde del descenso

Feijóo debe darse cuenta de que Corea del Centro no existe. Sólo hay la del Norte y la del Sur

  • Ayuso y Feijóo: una oportunidad a la derecha -

Ya no depende de sí mismo, sino del resultado de otros partidos, que juegan presidentes y en otra liga. Ha caído a algo así como al segundo escalón nacional; en primera, el PSOE hoy juega solo. Ocurre que el PP atraviesa una crisis que no es nueva, sino el resultado de años de decisiones erradas, liderazgos débiles y falta de visión estratégica. ¿Cómo pasó de ser una fuerza política robusta, con líderes sólidos, a convertirse en un partido donde dominan la improvisación y los errores?

Hubo una época en la que el PP era sinónimo de fortaleza y experiencia. A nivel nacional tuvo ministros bien preparados y políticamente duros negociadores, respetados incluso por sus adversarios. Entonces Aznar eligió a Rajoy y ese error costó muy caro. Algunos insisten en que no hubo error en ello. Pero costó el poder, este fue un hecho fáctico.

Sobre llovido, mojado. Le dieron el partido a Pablito Casado, que, traicionado por su paranoia, se dedicó a limar a Ayuso y luego cerró al salir (o mejor le cerraron) de una manera poco elegante. Qué pena porque el muchacho parece llevarse muy bien con el dinero (su nuevo fondo de inversión es un exitazo) y probablemente hubiera sido mejor “fundriser” que Begoña. Para el PP, claro está. Enseguida llegó Feijóo, un líder ultramoderado, sólido, con cuatro mayorías absolutas al hilo en Galicia. En abril de 2022, ganó la presidencia del partido con el 99% de los votos en el congreso partidario en Sevilla.

Mientras tanto, el “sanchismo” llevaba cuatro años avanzando a velas desplegadas y sin ningún viento en contra, incluido el período excepcional del covid que dio para mucho y para muchos.

Sánchez lo tenía claro, nunca despiertes al enemigo mientras puedas atacarlo dormido, y nunca lo interrumpas mientras se está equivocando. Se rodeó de asesores brillantes, pero con escrúpulos pocos y opacos, que fue usando y descartando con astucia. Incorporó a los mejores estrategas en campañas sucias a nivel global, sacando una ventaja política enorme. Así cruzó decenas de líneas rojas. Porque, claro, Sánchez, guapo como es, debía tener algún defecto: resultó que era daltónico.

En Latinoamérica hay una frase que circula mucho entre los políticos, que es cruda y cruel pero verdadera: “Nunca se gobierna con los que se llega”. Su equipo de fútbol ya no era local en el Riazor o en Balaídos, ahora le tocaba Metropolitano y Bernabéu

Feijóo, por su parte, se trasladó a Madrid, al centro del poder. Pero cometió su primer gran error: llevó consigo el mismo equipo que lo había acompañado en Galicia, un grupo leal pero incapaz de enfrentarse a los lobos de Sánchez. Quiso mantener la calma, evitando cambios drásticos, y se quedó con jugadores de otra categoría. En política, como en el fútbol, no puedes jugar en primera con el mismo equipo con el que ascendiste.

Cuando asciendes, tienes que tener el corazón de piedra por el bien de tu equipo y descartar a varios jugadores que han sido pilares del ascenso. En cambio, el bueno de Feijóo quiso mantener a sus fieles adláteres y el resto, como estaba. Le pareció osado sacudir el árbol partidario y buscar la caída de algún fruto podrido, prefirió no pinchar en nervio y se moderó hasta la docilidad. Estoico, como buen gallego, aguantó el tipo y quiso jugar con lo que llegó.

En Latinoamérica hay una frase que circula mucho entre los políticos, que es cruda y cruel pero verdadera: “Nunca se gobierna con los que se llega”. Su equipo de fútbol ya no era local en el Riazor o en Balaídos, ahora le tocaba Metropolitano y Bernabéu, con el Atlético de Sánchez en la Moncloa y el Madrid de Ayuso en Sol, como futuros desafíos.

Sin embargo, él no corta ningún cable que pueda llevar corriente y se presenta con los abnegados jugadores que lo hicieron ganar en Galicia en 2009, y luego tres veces más. Jugadores ineptos para enfrentar a los cerebros grises que rodean a Sánchez. Asesores de los que el líder gallego se mantiene igual de enamorado que Pedro de Begoña, ya que ambos parecen capaces de sacrificar su carrera política por tamaños amores.

Cualquier líder fuerte después de un zafarrancho semejante y ante sus nefastas e inmediatas consecuencias, no habría dejado títere con cabeza, Feijóo apenas cambió detalles superficiales, cosméticos, y solamente en sí mismo, sin rozar al partido ni con una pluma

Unas elecciones autonómicas ganadas buenamente le hicieron creer al líder pepero que eran méritos propios, cuando en realidad fue un resultado más bien debido a un voto castigo para Sánchez. Entonces, el presidente socialista se las arregló para convocar elecciones generales en verano y con una remontada impresionante, redujo lo que debería haber sido una derrota por ocho puntos a un cuasi empate, de un punto y poco.

La mitad de este desastre monumental se lo debe Feijóo a la campaña del “Verano Azul”, un absurdo, algo técnicamente incalificable. Cualquier líder fuerte después de un zafarrancho semejante y ante sus nefastas e inmediatas consecuencias, no habría dejado títere con cabeza, Feijóo apenas cambió detalles superficiales, cosméticos, y solamente en sí mismo, sin rozar al partido ni con una pluma.

Sánchez, mientras tanto, se quedó en la Moncloa cruzando cada día más líneas rojas y consolidando el poder con el esfuerzo puesto en negociar con partidos anti constitucionalistas y filo terroristas. Los estrategas contratados por Sánchez para esas elecciones se fueron con una sonrisa, dedicándole a Feijóo un “hasta la vista, baby”.

Un triunvirato con Ayuso y Bonilla

El líder azul mientras tanto, siguió manteniéndose incólume, creyendo que se puede vivir en Corea del Centro, que evidentemente no es la del Norte ni la del Sur. Y adonde nadie habita porque no existe.

Si el PP no se da cuenta rápido de que necesita una cirugía a corazón abierto que coloque que al Señor Feijóo en un triunvirato con Ayuso y Bonilla (cómo mínimo), abriendo la posibilidad de que sea alguno de ellos los que aspiren a la presidencia y no entiende su rol de prócer del partido, el PP perderá una oportunidad histórica. Y si los tres no pactan con Vox adonde haga falta, o Vox no lo entiende así, la que pierde es España. Y volverá a ganar Sánchez.

Espero que el PP no se enamore otra vez de alguna encuesta bonita, de esas que vuelven hoy a contonearse frente a sus ojos y que le van como anillo al dedo, hasta que descubren que lo del dedo era una peineta, firmada por los estrategas del PSOE.

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