Nada explica mejor el delirante culebrón catalán que hacer seguimiento de la actividad del presidente de la Generalitat y no olvidemos, máxima autoridad del Estado allí, Carles Puigdemont, en uno de estos días de furia. Yo lo hice ayer. Una delicia.
Temprano retuiteó un vídeo de la imprenta donde clandestinamente se preparan las papeletas de votación para el referéndum de independencia; apenas dos horas más tarde, presidía en el barcelonés de Pedralbes la Junta de Seguridad de Cataluña, con el secretario de Estado de Seguridad y las máximas autoridades de Policía, Guardia Civil y Mossos de Esquadra presentes, para estudiar cómo hacer para que el domingo... se cumpla la ley (!!!).
Vamos, algo así como una reedición de "la puta y la Ramoneta", que tan bien practicaba Jordi Pujol en sus años de gloria -bien apoyando al Gobierno a cambio de transferencias y nuevas inversiones, bien lanzando a los inofensivos jóvenes de CiU a gritar "Freedom for Catalonia"-, si bien la versión ahora de su sucesor es un poco más Monty Phyton.
El drama para los catalanes y para el resto de españoles es que, por increíble que parezca, viendo el timeline de Puigdemont en la red del pajarito y oyendo algunas de sus declaraciones, da la impresión de que este hombre parece haber alcanzado una suerte de zona de confort en la aceleración de la historia que él mismo ha provocado. Duerme "preocupado aunque tranquilo"; tanto que incluso se permite bromear sobre su encarcelamiento en Twitter.
https://twitter.com/KRLS___/status/910984682594062336?ref_src=twsrc%5Etfw
No se trata de hacer en estas breves lineas psicología barata, pero yo diría que no es muy consciente de la situación, la suya penal, pero sobre todo, la que va a dejar en Cataluña y España. Apuntarse desde el sillón al "mambo" que quieren provocar las CUP en la calle no le va a dejar en los libros de historia como el hacedor de la independencia catalana el día 2, 4 ó 6 de octubre.
Porque cuando pase el ruido y la furia de estos días y la gente vuelva a sus casas, a sus trabajos, a sus escuelas, muchos le culparán de haberles llevado a la frustración, que a nadie le quepa duda. Y no porque la historia la escriban los vencedores, que aquí no va a haberlos -en ninguna contienda civil los hay-, sino por romper la convivencia entre una Cataluña y una España que están viviendo los mejores 40 años de su historia. Dígase lo que se diga.