Quince jóvenes de origen magrebí detenidos este domingo en Santa Coloma de Gramanet. Se les acusa de agredir sexualmente a una chica, así como de apuñalar a su acompañante. Entre ellos, hay menores de edad y ex tutelados de la Generalitat.
Existen tabúes en nuestra sociedad, de la misma manera que antes existía la censura. Si los que decidían lo que se debía pensar y decir eran, en tiempos del general, sacerdotes de sotana apolillada y viejos amargados corroídos por vicios poco confesables, ahora han ocupado su lugar pseudo progres de axilas sin depilar y cerebros yermos. Esa tiranía del pensamiento políticamente correcto es la que impide a la clase política y a no poca parte de la periodística decir esto: tenemos un problema con la inmigración. Especialmente, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, esos mismos que se jactan de querer acoger a todo el mundo y que no paran de llenarnos la cabeza con que esta es tierra de acogida. Encantados de celebrar el Ramadán, el Año Nuevo Chino o de aplaudir rituales celtas, consideran fachas las procesiones de Semana Santa, el Rocío, las festividades religiosas de nuestro santoral y ya no digamos las tradiciones de lo que ellos denominan despectivamente España.
Son capaces de declarar proscrita la lengua de Cervantes en nuestras aulas, pero corren presto a suministrar un intérprete a unos padres chinos que llevan viviendo aquí diez años – eso lo he visto yo -, a permitir que en la piscina de un colegio público se pueda bañar una criatura inocente con burka o que se prohíba todo lo que tiene que ver con el cristianismo para no ofender a los que no profesan esa religión. Callan como muertos, eso sí, en cuestiones como la ablación de clítoris, el terrible machismo en no pocas familias de procedencia árabe o la delincuencia de determinadas bandas criminales latinas o rumanas. Paradójicamente, hay críos marroquís que han llegado a nuestra tierra sin nadie que los acompañe que están durmiendo en comisarías de Mossos porque no tienen donde hacerlo. ¿En qué quedamos, somos o no somos políticamente correctos?, ¿esa patraña de la corrección política implica desatender a quienes más lo necesitan, mientras que nos quedamos en el barniz que demoniza nuestras más señeras costumbres para glorificar las de otros?
La libertad que gozamos, aunque nos parezca insuficiente y mejorable, es una utopía para las mujeres que viven en las corruptas monarquías árabes
Hay una gran hipocresía en todo esto. Es puro postureo. La Generalitat y el ayuntamiento de Colau tienen todas las competencias en materia de asistencia social para integrar a las personas que vienen de otros países huyendo de la miseria, de la guerra, del caos y, por qué no decirlo de una puñetera vez, de unos sistemas teocráticos dictatorialmente horrorosos cuando no de sociedades en los que las tramas criminales dominan toda la vida. Un hecho es irrebatible: si vienen a España, a Europa, a Occidente es porque, con todos los peros que se quieran, en nuestra sociedad se vive mucho mejor, y no me refiero solo a las condiciones sociales, sino también a las políticas. La libertad que gozamos, aunque nos parezca insuficiente y mejorable, es una utopía para, por ejemplo, las mujeres que viven en las corruptas monarquías árabes, en países integristas como Irán y, por no ceñirnos solamente al mundo árabe, en países tan machistas como muchos de Sudamérica.
Si nuestros responsables políticos fueran realmente honestos, deberían reconocer que nuestro modelo de integración ha sido un completo fracaso, repitiendo los mismos errores que cometieron en el pasado Francia, Alemania o el Reino Unido. Integrar no es confinar a la gente en guetos en los que la impermeabilidad a las normas de esta Europa de nuestros pecados es total. En las banlieus alrededor de París, en los suburbios londinenses, en las áreas berlinesas en las que solo se habla turco se puede hallar la explicación por la cual la extrema derecha racista abreva para sacar réditos electorales.
Aquí, mientras los servicios sociales se dedican a calentar la silla frente al ordenador, redactando informes, elaborado estadísticas y pergeñando aburridísimos textos, la calle palpita con el drama de la miseria, de la falta de escolarización, del intento honesto y decidido de integrar. Cuidado, digo integrar y no homogeneizar, porque cada uno lleva en sus alforjas el polvo de la tierra en la que nació y seria inhumano negar ese derecho a nadie. Pero ese buenismo oficial, que no oculta más que la desgana, la ineficacia, la falta de discurso democrático musculado, lleva a la situación de polvorín a la que estamos abocados sin remedio.
No se trata de culpabilizar al inmigrante, si no a quien delinque; no es cuestión de prohibir que cada uno rece a quien más le acomode, si no a preservar la escuela pública; no se exige que ninguna persona abdique de sus legítimos derechos, se trata de que todos cumplamos con las mismas normas de respeto. Pero los partidos separatistas y los podemitas – añadan ustedes también a los socialistas – solo han sabido ver a la inmigración como, primero, un ariete con el que crucificar a quien, como servidor, se atreve a decir que tenemos un problema y, segundo, a hacerles la pelota para atraerlos a sus caladeros de votos. Los del PSC con los paquistaníes, los separatistas con los musulmanes, los podemitas con todos. Eso no es acoger ni hacer nada que no sea considerar a estas gentes como carne de cañón. Gentes que merecen algo mejor en su terrible peripecia vital que ser objeto de políticos sin mayor interés en sus vidas que el del mero cálculo electoral.
Los críos detenidos en Santa Coloma son un ejemplo de esto. Como nota trágica, la mayoría de ellos padecían sarna. Sarna. Igual que quienes regresaban del frente en aquella contienda incivil, como mi propio tío Eduardo, al que mi abuela materna se la curaba entre sollozos de pena. Con tanta sonrisa, tanto sí se puede, tantas ganas de cargarse al carpetovetónico estado español, ¿nadie tiene el mínimo gesto de humanidad para decir que estos chiquillos, estas familias, merecen algo mejor? ¿No hay nada en el mundo oficial que se conmueva, no hay ningún terremoto, no hay quien diga que hay que arremangarse para ver como solucionamos este tremendo problema que azota a todo occidente? ¿Hemos de dejarlos en manos de imanes sin escrúpulos, de delincuentes, de explotadores sexuales?
Urge que se raje el melón del tabú y hablemos abiertamente del problema, que lo es y grave. Esto no va de represión, pero tampoco de buenismos suicidas, Esto va de humanidad, insisto, de ley, de derechos y deberes. Pero mucho nos tememos que los que cacarean tanto cuando se habla de según qué cosas carezcan de la menor noción acerca de todo esto. Y sería de agradecer que se pusieran, que nos pusiéramos, todos en la labor. De entrada, la chica y su colega de Santa Coloma, así como tantos y tantos como ellos, lo agradecerían enormemente; los chavales que han caído en ese pozo, las prostitutas subsaharianas del Raval, los contratados a precio de esclavo para trabajos del campo, también. Si hemos de acoger, hagámoslo bien. Si no, vale más dejarlo correr.