Sánchez no logra sacudirse la sombra de Rajoy. Una ley 'marianista' del año 12 se ha erigido en inesperado protagonista del momento político. La reforma laboral es el vértice del debate político del momento, con intensas réplicas en Gobierno, partidos, sindicatos, patronal. ¿Caerá Lastra?. ¿Se irá Calviño?. ¿Sacará Margarita los tanques? ¿Cambiará de coiffeur la ministra Díaz?
Todo son incógnitas en el agitado loquero en el que se han convertido La Moncloa y alrededores. Sólo hay una certeza: Sánchez no se irá. Engañará a todo el mundo todo el tiempo que haga falta, pero no se irá. Pactará con estos o con aquellos, pero no se irá. Es un virtuoso del funambulismo político, campeón de las trampas, perito en el engaño, con un apego patológico al poder y una carencia absoluta de escrúpulos para conseguirlo.
Y así surge el pacto con Bildu, que deriva en terremoto. La semilla de Rajoy florece en convulsiones que agitan los intestinos del enemigo
Tiene ahora el presidente un singular problema con la reforma laboral de Mariano Rajoy, una muy elogiada iniciativa de Fátima Báñez, por entonces ministra del ramo, quien ideó la fórmula de los ERTEs, ese salvavidas milagroso para cientos de miles de náufragos víctimas de la primera embestida del huracán. Sánchez pactó con Podemos, en su acuerdo de Gobierno, tumbar la reforma, quintaesencia del 'capitalismo explotador'. Llegó la pandemia y lo trastocó todo, como el manotazo de un monstruo sobre una vajilla de porcelana. Todo, menos la agenda ideológica que Pablo Iglesias tiene bien clavada en su entrecejo. Y así surge el pacto con Bildu que ha provocado en el actual terremoto. La semilla de Rajoy florece en convulsiones que agitan los intestinos del enemigo. Su legado provoca espasmos en las filas del progreso, tanto que les hace adentrarse en el terreno del ridículo.
El ministro Marlaska pretende aplicarle a Rajoy la 'ley mordaza' por haber aparecido en un vídeo practicando su ejercicio favorito, el trotecillo paisano por los alrededores de su vivienda
Hemos visto hace unos días, por ejemplo, cómo el ministro del Interior, el muy cuestionado Grande-Marlaska, antaño juez, ahora sota de bastos, ha debido recurrir a una iniciativa legal del anterior Gobierno para lograr sus planes. En concreto, a la obsesivamente vituperada Ley de Seguridad Ciudadana, conocida en los ambientes más cultivados de los medios vasallos como 'ley mordaza', al objeto de perseguir precisamente a su propio creador. Marlaska pretende aplicarle a Rajoy la 'ley mordaza' por haber aparecido en un vídeo practicando su ejercicio favorito, el trotecillo paisano, por los alrededores de su vivienda. No había más remedio, el ministro del Interior ha tenido que tragarse su orgullo y recurrir a esa 'pestífera' herramienta legal, puesta en marcha por Jorge Fernández Díaz, para sancionar a su impulsor. Caprichos tiene la pandemia.
Los presupuestos de Montoro
Sobreviven imborrables huellas de Rajoy por todas partes. Herencia suya son también los presupuestos aún hoy en vigor. Tres años después de su aprobación, nos seguimos rigiendo oficialmente por las cifras que dejó dibujadas Cristóbal Montoro. No cabe esperar cambios futuros. Al menos hasta 2021, cuando quizás Sánchez logre alinear la necesaria suma de adhesiones para intentarlo. Su geometría variable y su continuo baile de parejas son una hábil herramienta para lograrlo. Deberá salvar un severo obstáculo: el PNV.
Flota la idea de un acuerdo de Gobierno entre las tres izquierdas para derribar al PNV, esa derechona carca, antañona y de sacristía
Los nacionalistas vascos, en su rudimentario marco programático ("si bien me quieres, Mariano, menos leña y más grano") se sienten muy molestos, casi irritados, con esta aproximación del PSOE hacia Bildu en plena precampaña electoral en su comunidad. Una jugada marrullera, más bien infamia, en la que adivinan oscuras maniobras 'a la navarra'. Un acuerdo de Gobierno entre las tres izquierdas que pone en el punto de mira al PNV, esa derechona carca y de confesionario.
No parece que tal faena finalmente cuaje, pero en el semblante de Rajoy se habrá dibujado sin duda una sonrisa sardónica, con aire de venganza en diferido. El PNV, que le traicionó en la decisiva moción de censura, sería ahora traicionado por aquel al que entronizaron en La Moncloa. "Haré tales cosas, no sé todavía cuales, que serán el terror de la tierra". Sánchez, como el rey Lear, es capaz de todo, hasta de tumbar al PNV. Los nacionalistas vascos, tan rústicos, acaban de comprobarlo. El discreto regocijo de Rajoy le revolverá las tripas al adusto Urkullu, al que se le ha quedado cara de idiota. "Ahora les toca sufrir a ustedes, señores asesinos", diría Maupassant.