Desde que la moción de censura desinfló en un solo día las grandes expectativas que tenía Ciudadanos, el partido de Rivera no parece encontrar su sitio en el complicado juego de sillas en que se ha convertido la política española. Un juego en el que, además, la música electoral se va a acelerar a lo largo de este 2019 que acabamos de estrenar.
La asombrosa dejación de sus propias obligaciones que en su día hizo Arrimadas en Cataluña, sin siquiera intentar formar gobierno, fue el primer signo de que los naranjas no saben muy bien cómo manejarse con viento en contra. La consecuencia de aquello fue que tan brillante victoria se echó en el olvido y el partido ganador es hoy simplemente uno más del fosilizado Parlament.
En la propia moción de censura contra Rajoy, toda la cintura política (o el cinismo, como quiera usted) que derrochó un experimentadísimo PNV le faltó entera al bisoño Rivera, que se quedó compuesto y sin influencia alguna en la nueva e imprevisible situación que había creado Sánchez y que está aprovechando él solo.
Mientras los naranjas aún se preguntaban lo que había pasado, el PP recompuso su perfil, evitó nuevos deterioros y en un gran acto de cohesión eligió a Casado para que aguantase el tirón. Y ahí está, aguantando. Mientras, Ciudadanos sigue buscando una silla que no tenga pincho, ignorando que en política no las hay. De hecho la que tiene el más afilado está ahora en Sevilla, en el escaño de su portavoz Juan Marín, cuya extrema incomodidad para pactar con la extrema derecha le lleva a insultarnos insistiendo en que el pacto andaluz es solo y exclusivamente con el PP y tralará tralará. Como si los ciudadanos fuésemos bobos y no supiéramos que ese Gobierno necesita los votos de Vox, lo mismo que Sánchez precisó los de los independentistas. No se puede reprochar al socialista, día sí y día también, sus incómodas dependencias parlamentarias y hacerse el tonto respecto a las propias en Andalucía.
El maratón electoral de este año no va a ayudar a Rivera y los suyos a pensar, pero debieran hacerlo si quieren salir del despiste en el que están sumidos
Pero como no hay absurdo que no pueda superarse ahora nos enteramos de que Rivera dice que su intención es atraerse al “PSOE no sanchista” -como lo lee usted- justo en las mismas horas en que cierra el pacto con el PP (con la irritante pero imprescindible aquiescencia de Vox), que expulsará de su feudo a la mayor “no sanchista” del PSOE. De no creer.
En este dominó de ocurrencias, que les hace confundir la oportunidad con la prisa, el único personaje del entorno de Rivera que no se ha dejado llevar por la marea, o por el mareo, que arrastra al resto de los naranjas ha sido Manuel Valls, que ve cómo el apoyo incondicional de un partido tan desnortado como es ahora Ciudadanos puede suponerle no una ventaja, como creía al principio, sino una carga contra sus propias posibilidades.
El maratón electoral que nos viene este año no va a ayudar a Rivera y los suyos a encontrar tiempo para pensar
El maratón electoral que nos viene este año no va a ayudar a Rivera y los suyos a encontrar tiempo para pensar, pero más les vale que lo hagan si quieren salir del despiste en que están sumidos desde que Sánchez les aviejó de golpe aquellas magníficas encuestas del primer trimestre del año pasado.
Y ya para terminar por hoy, solo faltaría que se sustanciase la negativa de los voxistas a apoyar al Gobierno de Juanma Moreno si mantiene el compromiso de impulsar las leyes de género, que ellos llaman “sumisión lanar a los mandamientos de la dictadura de género” y al “feminismo supremacista”. Podría ser la próxima sorpresa. Es lo que tienen los auténticos; y estos parecen de verdad unos auténticos.