Todo indicaba que, mientras la nueva política encuentra su proyecto viable y sensato sobre los medios de comunicación públicos, la política de toda la vida iba a tirar por la calle de en medio para evitar esa parálisis inicial que provoca cualquier innovación en asuntos del comer. Se daba por hecho que, en esta primera ocasión, PP y PSOE serían capaces de consensuar candidatos para RTVE que no hirieran demasiadas susceptibilidades mientras se acababa de preparar ese sistema aprobado de hacer las cosas por concurso público. Pero en el último momento se ha prescindido del paso intermedio y estamos ya a las puertas del concurso.
Iban los políticos de PP y PSOE a buscar, y encontrar, expertos que se hicieran cargo de la radiotelevisión pública, y ahora lo que hay que hacer es que los políticos de PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos, y demás grupos parlamentarios, busquen, entre todos, expertos para que estos, a su vez, busquen otros expertos que poner al frente de RTVE. Tengo mis dudas de que el nuevo sistema suponga esa “despolitización” de la forma de selección de la que presume, porque solo se puede despolitizar con voluntad política. Aunque suene a contradicción, es totalmente cierto que lo mejor para que los partidos dejen tranquila a la tele no es dar apariencia, sino fondo. Y en el fondo, esa comisión de expertos que elegirá a otros expertos no deja de ser un acto estrictamente político.
Si los partidos conforman un tribunal de expertos en el que estén los mejores, la selección habrá de hacerse entre otros que ya no serán los que más méritos atesoren
La gran paradoja del nuevo sistema puesto en marcha está en que, muy posiblemente, los que debieran ser elegidos para regir los destinos de RTVE estarán en la lista de expertos, “profesionales de reconocido prestigio” que quedarán descartados al no poder auto proponerse. Porque entiendo que los partidos serán capaces de conformar un tribunal de expertos con los mejores, y si ahí están los mejores, tendrán que seleccionar entre… otros mejores.
Tampoco quiero parecer especialmente crítico con el nuevo sistema, porque exigir mayorías reforzadas para asuntos a los que hemos dado tanta trascendencia, nunca puede ser malo. Hay que esperar a los pasos que se vayan dando. En primer lugar, ese grupo de notables del mundo de la comunicación. Debo reconocer que en el sector hay “mejor rollo” que cuando yo estudiaba. Entonces, los profesores tenían poca o ninguna relación con los medios, y a los profesionales no les dejaban pasar por la puerta de la Facultad. Recuerdo a un profesor de Redacción Periodística riñéndome en su despacho porque había entregado un trabajo en DIN-A4, cuando “a usted le van a pagar por folios”. Era un reportaje para la portada de la revista Actual, y estaba cobrado en el nuevo tamaño de papel que hacía ya tiempo sustituía a los folios en las redacciones sin que en las facultades de Periodismo se hubieran enterado. Valga la anécdota para decir que, en ocasiones, se pasa por experto sin saber demasiado y sin abandonar el “reconocido prestigio”.
Vivimos un momento en que, si nos apartamos del ámbito académico, resulta que en los medios de comunicación ya no se esconden las simpatías políticas, incluso ni siquiera la militancia. Así que, permanezcan atentos a las pantallas, porque el primer escollo, la selección del comité de expertos, elegidos a su vez por los grupos parlamentarios, promete ser interesante y dar pistas sobre la despolitización de RTVE.