A raíz del incidente en Mauthausen entre Gemma Domènech, directora general de memoria democrática de la Generalitat, y la ministra de justicia Dolores Delgado, podría creerse que PSOE y separatistas están a matar. Pues no.
La señora Domènech hizo un mitin sobre Raül Romeva y los pesos políticos en un acto en honor a los asesinados en el terrible campo de exterminio nazi; la ministra Delgado se marchó por entender que aquello era un escarnio a las víctimas; los presentes se alegraron aplaudiendo, e incluso alguno dijo “no tendrían que haber venido”. Y ustedes pensarán ¿mal rollo entre 'sociatas' y 'separatas'? Nada más lejos de la verdad. Desde Moncloa está poniéndose en marcha un cuidadoso plan para conseguir pactar con el separatismo, no con Cataluña, ojo, que son cosas bien distintas. El plan, que pasará a los anales de la felonía, se reduce a una cosa: darles carta blanca en todo.
Pero no será una independencia a la brava, claro, porque eso no le interesa para nada a la élite burguesa catalana de toda la vida. Quieren, eso sí, consolidar aún más si cabe sus prebendas, sus derechos seculares de pernada, su hábito en hacer y deshacer a su antojo sin tener que dar explicaciones. ¿O no ven como se ponen rojos de ira por el simple hecho de declarar ante de un juez? Al señorito no le gusta dar cuentas porque para eso es el dueño del cortijo. Así que lo del otro día con la 'menestra' no es más que teatrillo y del barato. Los hiperventilados separatas estarán encantados al ver como “humillan” a una españolaza igual que los infelices 'rogelios' votantes de Sánchez aullarán de satisfacción ponderando al máximo la reacción de doña Dolores.
Los hechos van en otra dirección
Los hechos, sin embargo, van en otra dirección. Puigdemont, Comín y Ponsatí, de entrada, pueden presentarse como candidatos a las europeas después de que la Justicia española desoyera el criterio de la Junta Electoral Central. Para que luego digan del estado fascista. Por otro lado, la presidenta balear Francina Armengol, secretaria general socialista en las islas, insta a Sánchez a que se celebre también un referéndum en su tierra. Armengol ya ha anunciado de cara a las municipales del 26 de mayo que los socialistas irán de la manita de Esquerra y los pancatalanistas de Més en la localidad de Pollensa bajo la marca de Junts Avançam, (juntos avanzamos). Su coqueteo con el separatismo es tan escandaloso que Quim Torra ha llegado a decir de ella que es la única presidenta autonómica con la que se lleva bien.
¿A alguien puede sorprenderle, pues, que Sánchez esté pactando con Esquerra, por ejemplo, que un destacado diputado de esta formación se siente en la Mesa del Congreso, quizás como vicepresidente? ¿Es extraño que Aragonés insista en que Sánchez debe visitar en la cárcel a Junqueras para escenificar el nuevo tiempo de concordia? ¿Son infundados los temores que tienen en la neo convergencia acerca de que, tras las elecciones del 26 de mayo, es más que posible que Esquerra deje caer al gobierno de Torra y este se vea forzado a convocar elecciones? ¿Puede resultar disparatado un pacto secreto entre el candidato socialista a la alcaldía de Barcelona Jaume Collboni y el de Esquerra Ernest Maragall?
Algunas de las cláusulas
Fuentes bien informadas consultadas por quien esto firma lo dan por hecho, e incluso nos dicen algunas de las cláusulas: alcalde rotatorio, los dos primeros años para Maragall y los dos últimos para Collboni; Esquerra asumiría las competencias municipales en economía, cultura, representación exterior, ferias y congresos y orden público; cada concejalía, independientemente del color político del titular, tendría por debajo a dos poderosos gerentes, uno de cada partido, que son quienes llevarían la sala de máquinas; infraestructuras y relaciones con Madrid quedarían en manos del PSC; compromiso solemne de no pactar con Ciudadanos; finalmente, se dejaría para los podemitas, en caso de necesitarlos, las carteras de vivienda y asuntos sociales. ¿Es este el modelo del futuro Gobierno de la Generalitat? Dicen que sí y que tanto Iceta como Puigdemont han dado el nihil obstat.
Y otra cosita: ¿Habría relajado Sánchez la vigilancia de los fugados, permitiendo que el exconseller de Cultura, Lluís Puig, a la sazón “exiliado” en Waterloo, hubiera estado este pasado fin de semana de Cataluña tal y como daba a entender el interesado en su Tuiter colgando una fotografía con un texto que rezaba “Ayer, desde lo ato de La Mola, en Sant Llorenç de Munt, veía mi ciudad, Terrassa”?
Visto lo visto, ya pueden ustedes imaginar lo que el separatismo representa para Sánchez, amén de una garantía de su investidura y de un Gobierno estable: son amigos con derecho a roce. A encamarse cuando les venga en gana, vamos. Final feliz para el presidente, sin duda, pero harto infeliz para los catalanes. Y es que lo de este gobierno con Cataluña es un gatillazo descomunal.