Opinión

Solo era un Quimicefa

A pesar de disponer ya de dos confesiones, el separatismo insiste en que las detenciones de los CDR obedecen a un montaje policial. Cosas de chiquillos, deben pensar

  • Miembros de los CDR montando una barricada.

La realidad no existe para quienes viven intoxicados. Debe ser por ese estado de obnubilación mental que el separatismo niega la mayor respecto a los detenidos pertenecientes a los CDR, acusados de preparar, presuntamente, artefactos explosivos. Que dos de ellos así lo hayan confesado ante el juez no va a impedir al Govern y a sus adláteres seguir con sus fabulaciones. Según Torra, es un intento de criminalizar al separatismo, y va y lo suelta así, en la cámara catalana, en lugar de aceptar que el separatismo alberga en su seno a presuntos criminales.

Que Esquerra o las CUP se envuelvan en la bandera de la radicalidad – cosa que perjudica, y mucho, al Junqueras preso, digámoslo todo – entraría dentro de lo esperable. Pero que la neo convergencia integrada por gente tan fina, tan burguesita, tan de libro de caja y cuenta en Andorra, gente de función de gala en el Palau, se descuelgue pidiendo la salida de la Guardia Civil de Cataluña o que se manifieste en favor de los detenidos rebasa los límites de toda lógica. Increíblemente, los herederos de Pujol lo han hecho. El mismo Pujol que abominaba de ETA. Ese Pujol al que tanto PSOE como PP apoyaron porque era garante de que en Cataluña no iba a suceder lo que en las Vascongadas. Y, sin embargo, quienes se reivindican depositarios de su legado han roto esa barrera deontológica, y ahí están las imágenes de Borras, con su bolso de Armani, y de Elsa Artadi, gritando en las concentraciones de protesta convocadas por las CUP y los CDR, o a la señora Nogueras, escupiendo culebras por su boca contra ese estado malísimo que “saca a nuestros hijos catalanes de sus casas de madrugada”.

Es de locos. A eso ha ido a parar la burguesía pujolista que hablaba de Seny, de convivencia, de una Cataluña próspera y repleta de botiguers, de menestralía y de sardanas, al elogio de quienes se consagran a la fabricación de ingenios mortíferos. Esto es insólito en mi tierra. Cuando estalló el siete de noviembre de 1893 en el Liceo la bomba Orsini lanzada por el anarquista Santiago Salvador, las víctimas pertenecían a la misma clase social que las tres señoras anteriormente citadas. ¿Qué ha sucedido en para que estas personas, que estarían en su salsa en la ópera, envueltas en abrigos de pieles y collares de perlas australianas, se sientan cómodas danzando con alegría alrededor de los que preparan máquinas infernales y defienden la comuna, la ocupación, la copa vaginal e ir sin depilar? ¿Qué cáncer ha corroído a la clase media catalana, que la ha hecho traicionar todo lo que de positivo tuvo?

No era un juego de química, señores separatistas. Era un intento, y no parece que inocente, de emprender un camino de violencia

Sea lo que sea, es un veneno contra el que es muy difícil encontrar antídotos que no sean radicales. Cuando se confunde con un héroe a quien declara que, efectivamente, preparaba explosivos porque tenía el compromiso - ¿con quién? – de meter ruido, de atentar, y se le encuentra en posesión de planos de edificios especialmente sensibles como puede ser un cuartel de la Benemérita, el uso del placebo es inútil. El bloque separatista, que ha encontrado en ese terreno filo terrorista la unidad que estaba buscando, podrá decir que los implicados, en realidad, estaban jugando con un Quimicefa y jurar por lo más sagrado que son almas inocentes, pacíficas. Pero uno no llena su garaje de material con el que preparar bombas de termita, de amonal, de goma dos, por el mero hecho de emular a Lavoisier.

No era un juego de química, señores separatistas. Era un intento, y no parece que inocente, de emprender un camino de violencia que, una vez iniciado, no tiene vuelta atrás. Rectifiquen ahora, porque luego será demasiado tarde. Para todos.

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