El Sputnik fue el primer satélite artificial de la historia. Un éxito de la URSS. La Sputnik, el nombre de la vacuna rusa que ha entrado en el nervioso escenario político europeo y español, no es, por ahora, un éxito de Rusia. Así que, a la espera de datos fundamentales –los resultados de su aplicación en Rusia, su capacidad de producción, la decisión de la OMS y la investigación que debe hacer la Agencia Europea del Medicamento (EMA) sobre la vacuna—, no caigamos en la trampa que hay detrás de las gesticulaciones. Evitemos este enésimo intento del camarada Putin de dividir a los europeos.
Rusia hace muchos más esfuerzos en promocionar su vacuna en el exterior que en demostrar a los organismos internacionales su seguridad y eficacia y extender la vacunación entre sus propios ciudadanos. Los rusos se resisten y no hay prácticamente colas en ninguno de los puestos móviles en los que existe la posibilidad de recibir su vacuna nacional. El balance es poco estimulante: más de tres meses después de arrancar el proceso, solo han recibido las dos dosis el 3,23% de la población; las cifras de inmunización son muy bajas, y el proceso de fabricación sufre retrasos e incumple compromisos, incluidos los internacionales.
Sin embargo, la propaganda para exportarla es entusiasta, y no se escatiman esfuerzos diplomáticos. Y la propaganda, que hace poca mella en el ciudadano ruso, tiene su efecto fuera. Con la angustia que produce tanto la necesidad de atajar cuanto antes el virus como las llegadas insuficientes de las vacunas aprobadas por la EMA y los problemas de imagen y gestión de AstraZeneca, varios países europeos han recibido a enviados rusos y abierto conversaciones y dos, Hungría y Eslovaquia, han aprobado su uso antes de que la EMA haya emitido la autorización.
En Eslovaquia ha habido graves consecuencias políticas. La decisión unilateral del primer ministro Igor Matovic de encargar dos millones de dosis sin consultar ni a sus socios del gobierno de coalición ni a las autoridades sanitarias ha abierto una crisis que le ha llevado a dimitir. Según un diario eslovaco que cita un informe del instituto regulador de medicamentos, las vacunas importadas tienen parámetros diferentes a las que analizó la revista británica The Lancet, y que ofrecieron una seguridad y eficacia del 91,6%. La guerra entre Moscú y Bratislava es total. Los fabricantes de Sputnik acusan de falso al informe, pero lo cierto es que Eslovaquia desaconseja ahora el uso de la Sputnik por información insuficiente. “Podríamos haberlo evitado si hubiéramos evaluado la Sputnik antes de importarla para confirmar que es segura y eficaz”, ha reconocido la presidenta de la comisión parlamentaria de Salud del país. Exactamente.
Es difícil que haya un resultado claro antes de junio. Y también es difícil dar credibilidad a los datos de producción, exportación, dosis administradas, número de vacunados, seguimiento…
Alemania ha anunciado la próxima apertura de conversaciones con Rusia para una eventual adquisición de vacunas, aunque el ministro de Sanidad ha dicho que están a la espera de la decisión de la EMA y que, por supuesto, Rusia tendrá que suministra datos sobre la vacuna. Antes del Gobierno federal se había movido el länder de Baviera, que ha anunciado el compromiso de un laboratorio regional de comprar 2,5 millones de dosis si la Sputnik es autorizada en la UE.
Este fin de semana llegarán a Moscú representantes de la EMA para empezar el proceso de análisis de la composición de la vacuna, visitar las instalaciones en las que se produce y examinar la documentación sobre los ensayos. Es difícil que haya un resultado claro antes de junio. Y también es difícil dar credibilidad a los datos de producción, exportación, dosis administradas, número de vacunados, seguimiento… Por otra parte, la OMS sigue en fase de estudio de la Sputnik tras haber solicitado más datos a Rusia para poder decidir sobre su recomendación.
Habrá –o no— más Sputnik en países europeos, pero lo que hay que recordar es la obviedad de que la Unión Europea no es un país para tener claro que no puede actuar como EE UU, Israel o Reino Unido; la UE actúa con las ventajas y los inconvenientes de ser una Unión de 27 Estados miembros. Con la fuerza de la Unión Europea, pero también con reglas y principios europeos. La fuerza de la UE fue el criterio –acertado— que aconsejó unir esfuerzos en la gestión del proceso de producción, adquisición y distribución de las vacunas. Las reglas y principios europeos evitaron los compromisos egoístas propios del nacionalismo, como la prohibición de exportar vacunas a terceros países, y facilitaron la fórmula de la unidad de compra.
Claro que nos gustaría aplicar, en una crisis como la de la covid-19, la rapidez y la eficacia de otros; claro que podemos entender los nervios, y cómo la política, sobre todo en momentos electorales o preelectorales, interviene en asuntos que son competencia de las autoridades de Salud Pública. Pero el consenso impone más lentitud, es más trabajoso. Las prioridades no coinciden, los tiempos no son los mismos, los calendarios electorales nacionales cuentan.
No perdamos de vista, en esta carrera vital contra la pandemia en la que estamos, cuáles son las reglas y los principios de la Unión Europea; qué ventajas tienen, y qué limitaciones imponen
La cadena de desaciertos y torpezas políticas relacionada con AstraZeneca y otros asuntos ha contribuido al caos. Son torpezas que palidecen ante la proeza –de los científicos y administraciones de distintos países—de haber logrado vacunas en unos meses, cuando en abril de 2020 el consenso general era que los procesos de formulación y producción de vacunas duraban años. Pero este caos ha sido y es muy perjudicial.
Hay que analizar y corregir los errores, la lentitud en los procesos, las interferencias burocráticas, las irresponsabilidades políticas… Pero no caigamos en ninguna trampa propagandística. No perdamos de vista, en esta carrera vital contra la pandemia en la que estamos, cuáles son las reglas y los principios de la Unión Europea; qué ventajas tienen, y qué limitaciones imponen. Y no olvidemos que fomentar nuestra desunión por cualquier medio es el objetivo estratégico de algunos países, siendo Rusia uno de ellos, y que precisamente la unión es la única garantía que tenemos de asegurar la solidez estratégica de nuestro proyecto europeo.
Adrián Vázquez Lázara es eurodiputado de Ciudadanos en el Parlamento Europeo.