Cuando en septiembre de 2010 los mineros de Asturias y El Bierzo protagonizaron su segunda 'marcha negra', no había día en que no cortaran las vías del tren con neumáticos, que hacían arder. En esos días, hubo uno de ellos que explicó a quien firma este artículo la forma más efectiva de fabricar un lanzacohetes improvisado con pólvora y un largo tubo. Lo utilizaba mientras montaban barricadas en la autovía. Gobernaba entonces el PSOE, pero nadie llamó ultraderechistas a los manifestantes. Eso se podía traducir en votos para la izquierda.
Fue en febrero de 2020 cuando se conoció el manifiesto que la Comisión 8M había elaborado para la manifestación del Día de la Mujer. El texto rezumaba intolerancia y pedía, entre otras cosas, que la custodia compartida deje de ser “prevalente e impuesta”, así como la creación de unos juzgados específicos que no tuvieran sesgos ”patriarcales, racistas, clasistas y capacitistas”. Era todo un atentado contra la igualdad, redactado en pos de una falsa igualdad. Varias ministras -con guantes morados, para protegerse de la covid-19- acudieron a la manifestación y ocuparon la primera fila.
En fin, el malestar..., qué concepto tan relativo. A veces, es real y, otras, se genera de forma artificial, como quien compra un pompero y sopla a través del círculo de plástico para crear las burbujas. Los productores de las tertulias mañaneras acostumbraban hasta hace no mucho a pegar un toque a algún portavoz de los afectados por la compra de 'participaciones preferentes' para que se desplazaran hasta la puerta de los juzgados de la Plaza de Castilla, o a la torre de Bankia, para hacer una entrevista y denunciar su situación por enésima vez. Imagino que en esos casos los afectados se pegaban una ducha rápida, agarraban la pancarta y montaban una manifestación improvisada para salir por la tele.
Se pueden citar varios casos sospechosos. Por ejemplo, el que se vivió un par de meses antes de que el PSOE presentara la moción de censura contra Mariano Rajoy y sus socios, cuando la izquierda y sus sindicatos afines movilizaron a los pensionistas para cargarse de razones, en un momento en el que la economía del país comenzaba a reverdecer, pero en el que querían forzar un cambio político.
Nadie acusó a nadie de falsarios ni de incitador de la violencia. Ni siquiera de avivar un malestar que tenía mucho de artificial. Los periodistas de izquierda, desde las mesas de debate o desde sus columnas, animaban a los jubilados a manifestarse para no perder poder adquisitivo. Entonces, no advirtieron del efecto que podrían tener sus reivindicaciones sobre la economía. Tampoco lo hizo Pedro Sánchez, quien prometió que con el PSOE en el Gobierno, nadie quedaría descolgado por la subida del IPC.
Camioneros de ultraderecha
La maldad de los informadores no suele estar en el tema que abordan, sino en el enfoque que eligen para difundirlo. El pasado lunes se trataba de silenciar la huelga de los transportistas y sólo fue al hacerse más evidentes sus efectos cuando las televisiones comenzaron a prestarles atención. Pero claro... ahí sí que advertían de las consecuencias de la movilización sobre el precio de los productos o sobre el stock disponible en los supermercados. “Ojo, Estrella Galicia ha dicho que paralizará su producción en los próximos días debido a la huelga de transportes”.
Entre tanto, los tertulianos más escorados advertían de que tras el malestar de los camioneros se encuentra la ultraderecha. Y recordaban que ni la CEOE, ni UGT ni CCOO respaldan la reivindicación. ¿Qué quieren decir con eso? ¿Que si el malestar no está encauzado por estas organizaciones no es lícito? Sinceramente, en vista del incremento del precio del combustible, su indignación es menos artificial que el de los pensionistas en 2018. ¿Por qué no se movilizan ahora, con la inflación disparada al 7,4%? ¿Cuál de todas las protestas es o era artificial?
Debe ser complejo tratar de culpar de todos los males del país a Vladimir Putin y que, de repente, se replique el movimiento de los 'chalecos amarillos' en España -con causas de movilización muy similares, por cierto- y te atribuya la responsabilidad sobre el aumento del precio de la energía, que es bastante anterior a la guerra, aunque Sánchez aspire a confundir con la fecha de inicio de esta crisis.
Por eso, las televisiones y diarios digitales de izquierda reparan más estos días en las consecuencias que tiene para el ciudadano el paro que en los motivos de la protesta. Cuando hay huelga general y la convocan UGT y CCOO, legitiman los piquetes y callan ante la violencia. Cuando no les conviene, demonizan a los manifestantes. Resulta lamentable escuchar a la ministra de Transporte pronunciar la palabra “ultraderecha” para referirse a los camioneros. Hace falta cuajo. Y lo tienen en cantidades industriales.