El mejor ejemplo fue el de los pinchazos. Decenas de mujeres en toda España acudieron el verano pasado a las urgencias hospitalarias para denunciar que habían sentido un pellizco en su cuerpo mientras bailaban en algún pub nocturno. Dijeron que alguna de ellas presentaba marcas y que el objetivo de esa inyección era la sumisión química. Los especialistas alertaron en los medios sobre los peligros de esta práctica delictiva y los ayuntamientos instalaron puntos morados en varios puntos de las ciudades para que las afectadas por este tipo de hechos pudieran refugiarse en caso de ser drogadas.
La policía concluyó unos meses después que ninguna de esas denuncias era consistente. La alerta era exagerada o, mejor dicho, falsa. También lo fue el relato de un tipo de 20 años, que denunció en el verano de 2021 el asalto que había sufrido en una calle de Madrid. Aseguró que ocho encapuchados le apalizaron por ser homosexual y que le provocaron lesiones que eran visibles en varias partes de su cuerpo. Las televisiones y los diarios progresistas volvieron a encender la bombilla roja y a declarar el estado de alarma ante la evidencia de que el discurso del odio de la ultraderecha había creado el caldo de cultivo necesario para que se produjeran este tipo de hechos.
Fernando Grande-Marlaska incluso movilizó a agentes con experiencia antiterrorista para cazar a los culpables, que no eran tal. Ni siquiera existían. El denunciante se había inventado todo. ¿Y las heridas de su cuerpo? Se atribuyeron a una práctica sexual. Para entonces, había contertulios televisivos que ya habían lanzado la pregunta acerca de si es seguro ser homosexual en España. Es innegable que existen malnacidos que agreden a estas personas. Pero de ahí a afirmar que este país es intolerante, hay una distancia enorme. La que dista entre la verdad y la mentira. Entre lo que existe y lo inexistente. Eso no le importó a estos 'analistas'. La clave era alimentar una causa política a partir de un hecho, que era falso.
Los ayuntamientos cambiados
La izquierda -adolescente acrítica- se activa con estos hechos como una cuerda tensada al tacto. Se demostró también durante la pasada campaña electoral, cuando algunos ayuntamientos comandados por el Partido Popular y por Vox decidieron quitar de los balcones de los edificios municipales las banderas LGTBI. Lo hicieron con una lógica aplastante: si la norma prohíbe este tipo de manifestaciones en las instituciones, que todos pagan y de todos son, el arriado de esa enseña equivalía a garantizar la ley y el orden.
Tuvieron un error de cálculo -como escribí el pasado viernes-, dado que con esas decisiones pensaron en movilizar a los suyos, cuando esa tarea ya estaba hecha, al contrario de lo que ocurría a la izquierda, como se demostró el 28 de mayo. Debieron actuar a partir del día 24 de julio, con prudencia, pero con la razón de su parte. Ni edificios públicos, ni funcionarios, ni representantes de todos los españoles deberían publicitar un credo o una opción frente a las demás, a riesgo de discriminar u ofender a la parte de los ciudadanos que opinan lo contrario. Así que cualquier bandera que no sea la oficial sobra en los balcones municipales y debe ser retirada; y, quien lo haga, actúa en buena lid.
Sobra decir que el entramado de asociaciones, medios de comunicación, influencers y mantenidos de la izquierda saltó como un resorte ante estos hechos y acusó a la derecha de querer eliminar los derechos que el PSOE había garantizado a los españoles durante los últimos cinco años. Periodistas que dirigen cabeceras digitales, actores como Carlos Bardem, sindicatos, tuiteros y representantes de colectividades que reciben todo tipo de ayudas públicas por el mero hecho de existir aconsejaron entonces a los 'españoles de bien' que apoyaran a Sánchez y a sus socios, dado que, si el PP y Vox alcanzaban el gobierno, ser homosexual en España se convertiría en un riesgo. Se “patologizaría”.
Sociedad mediática fácilmente impresionable
Este tipo de reacciones solo son posibles cuando la superficialidad se convierte en uno de los elementos más abundantes de una sociedad y una gran parte de los ciudadanos comienza a moverse en una fina lámina, que es la de la simpleza y la burricie. La que atrapa al individuo como la cinta adhesiva y le impide profundizar sobre lo que observa. Cuando los culebrones pasan a ser moda y la irracionalidad de los ignorantes se impone sobre los argumentos, sobran los datos y sobra la lógica. Esto sucede a derecha y a izquierda. Es un mal endémico y explica la existencia de tantos y tantos tarados mediáticos. Ahora bien, en el terreno de la igualdad, las alertas las generan los zurdos y movilizan a ese espectro ideológico.
Todo este ambiente no es casual. Estos estados de opinión se han cocinado poco a poco desde la base. Desde las aulas. Basta echar un vistazo al texto de la Ley Celáa publicado en el BOE para comprobar que la palabra “igualdad” aparece en 76 ocasiones en el texto normativo, mientras que “diversidad”, en 42. El término “técnico”, en un total de 50. La expresión ‘abandono escolar’, en 2; e ‘inteligencia artificial’, en ninguna ocasión. Las referencias a las “lenguas extranjeras” son menores que a las “cooficiales” y, en definitiva, la ideología tiene una relevancia mucho mayor que el relacionado con la necesidad (y las dificultades) de competir en un mundo global.
Sería injusto pecar de reduccionista en este sentido, pero cuando en una normativa educativa comparten espacio expresiones como “memoria democrática” –que no la democracia”- o psico-afectividad con las derivadas de la formación técnica y humanística, es evidente que la ideología tiene una mayor presencia de lo razonable en su contenido. ¿Y qué efecto genera esto?
Podría recurrirse al ejemplo de Los 400 golpes, la película de Truffaut, en la que se demuestra el efecto que genera sobre el individuo lo que mama en las aulas. En ese caso, la rigidez y despersonalización del sistema educativo conduce a la ignorancia y la rebeldía. Pero, en los sistemas donde la ideología comparte espacio con la razón y con el conocimiento… lo que se obtienen son adhesiones.
Milicianos de red social
De esta forma, se explica que campañas mediáticas tan indecentes como la que dio pábulo a la leyenda urbana de los jeringuillazos en las discotecas tengan una tan buena acogida entre la población miliciana, que se comporta del mismo modo que quien busca extraterrestres y da la voz de alarma cada vez que observa algún objeto moverse en el cielo. Aunque no sea real. Aunque sea fruto de su imaginación.
No sólo llaman la atención las reacciones, sino la ceguera. O las omisiones. Porque hay hechos factibles sobre los que el votante socialista pasa de largo. ¿Cómo es posible que alguien que activa la 'alerta antifascista' no tenga reparos en apoyar a una formación política que ha demostrado muy pocos ascos a la hora de pactar con los nacionalistas más excluyentes? ¿De veras no son capaces de ver el blanqueamiento al que ha sometido la izquierda -por interés- a sus diversas muestras de clasismo, racismo e insolidaridad?
En Junts hay y hubo escribientes que definieron a los españoles de fuera de Cataluña como “bestias carroñeras” con forma humana o “hienas con una tara en el ADN”. Sorprende que quienes llevan tanto tiempo detallando las características del lobo pasen por alto que entre sus filas hay bestias mucho más temibles. Hay que estar ciego para no verlo. Y es necesario haber sido sometido a una lobotomización que se inicia en el colegio y se continúa, cada día, a través de las múltiples noticias que pretenden la movilización rápida y efectiva cuando toca. Es el triunfo de lo irracional. Debió hablar más en positivo y demostrar más picardía la derecha en la campaña... pero eso no quita para denunciar la actitud del contrario.
Menos mal que no habrá un gobierno conservador, salvo sorpresa. De hecho, desde el domingo ya no se ha vuelto a leer en la prensa ninguna historia sobre banderas y atropello de derechos. Pedro los ha frenado.
Susanam
En cambio el comunismo como Corea del Norte no les asusta
Bocataking
Y no olvidar a editorialistas como JL y sus arengas diarias contra Vox. Ahí están las hemerotecas. Cómo su grupo tiene beneficios económicos con Sánchez, a los españoles que les den.
unidospode0S
He entrado tan solo por aplaudirle, una vez más. Supongo que en su columna -y junto a otros- se refiere a TODOS los programas de la Sexta. Yo es que hace cuatro años que no la soporto y paso, pero por lo que dicen en otros sitios Ferreras y su santa siguen cobrando.
Reliable1
Y en el entretanto tutti contenti en la Europa de Francia que nos quiere débiles; la de Alemania que nos llena de tenderos modelnos como Francia y nos mete coches por los ojos carísimos y nos desprecia; la brexitera UK que desde Wellington diciendo que venía a echarnos una mano contra los invasores napoleónicos pero también acabó con la loza de El Retiro para que no compitiera con Wedgewood white China, etc. Lo tenemos claro. Son lapos* en la frente de todos los que nos sentimos españoles todos los días. *coloq. Cintarazo, latigazo, bastonazo o varazo o escupitajo. De la Real Academia de la Lengua. detrás del Casón del Buen Retiro y por encima del museo de El Prado y al lado de la iglesia gótica y parroquia de Los Jerónimos