La clave es el tiempo. La elección del momento, como decía el mítico consultor Joe Napolitan, es una demostración de poder, aunque yo añadiría que también de auctoritas. Sánchez ha demostrado capacidad para mantenerse en el Gobierno, pero no tiene el reconocimiento de poder que precisa el plan de imponer un proyecto de reforma del régimen. Quiere ser autoritario, pero le falta controlar las piezas del tablero y los tiempos.
Sin embargo, esta vez han sido Torra y JxCAT quienes han elegido bien cuándo asestar un golpe político al entramado sanchista. El silencio socialista, salvo de Iceta, que va por libre, es una muestra de que están noqueados por el anuncio de Torra. El mensaje ha sido claro: la coalición con ERC está rota, pero por patriotismo catalán vamos a aprobar los presupuestos y luego, solo luego, convocaremos elecciones. No importa que sea absurdo aprobar unos presupuestos para un Gobierno que se disuelve.
El presunto presidente de Cataluña ha esperado a la confirmación de la reunión “bilateral” del 6 de febrero entre “jefes de gobierno”. Sánchez podría desdecirse -está acostumbrado-, pero no lo hará y tomará una vez más el argumento de los independentistas. Fácil: la sentencia que inhabilita a Torra todavía no es firme, porque está a la espera de lo que sentencia la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
Esta maniobra supone volver a la denostada judicialización de la política, contar con el procedimiento y atenerse al veredicto de los jueces, pero a estas alturas es irrelevante. Una vez que la mentira sin tapujos se ha convertido en la nueva verdad no tiene importancia que aquellos que querían desjudicializar la política ahora la judicialicen.
La sentencia será firme en el mes de julio, dicen, y para entonces JxCat habrá conseguido boicotear la mesa bilateral de Sánchez con ERC, y que tanto protagonismo iba a conferir a los republicanos. Rufián y compañía pensaban reforzar con dicha mesa su papel de pragmáticos independentistas, negociadores y dialogantes, frente a los exaltados y huidizos de Puigdemont. Los republicanos lo necesitan para unas elecciones catalanas complicadas, en las que solo gobernarán si pactan con el PSC y los comunes.
Los republicanos sentados a la mesa con Lastra, Ábalos e Illa tendrán que pedir más, escenificar el asco de negociar con el “Estado opresor”
A partir del anuncio de Torra, los republicanos sentados a la mesa con Lastra, Ábalos e Illa tendrán que pedir más, escenificar el asco de negociar con el “Estado opresor”, y decir que volverán a delinquir, a convocar un referéndum ilegal para un golpe de Estado. Y para adoptar ese papel encanallado los electores catalanes ya cuentan con el partido de títeres de Puigdemont. De esta manera, Torra los ha colocado en la incoherencia y la inutilidad, esos dos pecados que resultan ser mortales en política. Por otro lado, JxCat gana tiempo, algo que necesita para recomponer sus maltrechas filas y designar a un candidato, toda vez que el fugado Puigdemont tiene miedo a volver.
Error de Carmen Calvo
Además, Carmen Calvo -no hay descosido sin un roto previo-, afirmó el lunes pasado que el Gobierno consideraba que Torra seguía siendo Presidente de la Generalitat pese a que la Mesa del Parlamento había ratificado su pérdida del escaño. Es el “cargo legal y legítimo”, dijo. El error de Calvo es grave, ya que podría haberse limitado a decir que Sánchez se reuniría con el Presidente, fuera quien fuese, en el momento oportuno.
La adopción del lenguaje independentista y la rendición previa de Sánchez a las demandas golpistas, entre otras rebajar el Código Penal, han blindado prácticamente a Torra o a cualquier otro que pongan. Por eso Junqueras se atreve a decir que va a delinquir otra vez. Y saben que Sánchez no va a reaccionar frente a la desobediencia de Torra, al menos hasta que tenga aprobados los Presupuestos o pasen las elecciones en Cataluña. No va a tomar ninguna medida, y menos el 155, porque no soportaría que le llamaran represor, fascista o golpista, como ya han hecho con la decisión de la Junta Electoral Central en la inhabilitación de Torra.
Desleal y 'botifler'
Sánchez no puede permitirse asumir el papel que le daban a Rajoy: “fabricante de independentistas”. Es el símbolo del diálogo, del fair play político, del diálogo hasta la extenuación y más allá. Hoy, Sánchez está atrapado. Abrazado a un socio, ERC, que teme las elecciones en Cataluña y al que han llamado “desleal” y “botifler”, que es la peor acusación para el fanatismo nacionalista.
Leí que el buen asesor político planifica tres escenarios posibles, considera los movimientos de los actores y los medios, las contingencias y las constantes, el contexto y el marco mental de la gente. Y si el asesor falla es que no pensó en un cuarto escenario. A esto solo caben dos posibilidades: que La Moncloa esté más atenta a las luchas internas de gabinete, o que sea una movimiento rocambolesco para alimentar el cainismo independentista.
Todo movimiento de cualquiera de los actores políticos iba a causar dolor. Torra ha elegido el paso que menos podía perjudicar a su formación y, por lógica, más daño provocaría al resto. Únicamente se les escapa una cosa, quizá por soberbia: la presentación de Cataluña Suma como plataforma capaz de ser una alternativa real. Veremos.