A raíz de una moción presentada por el PSC, apoyada por Cs, podemitas y PP, con la abstención de las CUP, o Torra se somete a una cuestión de confianza o convoca elecciones.
Fatalidad, llaman los necios al destino. Ya pueden los neoconvergentes rasgarse las vestiduras, que da lo mismo. La aritmética parlamentaria, a la que tanto han recurrido para decir que eran la mayoría de Cataluña, les ha dado en toda la cara. El separatismo no suma desde que las CUP, hijos díscolos de Convergencia, decidieron que sus papis eran demasiado españolazos, demasiado burguesitos. Ahora le toca a Torra jugar.
Sus declaraciones acerca de que solo debía obediencia al Parlament quedan como lo que eran, papel mojado, al no recoger el guante que le ha lanzado la cámara. No va a hacerlo, él, que dice que España es una dictadura, que esto del proceso va de democracia. Sería hilarante de no ser un gesto tan siniestro y totalitario. Hemos escuchado al vicepresidente primero, el neoconver Josep Costa, que intentó censurar a Inés Arrimadas, decir que es juego sucio, una trampa, una moción de censura encubierta, añadiendo “No aceptamos que se cree una ficción en la que el Govern ha perdido la confianza en base a la usurpación de votos por parte de los tribunales”. Los del lazo aducen que, no pudiendo haber votado los encarcelados o fugados, no vale.
Ese es el nivel de democracia que están dispuestos a llevar a término en el caso, Dios no lo quiera, de tener su propio estado. Mientras ganen, vale; si pierden, no, porque es antidemocrático, incluso antituberculoso. Todo eso no constituye más que una cortina de humo para encubrir la realidad, que siempre es muy puta: sin las CUP y los votos de los encausados por el intento de golpe de Estado, no tienen mayoría. Es lo que han tratado de ocultar estos meses, aparentando tener aquello de lo que carecían. Junts per Catalunya no ha sido más que un invento auspiciado por una Convergencia hundida en el fango de la corrupción. Todas las listas, candidaturas y actos unitarios no pretendían otra cosa que ocultar el auténtico rostro de la derecha catalana, de actitudes próximas al totalitarismo más fascistoide y personalista. A la primera, les ha salido el virulento antiparlamentarismo que escondían bajo sus esteladas.
Torra se ha revuelto como gato panza arriba, espetando la necedad de que piensan seguir gobernando con toda la ambición republicana intacta
Torra se ha revuelto como gato panza arriba, espetando la necedad de que piensan seguir gobernando con toda la ambición republicana intacta. Es decir, nada. Ya puede culpar al juez Llarena o al juez Marchena, a España, al Cid Campeador o a las Cortes de Cádiz, que le va a dar lo mismo. Son los suyos, los cupaires, los que amparan a los CDR, esos a los que les dice que aprieten, quienes lo han dejado con el culo al aire.
A la mayoría les interesan unos comicios autonómicos. Al PSC, los primeros, a ver si pueden sumar y hacer un tripartito. A Ciudadanos y populares para intentar frenar la sangría que una candidatura de Vox en la cámara catalana podría ocasionarles. A los de En Comú Podem, lo mismo que a los socialistas. Decimos más, le interesan enormemente a Esquerra, que ya se ve haciéndole el sorpasso definitivo a su hasta ahora socio de gobierno. Incluso a las CUP, que esperan pasar de cuatro a ocho diputados, recogiendo las migajas que JxC, sin Esquerra, se dejaría por el camino.
Torra podrá intentar prolongar la agonía, porque no quiere pasar a la historia como el presidente más mediocre en la historia de Cataluña, pero debe asumir que su culo, insistimos, deberá sentarse en un bidé repleto de pirañas, que se lanzarán voraces hacia él. Y muchas de ellas tienen color de PDeCAT.