Durante la última semana se aprecia en las encuestas un frenazo en el crecimiento del voto hacia el PSOE. Este hecho coincide con otro que sin duda tiene mucho que ver en esa ralentización del incremento de la expectativa del partido que lidera Pedro Sánchez. El regreso a la escena de Pablo Iglesias, señalando a los medios de comunicación como una casta, acompañado de informaciones sobre un caso de espionaje presuntamente organizado por el anterior Gobierno, han conseguido aumentar las pulsaciones de Podemos, su criatura política, que apenas daba señales de vida.
Pero a Sánchez tampoco le interesa que el partido de Pablo Iglesias se quede en menos de la mitad de su tamaño actual en el Congreso. Viendo cómo han votado los decretos “sociales” del Gobierno, se deduce que Podemos no tiene dudas de lo que debe hacer con sus escaños la próxima legislatura. En las cuentas del núcleo duro de Sánchez se suman, además de los escaños de Iglesias, los de Compromís y el PNV. A partir de ahí, con la abstención de Esquerra, que incluirá dentro de su grupo a Bildu, habría más síes que noes en la segunda votación de la investidura. Como dicen en el PSOE, la aspiración es no tener que contar con el independentismo más irredento, es decir, Puigdemont y Torra.
Las votaciones de los decretos de Sánchez, que meten a la caldera del gasto otros 4.000 millones, enseñan mucho de lo que puede pasar después del 28 de abril. Tanto para unos, los que votan a favor, como para los otros que se oponen, según el caso. El PP dijo no a todo -Vox limita el margen de error achicando el espacio-, y Ciudadanos mantuvo una posición diferente según la temática del decreto. Debe ser que en el partido de Rivera se han dado cuenta que de tanto mirar hacia la derecha han abandonado el centro izquierda, de donde no deberían salir con la frecuencia tan compulsiva con que lo hacen.
Lo que se ha visualizado en el Congreso es que a Sánchez no le va a temblar el pulso para negociar con quien sea su investidura como presidente
Hay un sector, encabezado por el número uno a las europeas, Luis Garicano, que siguiendo las advertencias de Manuel Valls y de los socios liberales europeos empieza a tener el peso suficiente como para influir en la estrategia y por lo tanto en la táctica diaria. Garicano cree que Vox es un adversario y no un futuro aliado. El comportamiento de Ciudadanos en las votaciones de los decretos es una prueba de que el veto a Sánchez tiene su matiz y a buen seguro fecha de caducidad. Las encuestas llevan dos meses sumando mayoría absoluta del PSOE con Ciudadanos. No es tanto el problema del cordón sanitario al sanchismo, sino el mejor comportamiento en las encuestas que habitualmente tiene Ciudadanos con respecto a las urnas el que puede dar al traste con esa combinación ganadora.
La imagen de la ministra de Trabajo hablando con los portavoces de Esquerra, PDeCAT y PNV en el Congreso muestra, por un lado, que en la cabeza de Sánchez cabe otra vez la mayoría de la moción de censura sin complejos, y por el otro enseña que los citados interlocutores de la ministra respaldan las medidas que iban dentro unas cuentas que dejaron caer al cesto de los papeles hace un mes y medio provocando la convocatoria electoral. En el Congreso se visualizó que a Sánchez no le tiembla el pulso si tiene que negociar una vez más con quien sea necesario y por supuesto para ser investido por primera vez presidente tras unas elecciones.
Ni siquiera se han negado las llamadas que dicen en Bildu haber recibido de los socialistas para conocer el sentido del voto de la diputada batasuna que, tras pactar con todos los demás separatistas vascos y catalanes, era decisivo. Otegi ni ha condenado los asesinatos de ETA ni ha pedido perdón a las víctimas, pero sigue influyendo en la vida de todos. Ya sabemos que la representación que obtenga se camuflará dentro del grupo de ERC en el Congreso. Nada es casualidad. Por eso, tras la relevante sesión de la Diputación Permanente del Congreso de este miércoles 3 de abril, vuelve a ponerse de manifiesto que tal vez sin hacer ruido, ni lo quiere ni le interesa, el presidente del Gobierno ha conseguido colocarse en el medio de la discusión nacional. O él, o la derecha con todo tipo de rancios apellidos. No es un plebiscito. Pero lo parece.