Feliz año, todo lo hemos hecho bien en España. Ese sería el resumen de la comparecencia de más de una hora –por suerte con algunas preguntas de periodistas- de Pedro Sánchez para hacer el balance del año 2021. Y así, tan campante el presidente se va a comer las uvas en Nochevieja. Sí, puede sacar pecho de haber estado con los que viven un drama como los palmeros –en una decena de ocasiones se ha trasladado a la isla bonita-, de liderar en Europa la vacunación, de ser el jefe de Gobierno que más le ha tocado trabajar en la historia contemporánea del país –ningún otro ha gestionado una pandemia de este nivel- pero la contrapartida viene también fuerte: en cifras de paro, de cierre de empresas, de colapso de la sanidad. Frente al triunfalismo o el pesimismo, está la humildad y la moderación, armas infalibles de un buen líder. Sánchez hace gala de la vacunación recordando a Araceli y a Mónica, las primeras españolas en vacunarse, pero nada dice sobre el colapso de los centros de salud de atención primaria de todo el país, ni las listas de espera en intervenciones de todo tipo, ni las patologías que se han dejado de lado en estos dos años de pandemia, ni el pésimo estado de la salud mental de todos los españoles según todos los datos oficiales.
Esta es la traca final del triunfalismo del presidente al que no le quito mérito por lo conseguido con los acuerdos en materia de reforma laboral, recordemos que han estado liderados por Yolanda Díaz, o la reforma de las pensiones. Pero la precariedad sigue existiendo, sigue habiendo colas del hambre y miles de personas en el paro que ha provocado la pandemia, autónomos que no pueden retomar su trabajo o a los que les han caído los ingresos en picado.
Y así, del bipartidismo de la Transición hemos pasado a la guerra permanente del multipartidismo disparatado. Y lo que es peor, parece haber desaparecido el sentido de Estado
Un país en el que la conciliación laboral y familiar es inexistente, en el que abandonamos a su suerte a niños y a ancianos. Pendiente tenemos una reforma estructural del sistema actual de residencias de la tercera edad, asunto del que pocos quieren hablar. Sánchez decía que, según la RAE, la palabra del 2020 era 'confinamiento' y en 2021 'vacunación'. Confiemos que la del 2022 sea realmente la de las reformas o la recuperación: reformas en sanidad que nos permitan atender todas las necesidades existentes; reformas en educación para conseguir de una vez un acceso público al conocimiento basado en la excelencia y no en el sectarismo; reformas laborales que permitan crear empleo o tener en cuenta a la familia. También estaría bien que nuestros políticos le dieran una vuelta a la manera desarrollar su gestión. Ciudadanos y Podemos llegaron con el mantra de la 'nueva política'. Ni el uno ni el otro lo lograron. Y así, del bipartidismo de la Transición hemos pasado a la guerra permanente del multipartidismo disparatado. Y lo que es peor, parece haber desaparecido el sentido de Estado.
Casi hemos llegado a la mitad de legislatura y nos adentramos en la senda de ese espectáculo de líderes políticos enfrascados en la campaña electoral, desaforados por colgarse medallas y con la mirada puesta en el partido y no en la sociedad. El sentido de estado poco ha existido en estos largos dos años. No se puede ni normalizar un éxito que no existe, ni normalizar la actual situación de la pandemia porque no es normal. Más de cien personas han muerto en las últimas 24 horas por la pandemia y el Gobierno, aunque haya hecho mucho, no ha hecho suficiente.
Se agradecerían test de antígenos gratis como en el Reino Unido, una iniciativa que permitiría un mayor control de la pandemia. Quienes no llegan a final de mes difícilmente se van a hacer día sí día también un test de antígenos con un coste medio de unos cinco euros la unidad. Normalizamos un triunfalismo, el de Sánchez, frente a la negatividad del líder de la oposición de Pablo Casado, en unos tiempos de blanco o negro, en el que no caben matices ni tonos medios.
El Gobierno presenta una reforma laboral acordada con la patronal, el PP no presenta un proyecto alternativo–sigue defendiendo la reforma que aprobaron hace diez años sin acuerdo de los agentes sociales- y solo dice no a lo que se va a tramitar en el Congreso. El triunfalismo político es innecesario, principalmente porque no es real y cuando te alejas de la realidad te alejas de los ciudadanos. Falta modestia sobra triunfalismo, el sistema sanitario está estresado, saturado, se viven muertes y patologías silenciadas que no ven la luz, que siguen en lamentables listas de espera por culpa de los contagios. Un escenario que ya dura dos años. No estamos para fiestas ni para happenings apoteósicos. Cuídense y deseemos que el 2022 nos traiga una mejor gestión política.